jueves, 26 de mayo de 2011

Nostalgia armada, de Olga Bernad


Ediciones de la Isla de Siltolá

Colección Vela de Gavia

ISBN: 978-84-15039-36-5

112 páginas.

20 x 14 cm.

14 euros.

Reseña de José María Ariño Colás

La poeta aragonesa Olga Bernad (Zaragoza, 1969) acaba de presentar su nuevo poemario Nostalgia Armada (Ediciones de la Isla de Sistolá). Después de la publicación de su primera antología poética - Caricias perplejas - con excelente acogida por parte de los lectores y de la crítica, Olga se sumerge en un mundo teñido de nostalgias y de recuerdos. La autora defiende la nostalgia, abraza los recuerdos y desnuda su propia alma a lo largo de 35 poemas distribuidos en tres partes armónicas y equilibradas.

Lo primero que llama la atención de la poesía de Olga Bernad es esa aparente sencillez que nos acerca a lo más vital, a lo más íntimo, a lo más profundo. El poder del endecasílabo, la fuerza de las metáforas, las acertadas interrogaciones retóricas, los juegos fónicos y los originales símiles contribuyen a edificar un entramado poético coherente, sincero y profundo.

Podría citar versos y versos de esta excelente obra. Pero como botón de muestra voy a plasmar unos versos del poema que sirve de pórtico - NOSTALGIA ARMADA - y el excelente poema que cierra el libro - TERCO MAYO. Entre ellos se suceden otros poemas que nos hablan de la tristeza otoñal de noviembre, de viajes metafóricos al infiernos, de evocaciones de Belchite o Estocolmo, de la negrura de la noche o de la incertidumbre amenazante del azar cotidiano.

Desde el día de la presentación en Zaragoza, Nostalgia armada me acompaña como libro de cabecera. Sus versos van dejando un poso en mi interior y me regalan esa nostalgia que es en cierto modo un bálsamo en los momentos de tristeza y soledad.

NOSTALGIA ARMADA (Fragmento)

Te veo caminar serenamente

por una calle en la que nunca estuve.

Háblame de las cosas que no veo,

vuelve tus ojos hacia mí, y perdona.

Mi corazón no tuvo más remedio:

te inventé porque el mundo me sabe a hambre atrasada,

y porque el tiempo es poco

y hubiese sido absurdo

medirlo con simpleza de usurero,

encerrarlo en relojes,

dilapidar mi esfuerzo y tu cordura...

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