Pero, al igual que los personajes, la obra cobra vida en muchos sentidos, por lo que en ocasiones el autor se convierte en un mero director, sin guión previo, donde intenta combinar el escenario y sus actores para que su batuta imprima el ritmo de lo que va a configurarse como su obra, su creación.
Sucede que en ocasiones, y debido a innumerables imprevistos, el autor modifica el curso de la idea original, ya sea por una falta de previsión o sencillamente por nuevos pensamientos e ideas que afloran en su mente, motivados (en ciertas ocasiones), por giros imprevistos de sus propios personajes y el devenir de los acontecimientos que narra, que sencillamente, se le escapan.. En cierto momento, el autor no domina los sucesos que surgen, puesto que se deja llevar, y se convierte en un observador de su propia creación, sin voz ni voto. Son los nuevos eventos los que llevan la voz cantante y los que, obligan al novelista a realizar numerosas correcciones, desvirtuando, si no en su esencia, si el nudo de la misma, quizás también, su desenlace.
Bueno, el desenlace seguro porque nunca nadie está completamente satisfecho del mismo y siempre tiene dos o tres preparados para la ocasión, sin embargo, el final surge solo, no es nada de lo que nadie tiene preparado ¿por qué?..., claro, la obra está viva.Es la obra y sus personajes quienes marcan el verdadero ritmo de la misma, que no el autor. Una idea prefijada del literato debe modificarse una y otra vez hasta lograr que se acople de la forma más perfecta posible a su pretendida historia original, lo cual resulta imposible.
Aquella idea inicial, se transforma una y otra vez. ¿Qué queda de la imagen primigenia?, un simple esbozo de lo que debiera ser y no ha sido, un recuerdo, una ilusión, porque la obra, una vez culminada, en poco o nada se parece a lo que el escritor deseaba plasmar en sus comienzos. (En ocasiones, naturalmente, que no siempre)¿Y el mensaje, en qué lugar queda el mensaje que pretende transmitir? (si es que pretende transmitir algo). Si después de modificarla una y mil veces, lo que representa su firma, aquello que le confiere prestigio y respecto, campa en un plano donde su director, quizás siquiera ha intervenido.
¿Pensáis que se construye a si mismo, o después de quinientas páginas surge de la voluntad de su creador?Aquella idea inicial compuesta por cuatro líneas ya ha alcanzado el grado de novela de 500 páginas, dudo que nadie pueda escribir 500 páginas sobre un tema que no domina. Yo llevo de asesor 30 años y me costaría escribirlas sobre mi trabajo, así que una novela está viva y tiene mucho que decir por sí sola y en compañía de los personajes, naturalmente…¿Entonces? ¿La obra se crea a sí misma y el autor no es más que un mero instrumento de ella?... Yo no lo creo, ¿o sí lo creo? Bueno, no sé. ¿Qué pensáis vosotros?
Sucede que en ocasiones, y debido a innumerables imprevistos, el autor modifica el curso de la idea original, ya sea por una falta de previsión o sencillamente por nuevos pensamientos e ideas que afloran en su mente, motivados (en ciertas ocasiones), por giros imprevistos de sus propios personajes y el devenir de los acontecimientos que narra, que sencillamente, se le escapan.. En cierto momento, el autor no domina los sucesos que surgen, puesto que se deja llevar, y se convierte en un observador de su propia creación, sin voz ni voto. Son los nuevos eventos los que llevan la voz cantante y los que, obligan al novelista a realizar numerosas correcciones, desvirtuando, si no en su esencia, si el nudo de la misma, quizás también, su desenlace.
Bueno, el desenlace seguro porque nunca nadie está completamente satisfecho del mismo y siempre tiene dos o tres preparados para la ocasión, sin embargo, el final surge solo, no es nada de lo que nadie tiene preparado ¿por qué?..., claro, la obra está viva.Es la obra y sus personajes quienes marcan el verdadero ritmo de la misma, que no el autor. Una idea prefijada del literato debe modificarse una y otra vez hasta lograr que se acople de la forma más perfecta posible a su pretendida historia original, lo cual resulta imposible.
