martes, 10 de enero de 2012

El triángulo vikingo, de Amando Lacueva

Título: El triángulo vikingo
Autor: Amando Lacueva
Lengua: CASTELLANO 
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788493648831 
Colección: 
Nº Edición:1ª 
Año de edición:2008
Plaza edición: ORIHUELA 

Reseña de José Lozano


De sargentos y de ases

Antes de comenzar a hablar del libro me gustaría poneros en antecedentes. Oí hablar por primera vez de Amando (¿Amando?) Lacueva debido a un “yoquiero” procedente de la contraria. Yo soy un rudo castellano, curtido en mil batallas, en la cúspide de la evolución masculina, y he aprendido a ignorar de manera sistemática este tipo de estímulos externos. De modo que soy, digamos, inmune. Con todo esto quiero decir que es probable que hubiese oído hablar mucho antes de Amando (será Armando, ¿no?), pero no me di cuenta de su existencia hasta que oí el admonitorio “hedichoqueyoquiero”. La experiencia me dice que puedes ignorar un “yoquiero”, pero un “hedichoqueyoquiero” es harina de otro costal. Los mecanismos de alerta se disparan, paso a DEFCON3, y comienzo a soltar la batería de mensajes preventorios: “sí, mi vida; sí, mi cielo; sí, cariño; sí, mi tesoro”.
-He dicho que yo quiero La guerra del Francés-
-¿la Guerra de que?-
-La Guerra del Francés, de Amando Lacueva-
-Armando, ¿no?, con R en medio, y ¿La cueva es todo junto?-

Y claro, acabé comprando el citado libro. Mientras esperaba a que llegase, me informé del autor y descubrí que no era su primera novela. Tenía otra novelilla de corte fantástico (¡mi género!) basada en la mitología nórdica. Como en ese momento me encontraba yo embarcado en un drakar vikingo de manos de mi querido Poul Anderson y su Saga de Hrolf Kraki, me entró el ansia y decidí hacerme con él para continuar con las aventuras de estos simpáticos cornudos.

Así llegamos al punto donde me pongo a leer una novela de un tal Amando (seguro que es Armando) Lacueva sin yo pretenderlo, pensando que uno va a leer una novela de corte fantástico con vikingos asolando las costas suecas, saqueando, matando y violando alegremente. De modo que cuando me encuentro con Erik el Rojo en costas islandesas se me saltan las lágrimas de la emoción y devoro expectante página tras página de una historia maravillosa que narra la pérdida de los gayumbos de Thor.
Y hete aquí que me encuentro feliz como una perdiz cuando se acaba el prólogo y de repente... ¡zas! ¡Pero qué cojones es esto! ¿Donde están los vikingos? ¿Y las razias? ¿Y las juergas? ¿El hidromiel? Y es que, de repente, nos encontramos en pleno siglo XXI con un profesor de universidad insulso y su alumno pelota buscando subir nota.

No, señores: esto no es una novela de fantasía típica, más adelante lo he leído en alguna que otra entrevista, y doy fe que tiene toda la razón. Imaginaos a Erik el Rojo en costas islandesas, un profesor de universidad de Oxford y su becario, un puñado de Ases (no de los de all-in, si no los de la mitología nórdica: Odín, Thor, etc.), un saco de berserkers, dos docenas de amazonas, cuarto y mitad de antropólogos, una guapa directora, un tercio de la marina del ejercito español con Arensivia a la cabeza, naves espaciales, tecnología psicotrónica, agujeros de gusanos y gigantes de hielo. Juntamos todo eso en la batidora, le damos al ON, nos apartamos (por si acaso) y observamos el resultado: eso es El Triángulo Vikingo (Mundos Épicos, 2008), ETV de aquí en adelante.

Pero empecemos por el principio, Amando (¡es Armando, cojona!) es un manchego (Hellín, 1960) afincado desde hace más de 30 años en Tarragona que en la actualidad ha vendido su alma al Diablo (es asesor fiscal en la Agencia Tributaria de Tarragona, mejor leer sus libros desde cierta distancia, por si acaso). Sus géneros favoritos son la fantasía, la ciencia ficción y la novela histórica. De hecho su obra mas aclamada es histórica: La Guerra del Francés (Citerior, 2011), de la cual los entendidos en la materia dicen que es una recreación impecable de La Guerra de la Independencia y que ha estado ocupando los más altos puestos de ventas de histórica en alguna que otra librería online.

