martes, 1 de febrero de 2011

Novedad Editorial: Andrea y los masticadores, de Eduardo Martínez-Abarca

Autor: Eduardo Martinez-Abarca
ISBN: 978-84-236-9628-4
Nº Páginas: 240
Tamaño real: 21 x 14
PVP: 15,5 euros
Colección: Otros títulos

Sinopsis de la obra:
Andrea había ido a recibir a su padre, maquinista del ferrocarril, tras uno de sus viajes, pero lo había dejado en la buena compañía de sus amigos y ella regresaba a casa. De pronto, creyó ver una sombra, alguien que, según le pareció, vestía capa y sombrero. A esa hora pasaban pocos trenes, así que la actividad en la zona debería ser casi nula y a Andrea le picó la curiosidad. Además, no necesitaba luz para orientarse. Había crecido allí. Unos instantes después Andrea percibió un olor desagradable y dulzón. Se le puso la carne de gallina y notó como si algo le estrujara el estómago. Intentó incorporarse para seguirlo, pero las piernas no le respondieron. Por un instante ni siquiera supo dónde estaba y perdió la conciencia… Así dará comienzo una trepidante aventura en la que por supuesto la joven Andrea involucrará a sus amigos de la Cuadrilla y que les llevará a descubrir el misterio de unos extraños secuestros y de unas no menos extrañas criaturas, los masticadores.

Eduardo Martinez-Abarca
Nació allá por el siglo XX poco después del Sputnik, en Cádiz de donde salió con cuatro años y mucho acento. En Bilbao lo perdió y cogió un poquito de otro nuevo. Por media aritmética recaló en Madrid al empezar la época universitaria. Entró en la Politécnica para descubrir (tardíamente) que no era ingeniero. También descubrió el teatro y esto cambió su camino. Participó en montajes de la Escuela de Ingenieros Agrónomos con en el grupo Ishtar en las diversas obras de teatro infantil y para adultos que la compañía hacía. Finalmente decidió escribir sus propios textos contando con la buena voluntad de los chicos de Ishtar que siempre le apoyaron y participaron en las obras. Así llegaron, entre otras, “La caracola mágica”, “Duérmete y verás” y “Perdida en mi jardín”. Durante años intentó aprender lo que la Escena significaba. Se metió en escenografía, vestuario, interpretación y dirección para acabar (con no muchos conocimientos y sí buena voluntad de las diversas partes implicadas, como él mismo reconoce) impartiendo clases de interpretación en la escuela de Ingenieros Industriales, en la de Agrónomos y en el Instituto Gran Capitán.

Con algunos amigos de la Politécnica formaron la compañía Tela-Katola que se movió durante unos años por todo tipo de escenarios. Desde esta compañía probaron el mundo del café-teatro, los monólogos, las canciones… Siempre se divertían y casi siempre divertían al público. Escribían sus propios textos y cogían canciones de aquí y de allí. Y finalmente dio el salto y decidió que por qué no escribir algo que no fuera para representar sino para imaginar. Y nació esta su primera novela.



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