martes, 8 de enero de 2013

Reseñas asesinas: Dios vuelve en una Harley, de Joan Brady.

Editorial: Ediciones B
Año publicación: 1995
Temas: Literatura : Romántica, Ensayo : Espiritualidad y esoterismo
ISBN: ISBN: 9788466629287
eBook Dios vuelve en una Harley de Joan Brady

Reseña asesina de Ana Coluto.

Lo sabía, tenía que haberme abstenido. Si es que en una sinopsis que leí por ahí ponía algo sobre que este libro contenía un buen puñado de "deliciosas reflexiones" a cerca de "la vida y la felicidad" Mal asunto. Me cago en las deliciosas reflexiones: ñoñería al canto. Lo sabía y lo leí, así que mea culpa: me merezco todo lo que me pase.

Al lío: Christine es una tiparraca patética y repelente.  No hace falta ser dios para darse cuenta, y decirle cuatro cosas a bocinazo limpio. Pero en esto que aparece dios en forma de Adonis macizo enfundado en cuero a lomos de una Harley. Su misión consiste en darle a Christine una lista de mandamientos personalizados. Lo único que rescato del libro es cuando Dios admite que dar diez mandamientos genéricos y tan rígidos, tan poco adaptables a las circunstancias personales del individuo, fue claramente un error que urge enmendar.

A partir de aquí el libro divaga entre la autoayuda zen y la tensión sexual entre los personajes. Sí, ya sé que suena esperpéntico, siendo que el personaje masculino es dios. Básicamente es que es esperpéntico. Pero aquí que cada palo aguante su vela y yo ya he entonado un mea culpa. La tensión sexual por ridícula que parezca, tiene que haber sido cuidadosamente planificada por parte de la autora, es decir, no se la ha escapado el pedete, ha sido a posta: Dios todopoderoso supongo que podría haberse representado en forma de Quasimodo deforme en caso de no pretender generar este tipo de tensión. Pero no, se presenta en modo petit suisse de fresa, con abundantes referencias a su musculado torso y su varonil apostura. Cuando ya hay contacto físico, manitas y cariñitos a la boca se me venía la nausea.

No terminaba de ver claro si Christine iba a follarse a Dios o no,  cosa que hubiera sido digna de haber sido leída (un polvo divino) por alguien refinadamente morboso. Pero chasco, el libro avanza y resulta que el amor es otra cosa. Es amor puro, universal, cósmico, trascendente... Nada de guarrerías. Pues vaya decepción. ¿Qué pinta aquí entonces el muñequito Kent  haciendo posturitas?

El final es tan inevitablemente feliz y pasteloso que no recuerdo una subida de azúcar en sangre de origen visual comparable desde la universidad: tenía una amiga me llenaba el correo de powerpointitos chorritas de cachorritos de gatitos y perritos de agüitas con lacititos rositas. Creaciones dignas del delirio mental de Ned Flanders.  Ni meterse una cucharada sopera de cola-cao en polvo a la boca empalaga tanto.

Total: ¿Qué por qué continué entonces con la lectura de "Hasta el cielo"? Porque soy gilipollas. Y un poco masoca. Lo sé y lo admito. Pero en líneas generales soy feliz así, que le vamos a hacer.  Bueno, no fue por eso, o mejor dicho, no fue sólo por eso. La culpa es del formato: cayó en mis manos casualmente la trilogía compacta en forma de "librino" y en esa época usaba a diario un transporte público de unos veinte minutos ida, y sus correspondientes de vuelta. Podéis creerme o no si os digo que el único motivo por el que continué leyéndolo es porque en todo ese tiempo, no vacié la mochila, y simplemente, el libro "estaba ahí".

