- Henrichs, Bertina. La jugadora de ajedrez.
Trad. Manuel Talens.
Madrid: Alianza, 2007. - Joueuse.
Dir. Caroline Bottaro. Guión: Caroline Bottaro. Basada en la novela de B. Henrichs. Studio Canal, 2009.
Reseña de Carmen Hernando
Heleni es una camarera de pisos griega que vive en la isla de Naxos. Criada en el seno de una familia apalancada en la tradición, lleva una vida un tanto anodina y monótona, cumpliendo con las expectativas y funciones que se esperan de ella, tanto dentro como fuera del hogar. El mundo en el que se mueve es, asimismo, un pequeño pueblo en el que no hay cabida para los secretos y donde la menor de las excentricidades no pasaría desapercibida. Heleni tiene la costumbre de soñar despierta. Aprovecha las largas horas de limpieza desarrolladas de manera automática para dar rienda suelta a su imaginación. Este es su único secreto. Por lo demás, su vida transcurre con total normalidad, entre el trabajo y las labores domésticas, las charlas acerca de los últimos chismes (en las que ella no participa más que como oyente) y el ratito en el bar para descansar un poco mientras bebe un poco de ouzo.
Un buen día, durante su acostumbrada limpieza matutina, Heleni se percata de que los huéspedes que se alojan en la habitación número 17 han dejado sobre la mesa un tablero muy hermoso sobre el que descansan una serie de figuras, cuya función se le antoja enigmática a la camarera de hotel. Recoge una de las misteriosas figuras del suelo y siente algo de vergüenza al no saber dónde debería colocarla... Las sesenta y cuatro casillas del tablero son aún un universo desconocido para ella. Heleni ha desarrollado un instinto en sus largos años de trabajo en el hotel, de modo que rara vez se equivoca al tratar de identificar la procedencia de los huéspedes. Los dueños del bonito tablero de ajedrez, franceses, no son una excepción. La mujer se queda embelesada cada vez que los oye hablar, del mismo modo que llama su atención el idioma cuando pasa por el concurrido comedor. El flujo de sonidos que brota de sus bocas evocan en su mente la belleza y la elegancia de París. En definitiva, la imagen de la joven pareja francesa, el perfume de ella, tan picante y embriagador, así como la curiosidad que despierta en ella el misterioso juego, hacen que la doncella tome una decisión: le regalará un tablero de ajedrez a su marido por su cumpleaños y así podrán jugar juntos.
Su plan no resulta en absoluto como la mujer había imaginado. Su esposo no presta la menor atención al tablero y en última instancia se le antoja un juego difícil en extremo. Heleni comienza a aprender a jugar por su cuenta, y, desesperada ante la imposibilidad de jugar contra "la máquina" ella sola, requiere la asistencia de un antiguo profesor al que todos respetan en la isla. Las reuniones de ambos para jugar al ajedrez pronto despiertan la curiosidad y habladurías de los habitantes de Naxos, isla en la que habría sido de menor gravedad incurrir en una infidelidad que cometer cualquier tipo de -para los inacostumbrados provincianos- "excentricidad" semejante.
