jueves, 2 de febrero de 2012

Dos cautivos de Lajos Zilahy

Autor: Lajos Zilahy
Título: Dos Cautivos
Traducción de Francisco Oliver Brachfeld (revisión de Anne Mayo Herczig)
ISBN: 978-84-96601-57-4
páginas 736
RústicaTamaño: 14x 18 cm.
PVP sin IVA: 23,08 €PVP con IVA: 24 €
Fecha de publicación: junio de 2011

Reseña de Francisco J. Portela

Funambulista nos ofrece la versión íntegra de Dos Cautivos (traducida por Francisco Oliver Brachfeld, con revisión de Anne Mayo Herczig), novela clave en la literatura húngara y europea de la primera mitad del siglo XX. Publicada en su día en nuestro país con el título de Las cárceles del alma, los lectores de la época no pudieron disfrutar del relato completo a causa de la censura a la que fue sometida. Es de agradecer el trabajo que está haciendo esta editorial al recuperar su obra en la Biblioteca Lajos Zilahy. Esta es la tercera novela que forma ya parte de la misma, además de Primavera mortífera y El alma se extingue.

Dos cautivos nos relata un tiempo y un modo de hacer que sorprenderán a los lectores más jóvenes de hoy día. La contención de los sentimientos, el guardar las formas, pues en aquella época, por ejemplo, las chicas llamadas “de bien” no podían pasear sin una acompañante, las famosas “carabinas”. Todo esto nos lo narra con una gran maestría el escritor húngaro y servirá para que se conozca un mundo que sólo perdura en el cine, en las novelas, y en el recuerdo. El mundo que vivían nuestros abuelos. Pero lo que es universal, que se da y dará en todos los tiempos, son las sensaciones que experimentan los protagonistas, con las cuales nos sentiremos empatizados.

Su autor, Lajos Zilahy (Nagy-Szalonta, 1981- Novi-Sad, Serbia, 1974) estudió Derecho en Budapest antes de servir en el ejército imperial durante la Primera Guerra Mundial, donde combatió en el frente ruso, experiencia que le sirvió para escribir una de sus obras más famosas, Dos cautivos, (1926). El desertor (1930), otra obra de corte autobiográfico. Antes, escribió Primavera mortífera (1922), también editada por Funambulista. El Alma se extingue (1932), donde trata el tema de la emigración.En 1947 se exilió a Estados Unidos. Allí escribió su gran trilogía sobre las vicisitudes de una familia húngara, Los Dukay ( El siglo feliz, Crepúsculo cobrizo y El ángel del odio). Como dramaturgo estrenó en su país varias piezas teatrales como Luce el sol, El general y El pájaro de fuego.

En esta novela, Zilahy, como gran narrador que es y el dominio de la descripción que posee nos va presentando, en tercera persona, tanto los rincones de Budapest como los personajes que irán desfilando por su obra. En la casa del doctor Varga se da un té al que es invitado Péter. Allí le piden que les muestre sus dotes de grafólogo. De este modo comenzará su relación con Miett pues al estudiar su caligrafía le dice en tono misterioso: “Su carácter de letra es de lo más interesante. Lo es tanto que exige un detenido estudio por mi parte. Tengo algo así como un presentimiento de que un análisis pericial descubrirá una serie de cosas que sólo se pueden decir a solas...”

Péter Takács se había quedado prendado de ella. Cada vez son más frecuentes sus encuentros. Con el tiempo le pide al señor Almády, padre de Miett, la mano de su hija. Su madre se lleva un pequeño disgusto pues no era la clase de chica que quería para él. Le andaba buscando novia a sus espaldas. La pareja contrae matrimonio. Ya instalados en la casa del señor Almády, vamos conociendo todos los sentimientos del matrimonio: sus emociones, la obsesión mutua, los celos, los temores inexplicables, el impulso sexual. La señora Takács tenía ahora como inquilino al amigo de su hijo, Pál Zsücs. Deciden ir a pasar unos días de descanso al lago Balatón pero allí les sorprendería la noticia que iba a truncar sus vidas: Habían asesinado en Sarajevo al príncipe heredero y su esposa.

Ese hecho provocaría el comienzo de la Primera Guerra Mundial. Péter es llamado a filas. Su esposa decide acompañarlo al tren que lo conduciría al frente donde había sido destinado, a Galitzia. Son hechos prisioneros por los rusos y los trasladan a Tobolsk. Los oficiales y sus ayudantes pasan su cautiverio en el que llaman “Hotel de la Miseria”. Miett vive la ausencia de su esposo con preocupación. Mantienen correspondencia entre ellos pero a veces pasan meses sin tener noticias uno del otro. Sus amistades procuran que ella vuelva a la vida social. Se producen varios hechos luctuosos en Budapest de los que el teniente iba a enterarse a través de las cartas que de tarde en tarde iba recibiendo.

Pero un acontecimiento inesperado ocurre en Tobolsk. Hasta allí es desterrado el zar, Nicolás II. Empezaban a producirse cambios políticos en Rusia y con el triunfo de la revolución bolchevique en el mes de octubre de 1917 la situación de los prisioneros de guerra empeoró.
Finalizada la Gran Guerra, los prisioneros húngaros son repatriados en tren hasta Budapest. Miett acude a la estación para recibir a su esposo. Desesperada corre a lo largo del tren y, cuando vuelve sobre sus pasos, a penas si quedaba ya gente en el andén. Angustiada, no encuentra a su marido. Sólo había un grupo de personajes oficiales. Un coronel se dirige hacia ella y le comunica la desgraciada noticia. Péter había fallecido.

Zilahy es uno de los escritores que mejor ha retratado la sociedad centroeuropea de la primera mitad del siglo XX. Pero también nos sorprende con su profundo conocimiento del pueblo ruso.

Su estilo de relatarnos los acontecimientos es realista, aunque también se nota la influencia de Tolstoi y su prosa poética, pues a lo largo de la novela nos deleita con un sinfín de metáforas que, en algunos capítulos, incluso, dan una sensación de tranquilidad y relajación. Todo va pasando ante nosotros de forma que podemos imaginarnos perfectamente lo que estamos leyendo pues tiene una capacidad de observación tal que la podemos ver plasmada en casi todos sus escritos.

Pese a las 721 páginas de que consta esta preciosa novela merece la pena leerla. Preciosa pero al mismo tiempo crítica contra la inutilidad de una guerra, de la cual nos muestra su dureza. Y también porque asistimos a los acontecimientos que les tocó vivir a personas cautivas de una guerra que alteró sus vidas, tanto a los que tuvieron que combatir como a los que se quedaron esperándolos, pero muchos de ellos no pudieron regresar.


Galaico

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