R.L. Ser escritor que es para Juan
Ballester, ¿Vocación o pasatiempo?
Creo que hay dos clases de escritores, los que querían serlo
desde jóvenes por vocación, y los que comienzan de adultos, casi siempre para
plasmar un hecho real traumático que debe ser expulsado. En mi caso, un día me
estaba ahogando por un problema en un bar y alguien -que luego se convirtió en
un personaje-, me dijo desde la barra: “Si lo escribes, dejarás de tener el
problema, aunque pasarás a tener el problema de haberlo escrito”.
R.L. ¿Ha pesado en la construcción
de tu última obra “Ese otro que hay en ti”,
el haber obtenido en el 2012 el XXII premio de la crítica literaria Valenciana?
Cuando fui galardonado por un jurado en el que figuraba el
presidente de los críticos literarios españoles, pregunté a un amigo escritor cómo
debía valorarlo, y me contestó que el sentido de aquel premio era que la
crítica me daba permiso para ser escritor. Podría haber caído en la tentación
de escribir otra novela inmediatamente, pero no lo hice porque a mí no me sale
cuando quiero. Ese Otro que hay en ti ha sido un acto no consciente, una
explosión creativa no programada e imprevista.
R.L. ¿Desde tu última novela “El efecto Star Lux”, hasta la aparición
de “Ese otro que hay en ti”, han transcurrido seis años,… a que se ha debido
ese lapsus?
Dicen que se notan los siete años que he estado escribiendo
artículos literarios en los diarios y dedicándome al trabajo de edición en el
sentido más bello de la palabra, el de meterse hasta el cuello en las novelas
de otros.
R.L. Tus personajes están muy bien
definidos… ¿Cuál es tu proceso de construcción, te fijas en personas reales o
son fruto exclusivo de tu Imaginación?
Creo que cuando las personas escriben de adultos, la materia
prima son sus propias experiencias y parten de la realidad de la que solo
pueden ir alejándose poco a poco. Yo todo cuanto escribo está basado en
experiencias personales, en personas de carne y hueso, pero ahora ya tengo una
gran capacidad para mezclarlos en la paleta de colores y dibujar mi propio
mundo.
R.L. ¿Cuál de ellos es tu preferido?
Le debo mucho a muchos personajes, tú los creas a ellos y
ellos se meten dentro de ti; responder a esa pregunta sería cómo que a cuál de
mis hijos o de mis padres prefiero. De todas maneras, mi más admirado personaje
es Carlota, porque al terminar de leer se sale de la novela y te ofrece un
lápiz de labios o te pinta un bigote, según seas hombre o mujer.
R.L. ¿Qué personaje se te ha
revelado más, te ha plantado cara o ha tomado un protagonismo que no
pretendías? ¿Le dejaste actuar libremente o tuviste que pararle los pies?
Carlota se ha batido en duelo contra mi plumilla desde el momento
que la dote de vida, desde el primer trazo. Ha ido mucho más allá de cuanto puede
imaginar, ha tomado el control, me ha seducido y he abandonado a los demás personajes,
por su culpa. En Japón mucha gente no cree que exista el amor en el mundo real y
mantienen relaciones formales con personajes de ficción. La parafilia se llama
científicamente complejo 2-d y yo lo padezco.
R.L. Dicen que los escritores son
parte de sus personajes, que se deja una impronta en todos y cada uno de ellos,
¿estás de acuerdo?
Seguro que ellos también me tienen aprecio.
R.L. ¿Alguna de tus obras tiene algo
de autobiográfico?
Cuanto más me alejo de los inicios menos tienen de
autobiográficos. En la primera novela sobre la amistad y la traición casi no me
despegué de mi vida y en esta última, aunque hay mucha experiencia personal
repartida, solo hay una escena autobiográfica: es el encuentro con mis
compañeros de clase de Jesuitas veinticinco años después de abandonar el
colegio.
R.L. ¿Por qué rescatar personajes
del “Efecto Star Lux”, en “Ese otro que hay en ti? ¿Y los
escenarios? ¿Se debe a la morriña por tu tierra natal?
Llevaba siete años sin escribir ficción y con un personaje
de la novela anterior hice un pacto: “como no puedo escribir ni una letra te
vuelvo a utilizar, pero a cambio te mato para no volver a hacerlo”. Se llama
Germán y no he podido matarlo. Como lo que quería es escribir una novela negra
valenciana con el fondo de las fallas, me lo llevé a la ciudad en la que viví
la primera mitad de mi vida. Se la debía.
R.L. ¿Qué puedes decirnos de tu
faceta de articulista, es difícil encontrar contenidos?
Para mí sí porque escribo en la Tribuna general artículos de
corte literario que debo relacionar de alguna manera con hechos de actualidad. Por
ejemplo, "Matarás a tu padre” hablaba de la relación paterno-filial con ocasión
de una sentencia que anulaba en Italia un matrimonio canónico por ‘mamonits’. Como Antígona que nunca pudo aceptar las
leyes del amor y de la vida por culpa de su absorbente madre.
R.L. ¿Dónde te sientes más cómodo:
como escritor, articulista o Registrador Mercantil?
No hay ninguna droga peor que la que sufre un artista en el
proceso de creación, puedes perderte en un mar sin límites, ni brújula ni timón.
Uno puede repasar los temas de Derecho Hipotecario, pero no los temas de la
vida y no creo que en ese lugar sin plantilla en el que descubres tu alma,
nadie puede sentirse cómodo; más bien atacado de pánico.
R.L. ¿Cuando escribes una de tus obras, te sientes como dios,
capaz de decidir sobre el devenir de tus personajes, la historia, la trama… o
simplemente eres un narrador que articula una historia?
El papa polaco hizo una distinción con dos palabras de su
idioma entre el Creador (que es Dios que crea desde cero) y el Artífice (que
modifica lo ya existente) También he oído una distinción a propósito de
Blasco-Ibáñez, que permite afirmar que hay buenos narradores que no son buenos
escritores. Si yo tuviera que elegir, mi obsesión es la
buscar la excelencia en lo narrado.
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