Heleni y su marido se ven al borde del divorcio, ante todo porque su esposo, Panis, se siente humillado por las habladurías y se toma la situación como una afrenta personal. La propia Heleni, conociendo como conoce bien las normas no escritas que dictan cómo ha de comportarse una mujer en Naxos, decide desde el principio esconder a su marido y al pueblo entero, su extraña actividad lúdica, que en cualquier caso adquiere para ella un cariz más propio de una profesión que de un juego. La mujer, que pasa ya de la cuarentena, desearía poder compartir su hobbie con los más cercanos a ella, pero sabe que ni siquiera su mejor amiga comprendería lo que siente al adentrarse en este universo, nuevo para ella. Tampoco lo aceptarían como un comportamiento adecuado para una mujer de su edad, y la tacharían de loca cuando menos. Se ve abocada, por tanto, a compartir su secreto con el viejo Kouros, antiguo profesor de la escuela, que nunca la consideró especialmente brillante pero que se percata del cambio que se ha producido en la sencilla mujer. Tras meses de duro entrenamiento, el profesor consigue que admitan a Heleni en un campeonato de ajedrez que tendría lugar en la capital griega. La mujer viaja a Atenas, abandonando su hogar familiar de madrugada, sin previo aviso. Mientras tanto, el profesor, de salud delicada, enferma gravemente y es ingresado. La jugadora de ajedrez demuestra su valía, finalmente encontrando su derrota en la tercera ronda del torneo. Panis toma por fin una decisión. La idea de divorciarse y la rabia que sentía anteriormente se hacen a un lado para dejar paso al orgullo que siente por su esposa, una mujer sencilla pero con determinación, que con su empeño consigue lo que se ha propuesto. En su viaje a Atenas, Heleni adquiere ese maravilloso perfume que usaba la dama parisina del tablero de ajedrez. Regresa a Naxos convencida de que lo ha perdido todo por un sueño, de que quizá no haya merecido la pena. Sin embargo, la historia termina con la promesa de que el sacrificio ha dado su fruto, y de que, de una vez por todas, cuenta con el apoyo de su marido, de su jefa y de la isla entera, que la esperan con impaciencia, y que hablan con orgullo de su representación en el famoso torneo.
Este espléndido libro, sencillo y profundo a la vez, merece una pequeña reflexión. El profesor Kouros, hombre de letras por vocacíón, a pesar de ser hijo de pastores, podría considerarse como el mentor de Heleni. Al fin y al cabo es él quien le sirve de guía en su aprendizaje. El narrador hace hincapié en las capacidades intelectuales del profesor así como en el lugar que estas ocupaban, y la función que estas desempeñaban en su vida. Parece ser que llegó un momento en que el profesor dejó de sentir apego por el mundo que le rodeaba para adentrarse en el mundo de la imaginación y la literatura. Como el manchego caballero que se refugió en la literatura caballeresca, así el profesor Kouros encontraba consuelo en sus libros. Llegó un día en que renunció a todo tipo de compromisos sociales, sacrificando su vida por un universo que se le antojaba más real que el suyo propio.
El profesor comprendía que la iniciación de Heleni no sería fácil, y que esta probablemente tendría tentaciones de tirar la toalla, no teniendo como él tuvo el consuelo de sumergirse en sus libros. La mujer, no obstante, luchaba por retener en su cabeza todas las tácticas que había de aprender para mejorar su técnica, no importándole lo que otros pudieran pensar al respecto.
Kouros termina su vida solo y enfermo, podríamos pensar. Sin embargo, parte de este mundo con la tranquilidad que le confiere la convicción de que ha sacado a flote a una mujer que se ahogaba. Puesto que Heleni no cuenta en un principio más que con el apoyo del profesor, este es indispensable en su viaje iniciático.
Existe una reciente versión cinematográfica de la novela. Curiosamente, la propia autora del libro ha trabajado como guionista y realizadora de cortometrajes.
La versión cinematográfica es una adaptación franco-alemana, que sitúa la acción en un pequeño pueblo de la isla de Córcega, en el que se refleja muy claramente el ambiente en el que vive Heleni en su isla griega. La tradición, los estereotipos masculino y femenino y los clichés se ponen de manifiesto en el marco de fondo.
Resulta significativo que, en la película, se plasma con claridad todo lo que para Heleni vienen a evocar la pareja francesa y el juego de ajedrez. La mujer desearía encontrase en una situación similar, idílica, en la que su esposo y ella juegan una partida de ajedrez, rodeados de una luminosidad mágica, y ella, ataviada con un elegantísimo camisón de seda, con una amplia sonrisa en el rostro y el fuego del amor en los ojos.
Para terminar, merece la pena mencionar que tanto la versión cinematográfica como la novela original plasman la metamorfosis de una mujer sencilla con aspiraciones -escondidas e inconfesadas, en un principio- intelectuales e incluso espirituales, más allá de lo puramente terrenal, en cualquier caso, que finalmente se materializan gracias a la intervención de un personaje pintoresco, en cuya vida también ella dejará su impronta
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