miércoles, 28 de marzo de 2012

La Guerra del Francés -La marca del traidor-, de Amando Lacueva

La guerra del francés, la marca del traidor
Ediciones Citerior
Primera edición: Marzo 2011
Tapa blanda con solapas
Pág.: 430.
Diseño gráfico y maquetación: Eva Domingo Rojas
ISBN: 9788493867706

OPINIÓN de Carolina Márquez Rojas

Todos conocemos la historia de España pero lo que se explica en las escuelas no abarca todos los detalles y pormenores de dicha historia. Hay pasajes y acontecimientos que permanecen en la sombra pues se necesitarían muchos años de ardua tarea para contarlo todo. Eso resulta en cierto modo comprensible. Lo que no es justo es que se obvien o se ignoren acontecimientos importantísimos que produjeron una herida tan profunda en un pueblo que, aun después de doscientos años transcurridos, sus protagonistas sigan vivos en la memoria de sus descendientes y sean recordados como héroes.


En 1808 el reino de España firmó a través del ministro Godoy el Tratado de Fontainebleau, por el cual se permitía a las tropas napoleónicas el paso a través de territorio español con el único fin de invadir el vecino reino de Portugal. Ese hecho permitió a Francia la ocupación de las más importantes ciudades españolas con otros fines ajenos al pactado, entre ellos la anexión de España al imperio de Napoleón. Ante los desmanes del ejército francés, los desmedidos ataques de violencia e injusticias, el pueblo español no tardó en levantarse en armas frente al invasor, concretamente el 2 de mayo de 1808, y entrar en guerra por su independencia, guerra que en Catalunya se la conoció como "la guerra del francés". Durante este período que abarcó desde 1808 hasta 1814 se sucedieron muchos episodios famosos y legendarios como la batalla de Bailén, la resistencia de Zaragoza con Agustina de Aragón al frente y las batallas del Bruch con la leyenda del "timbaler" del Bruch, un niño que consiguió con el sonido de su tambor y el eco de las montañas ahuyentar a las tropas napoleónicas haciéndoles creer que eran asediados por un gran ejército.

Pero casi nadie se acuerda del asedio y asalto feroz que sufrió la ciudad de Tarragona el 28 de junio de 1811. Nadie, salvo sus descendientes, la ciudad entera y un escritor que ha tenido los "recollons" (recojones) de meterse en un berenjenal muy complicado pero que ha puesto en su sitio uno de los episodios más vergonzosos y sangrientos de la guerra de independencia española. Un episodio que tanto Tarragona como los que dieron su vida por ella y por España merecen que se conozca y además que se reconozca su entrega y sacrificio.

La guerra del francés no es una novela fácil de leer, pero no lo es por los acontecimientos que nos muestra, en su mayoría desconocidos para muchas personas no familiarizadas con este episodio histórico. El lector debe adentrarse en las primeras páginas con mucha atención, pues la trama histórica se entremezcla complejamente con una trama de espías en la que nadie es lo que parece ser, ¿o si? Este planteamiento inicial  debe ser comprendido en su totalidad, pues un solo despiste o desconcentración por parte del lector y éste se habrá perdido en un relato coral plagado de personajes que intercambian identidades para sostener de forma ficticia un suceso que ocurrió en la realidad. Los personajes reales interactúan con otros inventados por el autor, todos ellos dotados de un carácter y personalidad que se va apreciando conforme se avanza en la narración a través de sus actitudes, sus miedos, sus pensamientos y su lenguaje -extremadamente bien conseguido y plasmado-. No es fácil inventarse unos personajes y saber dotarlos de credibilidad de forma que parezcan que realmente existen o existieron en una época lejana. En esta ocasión debo decir que los personajes de ficción como Mingo Prats, Jordi el Mellado, El Jerezano o Pedro Sevilla entre otros, me resultaron ser tan creíbles como los reales Fábregas, Codrington, Suchet, La Rosa o Casas.

Como he dicho anteriormente, esta novela no resulta fácil de leer, pero no por la narración, que es impecable. Quizás la dificultad está en el lenguaje de la época, pero es que creo que la historia no podía de ningún modo contarse de otra manera. Palabras y expresiones a los que no estamos acostumbrados en la vida cotidiana actual junto con una trama histórica y varias subtramas de desarrollo vertiginoso, podrían haber hecho de este relato algo imposible de leer y entender. Pues no es así. La maestría de Amando Lacueva al enlazar los hechos, los personajes y la trama histórica junto con una labor de documentación exhaustiva, da como resultado una magnífica novela que se disfruta hasta el final y todo a ello pese a que ésta es la primera incursión del autor en el género histórico, más acostumbrado a la fantasía en sus primeras obras. Pero para que ese disfrute sea completo se debe prestar atención constante al relato, adentrarse en sus páginas y empaparse de la historia que se nos está contando. Una historia que viene además enmarcada en una buena edición salpicada con ilustraciones y mapas de la época.En definitiva, esta guerra del francés os enseñará una parte de nuestra historia, muy desconocida para muchos, pero una historia que vale la pena conocer. Además servirá como recordatorio de aquellas personas anónimas que dieron su vida por conservar su independencia, su cultura y sus señas de identidad. Personas que fueron abandonadas a su suerte por un ejército y unos líderes incapaces que no supieron hacer su trabajo y que huyeron como cobardes. Aun así, estas personas anónimas, fueron capaces de empuñar lo primero que encontraron a su paso para defenderse frente al invasor con el orgullo como bandera, pues no tenían ninguna otra que enarbolar.Por fin Tarragona y sus héroes tienen su lugar en la Historia.

Hasta aquí mi opinión lo más objetiva posible sobre la novela, pero debo escribir y transmitir además mi opinión subjetiva y parcial porque esta novela significa mucho para mí. Soy catalana de nacimiento, nací en Barcelona pero mi niñez, mi infancia y juventud están vinculadas a Tarragona y su provincia y vivo muy cerca de ella.

Este relato me ha resultado pues muy emotivo. Reconocer todos los lugares donde transcurre la acción, lugares que conozco, por los que paseo, en los que trabajo, donde me divierto, y verlos ahora desde la perspectiva histórica, hace que ya no pueda mirarlos con los mismos ojos. Es inevitable que desde mañana, cuando pasee por la Rambla vea al Mellado descansando en un banco hablando con La Rosa; cuando baje por Capuchinos, me acordaré de Mingo, su barretina roja y su carro; cuando me asome al Mirador y contemple el mar quizás veré al Blake y a Codrington acodado en la proa observando con su catalejo; puede que cuando me acerque al Serrallo, en vez de restaurantes solo perciba figones de viudas; a lo mejor, cuando vaya a trabajar y pase por La Pineda, el Jerezano estará tramando alguna de las suyas al borde de la carretera; y quizás cuando llegue a las escaleras de la bonita catedral de Tarragona vea a somatenes, migueletes, mujeres, niños y pageses derramando su sangre en los adoquines.

Sea como fuere, para mí Tarragona no volverá a ser igual. Desde aquí mi agradecimiento a Amando Lacueva por este regalo que nos ha hecho a todos los tarraconenses en el 200 aniversario del asedio y asalto a la ciudad.

Y quiera Dios que esto no vuelva a suceder jamás. O como diría Mingo Prats: "Que Déu no ho volgui mai més, ¡recollons!"

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