martes, 14 de febrero de 2012

Debate: ¿Se lo debes?

Con la crísis muchas cosas han cambiado, por lo menos para mi. Si antes estaba deseando agarrar el coche y largarme a presentar alguna de mis novelas donde fuera que tuviera que hacerlo, no me lo pensaba dos veces. A costa de gastar una pasta que ya escaseaba y de abandonar a mi familia por unos días, pues siempre tenía que pernoctar, lo que representaba gastos de ida, ya fuera en coche o tren, comer, buscar alojamiento, y regresar al día siguiente, pero acudía encantado. Actualmente es distinto.


Nunca he sentido que ese esfuerzo y gasto me aportara beneficio alguno, salvo para la editorial, por supuesto. Los editores te animan, incluso algunos colegas también lo hacen. No importa si no te conoce nadie donde vayas. Ni siquiera importa si las personas que ocupan la sala los puedes contar con los dedos de una mano. O, por supuesto, si firmas dos o tres ejemplares después de pegarte un palizón cuyos beneficios van a parar al librero que organiza el evento, al distribuidor y al editor.



Las editoriales han adoptado el sistema de liquidar al año. Bueno, un año que se convierte en el mejor de los casos en 14 o 15 meses. Ya sabéis, tienen que comprobar las liquidaciones, tener cuidado con las devoluciones y un largo etc.

Despues de pegarte dos o tres años escribiendo una obra, de pasarte otro medio año buscando como un loco una editorial, de ser paciente y aguardar 14 o 15 meses en ver un mísero euro, pues te tragas la liquidación que te restregan por la narices y callas. Y claro, después de recorrer la geografía gastando un dinero que no tienes, me pregunto si se lo debo. Y me preguntaréis ¿A quién?

La pregunta no es a quién. No debo nada a ningún librero, siempre pago las novelas que compro. No debo nada a ninguna distribuidora, yo no he pactado con ellas. No debo nada a ninguna editorial, más bien creo que es al contrario. No, la pregunta es si debo algo a mi obra. Y la respuesta es compleja.

No hay autor sobre la faz de la tierra, escriba bien, mal o regular, que no ame a sus obras. No lo hay. Ni hay nadie que no se sienta satisfecho con ellas, o que espere un pequeño reconocimiento, que por norma no viene del librero, editor o distribuidor. El pago, el verdadero pago, viene de la buena crítica y de los comentarios de los lectores. Si los escritores debemos algo a nadie, es a quienes nos leen y con esa gratitud, creo que lo que hacemos es querer más y más a nuestras obras que son las únicas acreedoras, pero que no nos pidan que nos sacrifiquemos por ellas.

Cada uno de nosotros hace lo que puede por su obra, así que tampoco le debes nada, ella sabe que te vuelcas con cuerpo y alma, pero que ningún editor me diga que coja el coche y me vaya a ningún lugar, porque no le debo nada y ya está bien que nos traten como a un producto de nuestras obras, alguien a quien uno puede manejar y hacer con él lo que quiera. Seamos dignos y no nos dejemos atropellar más por nadie. Las obras son nuestras, no de ellos, a ver cuando empezamos a comprender que somos los creadores, algo que ellos no pueden hacer.

Deberíamos ponernos todos de acuerdo y hacer huelga de brazos caidos hasta que modifiquen los contratos y los gastos de presentaciones sean sufragados por el editor, distribuidor y organizador del evento, que en suma es quien recauda todo lo que se genera por la firma de los ejemplares. Brazos caídos.

Y ahora, ya no necesitamos a ninguno de ellos, solo una buena obra y al otro lado, un lector complacido. 

Avoir.

4 comentarios:

  1. ¡Qué verdad tan grande! Amazon para mí, ha sido como encontrar un tesoro. Personas que no conozco me leen todos los días. No puedo estar más agradecida. Y, además, aunque esto no da para vivir, las cuentas están claras. Sabes cada día cuántos lectores han puesto su fe y su dinero en tu obra, lo que te hace sentir aún más responsable.
    Un abrazo.

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  2. Lo que dices tú, Amando, y lo que corrobora Pilar es una gran verdad, una verdad como un templo. El escritor parece que, a parte de crear sus novelas, está obligado a llevarlo de la mano, como si fuera un hijo, a todas las partes: presentaciones, preocuparse si están en los escaparates de las librerías de turno, etc. Todas las obligaciones que tiene un padre con su hijo. ¿Y qué obligación tiene el editor con el padre de la criatura?. Buenas intenciones, como todos los empresarios, pero es una cruda realidad más. Una cruda realidad que los que escriben tienen que hacer algo y decir a los editores que sin los escritores ellos no son nadie. Cualquiera lo ve, menos ellos. Desde luego que sí, brazos caídos.

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  3. Saludos varios con sonrisa, buena la verdad cuando es sincera.
    Manuel.ct

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  4. Me ha gustado mucho tu artículo, Amando. Muy ilustrativo para quienes empezamos.

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