Aquella idea inicial, se transforma una y otra vez. ¿Qué queda de la imagen primigenia?, un simple esbozo de lo que debiera ser y no ha sido, un recuerdo, una ilusión, porque la obra, una vez culminada, en poco o nada se parece a lo que el escritor deseaba plasmar en sus comienzos. (En ocasiones, naturalmente, que no siempre)¿Y el mensaje, en qué lugar queda el mensaje que pretende transmitir? (si es que pretende transmitir algo). Si después de modificarla una y mil veces, lo que representa su firma, aquello que le confiere prestigio y respecto, campa en un plano donde su director, quizás siquiera ha intervenido.
¿Pensáis que se construye a si mismo, o después de quinientas páginas surge de la voluntad de su creador?Aquella idea inicial compuesta por cuatro líneas ya ha alcanzado el grado de novela de 500 páginas, dudo que nadie pueda escribir 500 páginas sobre un tema que no domina. Yo llevo de asesor 30 años y me costaría escribirlas sobre mi trabajo, así que una novela está viva y tiene mucho que decir por sí sola y en compañía de los personajes, naturalmente…¿Entonces? ¿La obra se crea a sí misma y el autor no es más que un mero instrumento de ella?... Yo no lo creo, ¿o sí lo creo? Bueno, no sé. ¿Qué pensáis vosotros?
Yo estoy escribiendo un relato largo que habla precisamente de eso. De como nuestros personajes estan vivos, de como ansían vivir en la novela, y como a veces, llegas a cauces y bifurcaciones que no habías previsto.
ResponderEliminarUn saludo!
http://dondeterminaelinfinito.blogspot.com/
Alexander, me alegro y me encantaría leer ese relato. Yo tengo uno escrito que lleva por título "hombres de papael". Hay dos obras excelentes en las que se crea una interacción entre el autor y sus personajes, una es "Niebla", de Unamuno, y la otra "Viajes por el scriptorium", de Paul Auster.
ResponderEliminarPues depende de cada obra, y del tipo de personaje ¿no? Hay personajes que se dejan llevar fácilmente, pero otros te salen respondones y al final les tienes que dejar hacer.
ResponderEliminarEn algunos de mis relatos soy yo la que manda, pero en otros al final manda el protagonista, jeje, porque en el fondo queremos que manden, les queremos hacer tan dominantes y les imprimimos tanta personalidad que muchas veces hay que plegarse a sus deseos y, efectivamente, el resultado poco o nada tiene que ver con nuestra primera idea.
Amando, aparte de comentarte que tu entrada toca un tema la mar de interesante, comentarte que quizá una de mis novelas de referencia, la que he leido como seis o siete veces, es "Niebla", para mi gusto todo un clásico adelantado a su tiempo. Has dado por completo en el clavo. la otra no la conozco, pero me haré con ella. Para darte un poco de envidia, si te gusta Auster, decirte que el jueves voy a la fnac a que me firme "Diario de invierno", su próximo libro.
EliminarMaría José, precisamente eso es lo que le sale a Unamuno el personaje principal de "Niebla", respondón.Y no te cuento lo que ocurre porque esa novela es de obligada lectura.
Un abrazo. Una entrada magnífica.
