martes, 15 de marzo de 2011

El viaje de Baldassare, de Amin Maalouf

    Autor: Amin Maalouf
    Título: El viaje de Baldassare
    ISBN: 8420644161 ISBN-13: 9788420644165
    Editorial: Alianza Editorial
    Páginas: 488 22x12 cm
    Idioma: Español
    Primera Edición (5ª impresión -09/2001)


    Reseña de José Luís Fernández Gancedo

    Viajar, solo o en compañía de otros, siempre es un placer
    8/12/10
    La edición 2010 de los premios Príncipe de Asturias - a parte de permitirme comprobar lo que ha crecido y lo guapo que esta “nuestro” Felipe y lo elegante que siempre va la destinataria de los halagos más “cariñosos” de Jaime Peñafiel – me puso tras la pista del escritor libanes Amin Maalouf.

    Siendo este año uno de los más viajeros de mi existencia considere de lo más pertinente acercarme a la obra del mencionado autor surcando las páginas de “El viaje de Baldassare”.

    Faltando cuatro meses para la llegada del año 1666, El Año de La Bestia, Baldassare Embriaco, comerciante descendiente de genoveses afincado en el Líbano, emprende, junto a sus sobrinos Habib y Buméh y una mujer a la que llaman Marta “la viuda”, un viaje en busca del libro “El desvelamiento del nombre oculto”, texto en el que según la leyenda se desvela el centésimo nombre de Dios y que según los más supersticiosos es lo único que puede servir de protección ante las innumerables catástrofes que se sucederán con la llegada del nuevo año.

    A lo largo de 505 páginas somos testigos de las aventuras que Baldassare relata puntualmente en su diario, un diario en el que entre otras cosas dejará constancia de un mundo en el que la Fe se convierte en odio, un mundo en el que personas como él, personas que dudan y no siguen los dogmas de fe y los incendiarios discursos lanzados desde los pulpitos de las iglesias, son consideradas “benditas” por los que sufren en sus carnes el rechazo de los que no comulgan con sus creencias.

    En unos días en los que para “el viajero” el peligro no estaba en las masivas bajas médicas de los controladores aéreos, si no en la furia del Mar, Baldassare deja constancia de la osadía del hombre al surcar la inmensidad burbujeante:

    “No fue al morder la fruta prohibida cuando el hombre irritó al Creador, sino cuando se echó al mar. Que presunción la suya al comprometer así su cuerpo y sus bienes en la inmensidad burbujeante, al trazar rutas por encima del abismo, al rascar con la punta de unos remos serviles el lomo de los monstruos fugitivos, Behemot, Ráhab, Leviatan, Abaddon, serpientes, animales, dragones. Ahí radica el insaciable orgullo de los hombres, un pecado que se comete una y otra vez a despecho de los castigos” 

    A lo largo de ese viaje, Baldassare – a parte de constatar que mentirse a uno mismo es a veces la pasarela irreemplazable para aceptar las desgracias – descubrirá que el verdadero viajero es aquel al que se le hace insoportable la idea de tener un hogar o una familia que le ate a un lugar, y por el contrario da la bienvenida a los desengaños, las bancarrotas, en definitiva a esos sucesos que le impulsan a partir.

    Al margen de sus bondades literarias, la lectura de esta novela me ha resultado de lo más gozosa debido a que me ha hecho recordar lo maravilloso que es viajar, cambiar de ubicación geográfica, y es que viajar a parte de darme la ocasión de pedir una cerveza en diversos idiomas - checo, alemán, portugués, ingles o rumano – y ruborizarme ante el consiguiente rechoteo de la posadera extranjera de turno merced a mi excelente pronunciación, me hizo disfrutar de “una vida dentro de otra”.

    En estos tiempos en los que se impone “un nacionalismo provinciano, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas” – tal como apunto Mario Vargas Llosa en su discurso en la entrega del Nobel – un servidor, a pesar de que siempre le ha gustado, “Retiro espiritual” mediante, realizar viajes interiores en busca de si mismo – siempre con la esperanza de no encontrarse – tiene muy claro que hasta el día en el que llegue a su última parada “La fría tierra sagrada del cementerio” dedicará su tiempo de ocio a viajar puesto que poner tierra de por medio, ya fuera solo – en plan “McQuade, el lobo solitario” – o en compañia de otros – como «Rafi» Escobedo – le proporciono, hasta la fecha, vivencias tan increíbles, inolvidables e irrepetibles como: recorrer en tranvía las calles de Praga bendiciendo a la vista con los impresionantes monumentos que la jalonan; cruzar la Puerta de Brandeburgo y pasear por majestuosas avenidas hasta El Muro que fue derribado por los vientos de cambio; disfrutar de las bondades de la noche lisboeta y comer a orillas del río Duero que atraviesa la bella ciudad de O Porto; contemplar las impresionantes vistas que hay desde el castillo que domina la capital del país que debe su libertad a aquellos que lucharon como poetas – guerreros al mando de William Wallace; poner una vela a Dios y otra a El Diablo en una catedral ortodoxa y al caer la noche quebrar el silencio de la noche transilvana al grito de “Screaming for me, Romania”…

    "Un viaje es una nueva vida, con un nacimiento, un crecimiento y una muerte, que nos es ofrecida en el interior de la otra. Aprovechémoslo" - Paul Morand Escritor y diplomático francés



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