Ha escrito 4 novelas, las dos que ya he comentado y El Sexto Sol (Hera, 2009) que habla de profecías mayas y Red Final ( Quadrivium, 2011 ), que es ciencia ficción política (yo así lo he leído por los internets y así lo pongo, con lo raro que es el libro que nos ocupa, ya nada me asombra de este tipo).
Por lo tanto, ETV es su primera novela y el género donde se le suele encasillar es la fantasía. En cierta ocasión comenté que ser autor novel es malo, pero ser autor novel de fantasía es lo peor, por que corres el riesgo de hacer un mal uso de la fantasía entendida desde la perspectiva más fanboy, y corres el riesgo de, ya desde el prólogo, sacar 4 dragones, 5 balrogs, 6 demonios del séptimo infierno y 13 liches de ultratumba, para ir abriendo boca.
Sin embargo, no señores, ni se nota que es autor novel, ni se nota que es fantasía, mas allá de la extravagancia propia de la novela en sí (tranquilos, que todo empieza más o menos coherentemente).
Y es que Amando (¿no era Armando?) escribe muy, muy bien, y no sólo técnicamente, si no que no se le ve dudar, ningún paso en falso, ninguna duda en una trama nada sencilla. Maneja con soltura el lenguaje narrativo y los numerosos pasajes descriptivos no se hacen nada largos, siendo placenteras balsas de aceite que nos mecen en ese mundo de locos que nos recrean.

Solamente le he encontrado dos pequeños defectillos sin importancia. El primero es el celo excesivo del autor por los detalles. En plena vorágine, el prota se dirige a saludar a la recién llegada sonriendo con los brazos abiertos y el malo maloso irrumpe en escena en plena carrera dirigiéndose hacia él por la espalda y con un hacha de batalla en sus manos. La chavala se apercibe del peligro. Rápidamente desenfunda su arma mientras el malo inicia su maniobra dando un salto imposible. En el aire enarbola su hacha a dos manos mientras la chavala saca su revólver. En el frenesí comienza a apuntar a su objetivo intentando evitar disparar al prota, que se interpone en su línea de tiro. En ese momento, cuando la tensión es máxima, el autor es capaz de ponerse a explicar marca y modelo del revólver, año de fabricación, tipo de arma, lugar de procedencia, fábrica en la que fue montada, la vida del tipo que estaba en la cadena de montaje mientras le ensamblaban el gatillo y si ese día estaba nublado o hacía sol. En definitiva, excesivo celo por los detalles, o excesivamente puntilloso en la documentación, me decanto por esta última.

El segundo se refiere al trato a las mujeres de la novela, supongo que intenta transmitirnos lo perfectas que son las féminas pero falla estrepitosamente porque al final se repite hasta la saciedad el adjetivo “guapa”. Y “guapa directora”, “guapa secretaria” y “guapa señorita” y “guapa chavalilla”, y “guapo perrito piloto que te toca en la rifa si me tiras tres monigotes en la tómbola”. Como a mitad del libro parece que se da cuenta de la reiteración y las guapas terminan, aunque claro, puede ser que la acción impide que uno se fije en los estupendas que estás las chichas. A lo mejor es eso.

Pero son dos detalles sin importancia que no desmejoran un aspecto general muy bueno y sin fisuras aparentes, con un lenguaje rico pero sin demasiadas florituras que recarguen el resultado final. Técnicamente, se puede decir que es un escritor sólido y solvente.
Tampoco falla en los diálogos, tantas veces un escollo para muchos autores noveles (y no tan noveles), donde o bien se abusa, o éstos no aportan nada en la novela. No tengo nada que objetar, completan la trama a la perfección y de hecho, alguno es brillante (soy un gran amante de los diálogos al más puro estilo moorcockiano).

