jueves, 15 de noviembre de 2012

Once minutos, de Rafael Sierra

Rafael Sierra
ISBN: 978-84-937013-2-1
Paginas: 192
Formato: 12x19 cms.
Encuadernacion: Rústica cosido hilo y encajado.

OPINIÓN DE JOSEPH B MACGREGOR

EL Hitler de Once Minutos es un ídolo caído que presiente que el final de sus sueños de grandeza está cerca. Su utopía de conseguir una sociedad integrada por hombres perfectos se ha quedado en eso… en una mera utopía, en un ambicioso proyecto irrealizable. Y cuando siente próximo el fin decide realizar un último viaje, al campo de concentración de Dachau para visitar al hombre que un día decidió acabar con su vida, atentado frustrado gracias a que el dictador alemán marchó once minutos antes de lo acostumbrado del lugar en el cual iba a estallar la bomba. Quiere conocer las razones que llevaron a éste a querer eliminarlo.
Nos encontramos pues con una novela “teatral”, muy dialogada; de hecho ha sido adaptada  por la compañía de Teatro “El Beso y estrenada en Bilbao con gran éxito.

Sólo dos personajes:  George Elser y Adolf Hitler los cuales mantienen una conversación que va ganando en profundidad e intensidad conforme vamos avanzando en la lectura del libro, intentando comprender como afirmaba Jean Renoir que “todos tenemos nuestras razones“.  De alguna forma, sin intentar justificarlo en absoluto, Rafael Sierra intenta que comprendamos al monstruo.
 

La novela está estructurada en dos partes: una muy breve en la que se nos describen los preparativos del viaje. De alguna forma, nos sirve para descubrir el lado más humano o entrañable del dictador que al fin y al cabo fue un niño como todos los demás al que le gustaban los espectáculos de autómatas y las excursiones familiares a la montaña o al que sus padres nunca regalaron un tren de juguete.  De igual modo, se nos descubre  a un Hitler que poseía una sensibilidad especial para la música y que quizá pudo echar de menos en aquellos últimos días sus juveniles y frustrados inicios como artista pictórico. Este retrato humanizado del dictador alemán entronca directamente con otros intentos parecidos como el que realizaron hace unos años en Alemania con el film El  Hundimiento, interpretado magistralmente por Bruno Ganz. De alguna forma ambas obras, la novela de Rafael Sierra como  la película dirigida por Oliver Hirschbiegel, nos presentan a un Adolf  Hitler terriblemente cansado del personaje que diariamente se veía obligado a representar y con el que se sentía cada vez menos identificado.

La segunda parte de la narración se desarrolla por entero en una habitación en la que Hitler expone sus razones, sus descabelladas teorías de raza y dominio universal a Elser. Al dictador no le cabe en la cabeza como un hombre que, en teoría, debía de ser el que mejor comprendiera  su ambicioso proyecto, el cual tenía como principal razón  de ser mejorar y convertir a Alemania en un gran Imperio de grandes hombres,  pudo querer atentar contra su vida; al fin y al cabo George Elser era también un patriota como él. Y ambos se enzarzan en una dialéctica que sinceramente no se me hizo nada pesada, muy interesante y en la que se abordan temas de enorme profundidad y complejidad de manera clara y amena.

Hitler no era ningún loco ni un paranoico sino  por el contrario alguien que tenía las ideas muy claras – que estuviera equivocado es otro tema – pero en absoluto su aspiración de crear un Estado de Hombres Perfectos y puros surge de la locura sino que estaba absolutamente convencido – con argumentos, desde su punto de vista, muy bien fundamentados – de que esa era la única manera de salvar a Alemania y convertirla en una nación próspera y poderosa.

Por el contrario, George Elser creyó equivocadamente que únicamente acabando con la vida del dictador se podía parar semejante barbarie, pensaba que “muerto el perro, se acabó con él la rabia”. Por eso de alguna forma se ve a sí mismo también como una suerte de visionario que intuye lo que se le podía venir a Alemania encima si Hitler continuaba con su idea de implantar el Tercer Reich. Dos hombres absolutamente opuestos pero con un punto en común: salvar a su pais; el primero mediante la eliminación de cualquier tipo de interferencia en su proyecto (exterminando judíos por ejemplo) y el segundo, mediante un atentando contra la persona del dictador.

Pero si Hitler estaba equivocado en sus sueños de pureza de raza, Elser lo estaba cuando creía que eliminando al dictador sus ideas morirían con él. Desgraciadamente, no fue así y no es  así tampoco en la actualidad. Muy al contrario, las ideologías de corte radical cada vez están tomando más auge en nuestra sociedad, cada vez se les da más cancha, van copando canales de televisión, medios de comunicación e incluso partidos de extrema derecha llegan a ganar varias veces consecutivas elecciones democráticas en países europeos.

Rafael Sierra demuestra una gran habilidad a la hora de manera diálogos pero se me antoja un poco más limitado de recursos a veces a la hora de introducir pequeños descansos en la conversación: por ejemplo, desde mi punto de vista los personajes miran demasiado el paisaje que se ve a través de la ventana cuando dejan de hablar. Sin embargo, los momentos de evocación o nostalgia resultan bastante conmovedores por ejemplo cuando se nos cuenta como Elser ha guardado un tarro de leche condensada en la que aparece la foto de un bebé ya que le sirve para recordar a su hijo o algunas evocaciones que Hitler hace de su infancia o adolescencia.

JOSEPH B MACGREGOR

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