La familia de Pascual Duarte, de Camilo
José Cela
Ni qué decir tiene que yo hubiera
clasificado la obra directamente de epistolar, (dicen que la ignorancia es muy
atrevida), sin embargo los euritos y entendidos en la materia la clasifican dentro
de la corriente literaria creada en la novela española de principios de 1940
como: “Tremendismo”, y es más, la catalogan
como de picaresca y novela social de
los años treinta, estilo surgido de la posguerra y con el que estoy de acuerdo.
Pues bien, bajo esas premisas y dado que nos encontramos ante una obra que
figura entre las cien mejores novelas españolas del pasado siglo y que ha sido
analizada por grandes maestros de la crítica, he de dar mi brazo a torcer.
No hay nada como leer a los clásicos
para darse cuenta de cómo cambian los tiempos y la percepción del individuo de
cualquier acto que pudiéramos etiquetar como “cruel”. Si la obra de nuestro
ilustre Don Camilo es etiquetada de brutal y violenta, propia del realismo del
siglo XIX, (la que tal vez pudiera escandalizar a nuestros padres), deberían
leer obras actuales tan reales en la contienda, desesperanza, desasosiego y
crueldad en la batalla, como la trilogía de Publio Cornelio Escipión: “El Africano”, de nuestro encunado
Santiago Posteguillo, a quien reverencio, para comparar una narrativa con otra
con respecto a lo que es cruel y no lo es.
Yo sigo pensando que se trata de una
obra epistolar, aunque encuadrada en esa corriente de: “Tremendismo”, y como tal, narrada en primera persona, con un
testigo protagonista que nos ilustra acerca de los contratiempos y dificultades
de su vida en aquella España rural plagada de conflictos políticos, y por ello,
cuajada de una inestabilidad social propicia para una revuelta, dada la miseria
en la que vivían.
Sus personajes, con un vocabulario
llano, vulgar en ocasiones y nada culto, salvo el gran aporte de nuestro autor,
nos muestran la España de principios de siglo, sus vicisitudes y problemas ante
la vida, su miseria. Es, asimismo, una novela
trágica, dado que es la propia personificación de la venganza encarnada
en Pascual Duarte:
«Yo, señor, no soy
malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos
todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando nos vamos creciendo, el
destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por
sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Ese es Pascual Duarte, un campesino extremeño que nos narra su
autobiografía dentro de un contexto rural y de marginalidad.
Pascual Duarte es un hombre atormentado
por su infancia, en la que su padre gustaba de dar palizas, tanto a él como a
su madre (su madre, caso aparte en esta obra). Un hombre que rechaza la
violencia por principios, pero que no se achica ante las amenazas. Un pobre
campesino golpeado por la vida, pues no consigue levantar cabeza con la
tragedia que sufre su familia, tanto con su hermano pequeño, padre, víctima de
la rabia, y sus dos hijos tenidos con Lola, su esposa, que al igual que el
resto descansa en el camposanto del pueblo. De sus dos hijos, el primero no
llegó a ver la luz del Sol, pues Lola sufrió un aborto a su regreso del viaje
de bodas por causa de un mal encuentro con la mula que montaba, y el segundo, “Pascualillo”, que abandonó la existencia
con tan solo once meses de vida, sin olvidarnos de su hermana, Rosario, abocada
a ejercer la prostitución y convertirse en la mujer que mantiene a “El Estirao”, su chulo, hombre que
aprovechó la ausencia de Pascual para cortejar a Lola, algo que pagaría con su
vida.
Su madre, según Pascual Duarte, es la
responsable de sus tragedias, eso nos cuenta desde la prisión en la carta que nos
regala donde no ahorra los detalles crueles, bruscos, violentos, desgarradores.
Ella, su madre, de quien no recuerdo revele su nombre, es sin duda la razón de
que se encuentre en presidio, pues su ira y rabia llevo a nuestro protagonista a
acabar con su vida mientras la mujer dormía en su alcoba.
Pese al tiempo transcurrido nos
encontramos ante una obra actual, sin ningún género de dudas, dado que nos
muestra la violencia de género, prostitución y miserias que hoy, por causa de
la prolongada crisis y hundimiento del “Estado del bienestar”, vemos a diario
con nuestros vecinos, y Don Camilo nos regala su arte y bien hacer con la
habilidad manifiesta para la lengua y el verbo, incorporando en su prosa una
buena muestra de nuestro refranero que acompaña con grandes soliloquios.
La Familia de Pascual Duarte, una obra para
leer con calma, una obra para el recuerdo.
Una obra que siempre sorprende.
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