Título “Ángel de guerra”
Autor: Antonia Bocero
Colección Baños del Carmen
Ediciones Vitruvio
(Ilustrado por Toña Gómez y Amadeo Fasanella)
Reseña de Aureliano Cañadas, poeta.
Yo creo que las cosas se definen por lo que son, pero también por lo que no son. Y de la poesía de Antonia Bocero hay que decir que no es fácil, ni sentimentaloide. No hay en ella versitos rimados ni ripios, ni rosas de primavera u otoño, ni trigales con sus correspondientes amapolas…A este respecto, recuerdo algo que he oído recientemente: “Hay tres cosas de las que el poeta tiene que huir como de la peste: 1, la cursilería 2, la blandenguería 3, la pedantería. Y recuerdo también una cita de Antonio Muñoz Molina: “La poesía es un estado de máxima intensidad expresiva que muchas veces está ausente de los libros de versos”. Y añadiría: y presente en el poemario “Ángel de guerra”.
Y es que, repito, Antonia Bocero consigue ese estado de máxima intensidad expresiva en este poemario que quizá no hubiera podido ser escrito sin las conquistas de los poetas surrealistas, aunque, más que surrealista, por el esplendor de sus imágenes, si no hay nada nuevo bajo el sol, encuentro que tiene un sabor simbolista, porque crea una atmósfera especial, a veces obsesiva, que nos arrastra, misteriosamente, hasta la última etapa de las vivencias de ese personaje.
Porque “Ángel de guerra”, todo él, tiene algo de imagen onírica, pero es también, al mismo tiempo, el frío reflejo de nuestra realidad. Hay algo también en este poemario que tiene un regusto a “Divina comedia”, una “Divina Comedia” sin Dios ni Satán. Es ese ir ascendiendo, en lo que llamaría una ascensión inversa porque lleva al protagonista hasta la sexta planta, hasta ese mundo cerrado, a ese infierno de donde no puede escapar.
“Ángel de guerra” es un poemario frío, pero que quema como el hielo quema, ante el cual no sabemos si nos encontramos ante poesía épica, lírica o social: supera estos conceptos y nos entrega el mundo tal cual es: cruel y magnífico.
Me parece importante también subrayar la ausencia del “yo” en el poemario, escrito en tercera persona del singular. La realidad se nos da no directamente, sino a través una constante manipulación de los medios audiovisuales (“Sube el volumen”/ “Zapea”). Es “un viaje que no tienes horas”, que “…muestra la vida pisoteada/ por pájaros bestiales”. Todas las contradicciones, todos las incertidumbres de la sociedad, se le van mostrando al protagonista, que pasa hasta por “la sociedad bienpensante” y a nosotros mismos. Insisto en que la contemplación de la realidad no se produce directamente, el protagonista no la contempla directamente, sino a través de un constante “zapping”. Y es ese método lo permite una visión global y deshumanizada de la realidad.
En la 2ª parte del libro, “Otros poemas”, Antonia Bocero, un tanto a la manera de Pessoa, (me explico son tan distintos estos poemas que bien hubiera podido firmarlos con heterónimo) cambia totalmente de voz y de registro. Son poemas breves, que, aunque en la forma, métricamente, no respondan a la estructura delHaiku japonés, sin embargo están imbuidos de su misma concepción y espíritu: con gran sencillez logra dotar a estos poemas de profundidad y sentimiento. Son imágenes, como he dicho, sorprendidas en el presente (véase el uso de los presentes), terminología pasada por el tamiz de la naturaleza: murmullos del mar, conchas, vuelo de aves, mariposas, alguna referencia de sabor histórico-pagano (Adriano y Antinoo), chopos que arden en su propia música (qué bella aliteración).
Para explicarlo en términos pictóricos (no en vano Antonia Bocero es una crítica de arte que, recientemente, ha publicado una obra definitiva sobre el Indalismo), es como si hubiésemos pasado de la encáustica o el acrílico a un delicadísimo juego de acuarelas, con gradaciones, transparencias y reflejos que, sin embargo, no tienen nada de convencional. Porque una vez más Antonia Bocero salva el escollo de la cursilería y nos ofrece una imagen depuradísima de una naturaleza intacta que ella lleva dentro.
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