Año publicación: 2007
He de admitir que hacía tiempo que no me ilusionaba tanto con la lectura de un libro. Tal vez porque había abandonado un poco la oportunidad de leer una buena novela histórica.Sus seiscientas y pico páginas ciertamente me han sabido a poco, me las he bebido con una sed inusitada.
Javier Negrete consigue crear una atmósfera ideal, en la que se desenvuelven con soltura cada uno de sus personajes, dándole cuerpo y personalidad a cada uno de ellos. Humanizar los grandes nombres con peso en los anales del tiempo.
La figura de Alejandro, aquel macedonio hijo del gran rey Filipo, que fue capaz de liderar las mayores hazañas bélicas de todos los tiempos, nace en la trama argumental desde su aura divina, el escritor nos presenta al hombre. Dominar los corazones de los generales y las personas que le acompañaban en cada aventura, fue sin duda su mayor conquista, lo que le llevó a alcanzar esas cotas, magnánimo e implacable ante la traición, impulsivo, pero sobre todo insaciable en sus ansias de conquista. Lo que entendía como su deber.
¿Que hubiera pasado con las otras potencias de no haber muerto envenenado el rey de reyes? Cambiar el destino, eludir a la muerte en el año 325 a.c. asentar su dominio sobre oriente y poner la vista sobre las dos potencias de la época. Cartago y Roma, someterlas probablemente se convertirían en su obsesión para establecer sus bases comerciales y estratégicas en el Mediterraneo.
El ardor guerrero, el dominio de las tácticas, la consecución de los objetivos trazados, eran el motor de vida de estos elegidos por los dioses. Su forma de vida representaba para ellos la luz, despreciando a los otros pueblos, a los que llamaban bárbaros. La ciencia y la superstición al servicio de la guerra.
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