En fin, que la forma es más que correcta, es buena, muy buena: buena técnica descriptiva y buenos diálogos, ¿qué más podemos pedir? Nos acaban de presentar a Miss Tarragona... mmmm.... ¿será inteligente?
Y es en este punto donde pasamos al contenido.
Y quiero empezar por los personajes, y si tengo que poner alguna pega a la novela es que no existe un prota carismático que me convenza. Por un lado tenemos a Frank, que no deja de ser un listillo omnisciente del que se ríen todos sus compañeros de profesión. No convence en su papel de liderazgo. Por otro lado tenemos a la directora despampanante, a quien acaba de dejar a su marido y se pasa la novela buscando noviete. Bueno, maja, no te preocupes, que con tus atributos encontrarás más de un macho para perpetuar la especie. Me esperaba más de ella, comienza como una mujer independiente con iniciativa, pero se diluye estrepitosamente a mitad de la novela, pasando a un segundo plano para desaparecer en cuanto encuentra pareja (no es la primera a la que le pasa). Luego tenemos al becario que también apuntaba maneras, un poco idiota, eso sí, pero con cierto potencial. Pero, bueno, tampoco logra transmitir. Su continuo servilismo es una losa a la hora de conseguir la empatía del lector.

Y es que, en general, a los protas les falta un toque en el grado de introspección de los personajes, y quizá necesitemos más acerca de las frustraciones, de las metas, de los sentimientos y los anhelos. Yo creo que, en este sentido, el autor no ha sabido dar con la piedra Rosetta, lograr transmitir unos protagonistas creíbles.
Sin embargo, mira tú por donde, entre los secundarios de la novela encontramos personajes de lo más interesantes. El primero es Harold, un físico fracasado, del cual descubrimos ciertos detalles curiosos en sus motivaciones, y que tiene bastante más empaque que los protas: un héroe en la sombra. El segundo es Olaf, un antropólogo con iniciativa, con arrojo y coraje que nos ofrece algunos momentos bastante edificantes. Y por último, el mejor de todos los secundarios, Arensivia, esto... Juan Rodríguez Serrano, Sargento de los Tercios de la Marina del Ejército Español. Este personaje ofrece muy buenos momentos a la novela. Su comienzo es dubitativo, se encuentra rodeado de nórdicos, tipos altos, guapos, rubios, musculados e inteligentes. Él, en contraposición, es bajito, barrigudo, calvo, con bigote e... idiota. Su hermano, el Cabo Luis, le saca las castañas del fuego, de hecho, en teoría es su ángel guardián. Pero poco a poco nos damos cuenta de que este tipo no es tan tonto como parece y resulta demostrar ser un profesional como la copa de un pino que adelanta los pasos de sus enemigos, inteligente y táctico en sus estrategias, y con una gran fuerza mental y capacidad de liderazgo. Un diez para él. Quizá su cambio se debe a que el autor no tuviese perfilado del todo su personaje, y comenzase intentando crear un Arensivia para arrepentirse después. ¿Quien sabe? Lo cierto es que es un gran personaje, y protagoniza la mejor escena de toda la novela, y una de las más refrescantes y divertidas que he leído en mucho tiempo: su enfrentamiento dialéctico con Odín es sencillamente mítico (por partida doble).

Y en este punto es en el que pasamos a lo más peliagudo: la trama.
Y sí, como se suele catalogar la novela por ahí, efectivamente, se trata de una novela fantástica porque no hay quien se lo crea (los elfos de El Señor de los Anillos existen en el mismo sentido que existen los Reyes... Magos, no los otros, esos está claro que existen, y si no que se lo digan a Noos), y antes de que dejéis de leer (¡no lo hagáis, insensatos!), os aviso: no es fácil de asimilar la trama que Amando (A-r-m-a-n-d-o, ¿Eres disléxico?) nos propone.

Pero (recuerdo haber leído una máxima curiosa que dice que cuando alguien te cuenta algo, todo lo que viene delante del 'pero' no tiene valor y que la chicha está en lo que viene después: “eres guapo y simpático pero no quiero de salir contigo”) una vez que logras sobreponerte al shock inicial, una vez que comienzas a pensar en lo que te cuentan, una vez que atas cabos, una vez que comienzas a lanzar la primera sonrisilla cómplice con los guiños y detalles que nos regala el autor, es cuando te das cuenta de usa cosa: “es de locos, pero de unos locos entrañables”.