Cuando empezamos a escribir una novela de 500 páginas. Todos tenemos la idea, el eje central, pero dudo que tengamos ninguno la capacidad de elaborar en nuestra mente o en un guión, cada capítulo, cada detalle, cada giro y cada personaje.Seguir un guión inicial, es encorsetar la obra. Sobre ese eje central, van naciendo escenarios nuevos no imaginados en un principio, giros en la trama no previstos y personajes que debemos adaptar o crear, necesarios para cubrir esos vacíos que se crean con el dinamismo de la obra y que nos proporcionan los nuevos escenarios y la misma trama que se reinventa a cada frase. La ubicación inicial de los personajes cambia a medida que la obra y la propia historia crece y se desarrolla. Ese dinamismo precisa que no seguemos la creatividad, pues enlataremos nuestra obra y los personajes aparecerán ante el lector totalmente planos. Hay que dejar que se adapten a la trama y al escenario, o viceversa. Es en ese momento, cuando tu creatividad se encuentra a rebosar realizando todo tipo de adaptaciones a los nuevos personajes, giros y escenarios y cuando ellos empiezan a tomar un verdadero protagonismo, a demandar una nueva posición, un nuevo statuts, porque es cuando sus perfiles son creíbles. Es obvio que quien crea y dirige es el autor. Naturalmente que el resto es filosofia literaria, pero se produce un fenómenos curioso,... la vida del personaje. Y en ese instante el autor lo percibe porque todo es dinámico, vivo (Y creo que nos ha pasado a todos), por eso la mayoría coincidimos en decir que los personajes están vivos, que quieren su protagonismo y dirigir la historia quizás por otros caminos ajenos a la historia inicial, aunque no su eje central, sí sus tramas secundarias.
ResponderEliminarBueno, con todo lo que decís pareciera que el autor no ejerce control sobre la obra. Eso no suele ser así, aunque algunas veces pasa y cuando pasa unas veces salen a la luz obras maravillosas y otras veces más le valiera a escritor no haber comenzado a escribir nada o no haber aviado nada de su idea original.
ResponderEliminarEl autor debe ser siempre el Creador de la obra, por muy a rebosar de ideas geniales que tenga en la mente para la obra tiene que ser muy cuidadoso con lo que escribe. Debe crear un guión o tema principal que debe ser el motivo, la historia central de la obra; y, después puede si así lo desea puede añadir uno, dos o tres temas secundarios que le puedan dar pie a dos cosas: dar profundidad a la historia que crea y que está contando, y dar la oportunidad si es preciso de escribir una segunda parte usando como nexo uno de esos temas secundarios.
Ahora bien, existen casos en que el personaje cobra vida propia. Eso puede ser muy bueno pues el personaje cobra fama. Pero el autor debería poder controlar la "vida" literaria de ese personaje. Puede pasar que termine siendo un personaje tan famoso que el autor vea controlada toda su obra por ese personaje, un claro ejemplo es el caso de Arthur Conan Doyle y Sherlock Holmes. En ese caso el personaje llego a controlar el conjunto de la obra de misterio del autor. ¿Cómo lo hizo? Sencillamente, a través de los lectores.
Es cierto, cuando escribimos una historia le damos vida a los personajes en esa subcreación que hacemos, literaria, que unas veces está ambientada en nuestro mundo (más o menos real), y otras veces en otros mundos (sean o no de fantasía). Dice la Biblia que el Ser Humano fue creado a la imagen y semejanza de Dios, por tanto, como Él tenemos la potencialidad para crear. Unos construyen edificios, incluso naves o estaciones espaciales. Incluso es posible que alguna vez se llegue a crear un planeta artificial.Otros componen maravillosas obras musicales o hacen increíbles obras artísticas de pintura, escultura, etc... Sin embargo, un mundo aparte son los narradores de historias, los escritores, bardos y poetas pues fueron los primeros en crear otros mundos. Fueron los primeros y siempre lo serán en crear mundos que para el resto de los mortales muchas veces pueden resultar incomprensibles, y esos mundos necesitan sus seres vivos.
Así creamos personajes que en nuestro interior en nuestra imaginación en ese mundo virtual que es nuestra subcreación son seres tan reales como nosotros mismos. Hay ejemplos en que un personaje en una novela se ha encontrado con su propio autor y al descubrir que este tenía pensado "hacerlo morir" en la obra el personaje creado mataba al escritor.
En realidad cada uno de los personajes que creamos vive, tiene un alma propia. La razón es sencilla, nosotros mismos le hemos dado al personaje una parte de nuestra propia alma, de nuestro propio espíritu; y eso es lo que le transmitimos al lector, eso hace que el personaje tenga vida pues ya estaba vivo en nuestro interior antes de escribir la primera línea de la obra en la que debe aparecer.