La verdad es que el formato es comodísimo "para llevar", es un "de bolsillo" propiamente dicho, cabe perfectamente en el bolso trasero del pantalón. No pesa ni abulta, es una monería y una vez abierto es increíblemente manejable con una sola mano, aún en el caso de ir de pie en el autobús haciendo malabarismos con la otra. El tamaño de letra sin embargo es aceptable, ya que la disposición del texto es apaisada. Es un formato muy simpático, chiquito pero matón. Lo único malo: la fragilidad de los laterales que no están protegidos con la cubierta, mal asunto si sufre un encontronazo con un manojo de llaves, cosa fácil para un libro mochilero. El papel es tan sumamente fino, tipo biblia,  que no sale bien parado en caso de atentado contra su integridad. Por otro lado, impide que califique el libro directamente como "infumable" Al contrario, eso tiene que prender y tirar de miedo.

En fin, volviendo al tema: El caso es que cuando dios ha terminado su labor con Christine se fija en otra torda, en esta ocasión de muy buen ver, a la que ir a darle sus consabidos mandamientos personalizados. Entonces la narración pasa en primera persona a la torda de buen ver, que a la sazón, es bailarina de strip tease. Bien, las reflexiones mentales de esta segunda protagonista dejan a las de la primera protagonista bien paradas (sí, esa a la que califiqué de patética y repelente). Comparando lo uno y lo otro, las reflexiones de la primera pasan a parecer altas expresiones filosóficas de nihilismo vital. Es decir, que la segunda, cada vez que abre la boca dice una estupidez más gorda que la anterior que te hace pensar en si el coeficiente intelectual del personaje  es el adecuado para su edad o si hablamos de un caso de retraso mental profundo. O si hablamos de que la autora nos presupone dicho retraso a los lectores.

Ejemplo gráfico: "la temperatura exterior rondaría los 27 grados, a pesar de lo avanzado de la noche, y el tipo llevaba puesta una cazadora de cuero con las mangas subidas. No parecía molestarle el calor, sin embargo el detalle de las mangas me hizo dudar de sus preferencias sexuales. Ciertamente era una suposición algo aventurada, y la mayoría de mujeres probablemente no hubiera reparado en ello, pero con mi perspicacia y mi amplia experiencia, estaba más que segura"

Aviso para navegantes: no remangarse la cazadora, es de gays. A mayores: Dios es gay. O lo parece, es lo que tiene remangarse la cazadora cuando inusualmente hace calor, en vez de torrarse dentro de ella cual machote hecho y derecho. Lo dice la perspicaz ésta, dada su amplia experiencia. 

Ejemplo gráfico dos: "Por último me centré en su rostro. Por lo general, es lo primero que observo (después de haberme cerciorado de que tienen un cuerpo perfecto, claro), porque las caras me fascinan.

Lo primero que observas después de haber observado otra cosa es lo segundo que observas. Y si es lo último, no puede ser lo primero, a no ser que sea lo único. De nada, yo sí veía a Coco en Barrio Sésamo, por lo tanto, sé contar. De todos modos, yo diría que para cerciorarse de que alguien tiene el cuerpo perfecto, mi perspicacia y amplia experiencia, me dice que  habría que verlo en pelotas. Claro que con tu perspicacia y amplia experiencia y adicionalmente, gafas infrarrojas… O eso, o primero te lo zumbas y luego le miras a la cara. Eso sí que tiene que ser fascinante a tope.

Son dos perlas extraídas de la novela al azar, abriendo el libro aleatoriamente.  Creo que no hace falta poner más ejemplos, creo que estos dos retratan perfectamente a la personajilla.

Y hasta aquí puedo reseñar, porque hasta aquí llegó mi paciencia y el trabajo al que me desplazaba en autobús.  Aunque la edición que tengo del libro incluye los tres volúmenes "Hasta el cielo" ya me provocó una obstrucción gástrica de dimensiones suficientes como para desistir de ni siquiera tentar el tercer libro, "Dios vuelve en una Harley: El regreso" (Qué original título, ahí, escurriendo neuronas a tope, como si no se gastaran)

Y si en algún momento se me acerca un apuesto y varonil motero sonriendo dulcemente dos palmos por encima de su musculado torso… pies para que os quiero… o me acojo al axioma del libre albedrío bajo el cual, si me da la gana, estoy en mi santo derecho de irme al infierno con toda la paramenta incluida.

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