Porque una vez que te metes en la trama, que tienes una visión general de lo que ocurre, te engancha, te atrapa, te absorbe, subyuga tu voluntad, y finalmente ocurre lo imposible: TE LO ACABAS CREYENDO.
Sí, señor, Amando (podrías dejar de tocar los guevos, ¡que es Armando!) logra hacer posible lo imposible, es decir, dar COHERENCIA, así, con mayúsculas, a una historia alocada, sin pies ni cabeza, sin principio ni fin, y lo logra hacer con gran solvencia, porque señores, es muy muy muy complicado lograr juntar tantos elementos distintos de mitología, de fantasía y de ciencia ficción y que el resultado sea “honroso”. Pero es que en el caso de ETV no solo es honroso, si no que resulta... ¿brillante? Y no es el primero que lo intenta, de hecho, la novela que primero se me viene a la cabeza cuando intento comparar ETV con “algo” es Atlántida (y antes de ponernos a buscar parecidos, ETV es dos años anterior a Atlántida), donde el grandísimo Javier Negrete junta mitología, fantasía y ciencia ficción (algo recurrente en el autor debido a sus orígenes scifieros) con un resultado que, en mi opinión, no llega a la altura de este meritorio ETV.
Y antes de que digáis que soy un exagerado en mis calificativos: para que lo sepáis, soy mas papista que el papa: Tolkien, Howard y Moorcock. Si me sacas de ahí, Martin me parece folletinesco (¡uy lo que ha dicho!) y Bakker, por momentos, soporíferamente disperso. Por lo que un tío como yo, chapao a la antigua, no sólo no lance a la basura el libro tras el prólogo, si no que encima le parezca una apuesta tan arriesgada como acertada, es muy, pero que muy meritorio.

En definitiva, que estamos con una space opera del copón bendito, con ases, valquirias, naves espaciales, implosiones e involuciones, y encima parece que todo cuadra, que existe un microcosmos en el que todo este caos tiene sentido. Y entonces llega el clímax, se desencadena el Ragnarok y ¿cómo sale de este embolao?
Pues de nuevo, brillantemente. El final está a la altura de la trama, el autor da un giro de tuerca y nos plantea una nueva situación que no nos esperamos: ni los buenos triunfan, ni el mal se impone… si no algo entre medias que deja las puertas abiertas, que te hace pensar qué ha pasado, y finalmente cuando lo descubres, sonríes pensando: “cojones, debí haberlo imaginado”. Pero no, no se te ha ocurrido a ti, si no que se le ha ocurrido a un señor llamado Amando (tanto Amando, tanto Amando, ¡que te meto con el mechero!) Lacueva. Con ello ha escrito un libro y con los r oyalties se ha comprado dos apartamentos en Las Ramblas, un chalet en Lloret de Mar, un Lamborghini Gallardo y una isla en las Seychelles . Punto final.
De modo que si estáis dispuestos a abrir la mente a un alocado viaje en una aventura pseudo-ciencia-ficción-fantástico-mitológica, adelante. Y si sois die-hard fans de la fantasía épica, no os desaniméis pasado el prólogo porque si lo hacéis probablemente os perdáis una de las novelas más entretenidas que hayáis leído últimamente.

Aprovechad, que está en versión electrónica (el llamarle ebook me parece algo osado) por 4 duros, aunque he leído que la edición de Mundos Épicos en papel es... preciosssa (mi tesoooooro).
Sin duda que seguiré a este autor, ya he añadido a mi lista de pendientes La Guerra del Francés... ¿Os había dicho que se lo tuve que comprar a la contraria? Y tengo que agenciarme el resto.

Y sí, su nombre es Lacueva, Amando Lacueva (sin R).

9 comentarios:

  1. No parece tener mala pinta por lo que dices, pero no es una temática que me llame demasiado la atención. ¡Besos!

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  2. Me inclino ante el sr. José Lozano, que escribió tan guapa reseña, como la novela lo merece y el autor ídem. El término "guapa" es una coletilla muy utilizada hoy día por la gente joven y no tan joven, porque todo se pega. Hoy día, sin embargo, las mujeres no suelen ser "guapas" en el sentido propio de la palabra; más bien suelen estar "buenas". "Guapa" es una "chupa", por ejemplo. Y la novela de Amando (sin r) me imagino que puede aplicársele el calificativo comodín de "guapa". Semejante autor, y no es por hacerle la pelota, como un becario, merecía semejante reseña para su novela, y no lo digo por la extensión de la misma en sí.

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  3. Gracias por el comentario, Francisco.

    No he escrito nada que no se merezca la novela. Es curioso que sea su primera novela y es curioso que sea su primer acercamiento a la novela fantástica, o pseudo-fantástica, por lo que su mérito es doble.

    La verdad es que estoy en ese periodo de incertidumbre con Amando en el cual no sabes si tu idilio con el autor acabará justo cuando leas la siguiente novela o le jurarás amor eterno.

    Veremos, quiero leer La Guerra del Francés, de la cual me han hablado estupendamente, pero Amando está entusiasmado con su última novela, La Red Final, y también me atrae.

    En cuanto al defectillo de las guapas, hoy en día no se suele aplicar a las mujeres como bien dices, Amando probablemente no se diese cuenta del detalle, pero le faltaron ideas para transmitir la perfección de los personajes femeninos de la novela.

    Nada preocupante.

    Por cierto, Amando parece que quiere vengarse de mi por llamarle Armando en toda la reseña y me ha plantado un acento en mi nombre que no existe :-)

    Jose (sin acento) Lozano

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  4. Pues, Jose (sin acento) Lozano, ha tenido el placer de leer la novela de Amando (sin r), La guerra del francés, la marca del traidor y Jose, (sin tilde, que acento lo lleva), puede ver la crítica, en el buen sentido de la palabra, que escribí de esta susodicha novela y una entrevista a Amando (sin r y con acento)que fue publicada en su día en Melibro.com. Me imagino que con ello prentendo darte un empujoncito más a ese posible idilio novelesco Jose/Amando y te digo, ya en serio, que no te va a defraudar, porque si no te las puedes ver con el Jerezano, uno de los malos de esta gran (no por su extensión) novela coral. Saludos, Paco.

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  5. Aunque comprendo la necesidad de distinguir entre acento y tilde, según la RAE acento es la "rayita oblicua que en la ortografía española vigente baja de derecha a izquierda de quien escribe o lee", y eso es lo que no lleva mi nombre al ser compuesto :-)

    Voy a leer tu reseña, lo primero que he encontrado en esa web es a Stanislaw Lem, lo cual es muy positivo.

    Coño, también hay una entrevista a Amando... interesante.

    Gracias por el apunte. Y no te preocupes, que teniendo los libros como los tengo en casa, los leo seguro. Pero ahora mismo me tiene atrapado Posteguillo y no suelta su presa el jodío.

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  6. Hombre, lo de la tilde y el acento te lo dije en plan guasa, y a la RAE ni mentarla, porque de tanto limpiar, fijar y dar esplendor nos están confundiendo más que los políticos, que ya es decir. Si Cervantes levantara la cabeza ni te cuento. Al Posteguillo solo (esto de no ponerle tilde a solo se me está haciendo raro) me falta encontrarlo en la sopa de letras. ¿La entrevista es también de servidor?. Saludos.

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  7. XD

    La entrevista es tuya, creo, firma Galileo.

    Y de Posteguillo he leído tantísimas buenas críticas que no he podido resistirme, la verdad.

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  8. ¡uyyyy.....! Galileo. Con lo que hizo el hombre y cómo terminó (aquí sí se puede poner tilde, menos mal, hasta que lo diga la RAE). Ojalá tuviera la sapiencia que tenía este hombre pero se equivocó de época. En este siglo a lo mejor le hubieran dado el Premio Nobel. Firmo como Galaico, o sea, de Galicia. Bueno, espero que este cruce de comentarios jocosos entre ambos sirva para que Amando y su guerra del francés tenga un lector más. Un abrazo, Paco.

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  9. Por supuesto, Francisco, lo leeré seguro.

    Pero, por ahora, acabo de recibir esto:

    http://i39.tinypic.com/neeplv.jpg

    Y estoy como un crío con juguete nuevo...

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