miércoles, 9 de mayo de 2012

El eslabón Sinaiticus, de Sonia Tomás


¿Cuál es el gran secreto celosamente guardado de los inicios de nuestra era, que esconden las profundidades del Támesis?

La leyenda del pasado que durante siglos la Iglesia a conseguido mantener oculta, se encuentra bajo las aguas de la mismísima capital de Inglaterra.
Ian Dickens, experto profesor de arqueología de la University College, junto a su compañera de pupitre años atrás, Rachel Heather, y su veterano maestro de cátedra retirado, August Colins, deberán destapar la sorprendente revelación que partirá con un extraordinario hallazgo. Un enigma que conducirá a una palpitante trama, cargada de giros inesperados, verdades, mentiras, realidades históricas, símbolos y sospechas, cuyo ritmo imparable no te dejará escapar.
Esta es la historia que de las antiguas Sagradas Escrituras nunca se supo, porque en ellas jamás fue albergada, y que debió ser contada. Aquella que en algún momento del Medievo Londinense, condujo a sus valerosos protagonistas a una vida de sufrimiento por su especial mutación, cuyo dolor en el tiempo sería transformado en la obsesión por lo sobrehumano, fortuna y notoriedad, por aquellos que en masa llegaron a ser sus más fervientes admiradores.



Un viaje salvaje y convincente que visitará el pasado, aterrizando vertiginosamente en el presente.
¿Su futuro?
Está en tus manos ... 

Palpitante libro que abre un debate controvertido entre ciencia y religión.
Una peligrosa carrera de investigación a través de un laberinto de verdades ocultas. 
Un reto enigmático para el lector'
   «Prepárate para sumergirte en un búsqueda tan trascendental, que sólo su custodia justificará por sí misma la revelación de la leyenda, y te sumirá en una tensión bajo un enigma del que no podrás escapar».

PRÓLOGO

 Desde la existencia de la vida, las mutaciones físicas han estado presentes por diversas causas.
Sin embargo, en el pasado, algún espacio de tiempo en el Medievo londinense trajo con sigo un nuevo fenotipo.
Un sobrecogedor suceso que marcaría el futuro de la historia
«para siempre».

En algún lugar de la Iglesia de San Pedro en la Abadía de Westminster, hubo un tiempo en el que la más recóndita de sus celdas era destinada clandestinamente a la atención médica de aquellos que su ilustre linaje adinerado beneficiaba y a cierto grupo de frailes anglicanos. Camuflados bajo un hábito religioso, tintado con el color del mando que ocupaban en su jerarquía, desertores de su causa sin ser pública su elección, habían hecho de la extorsión a mediocres médicos y curanderos, su particular ingreso de vida. Un «infirmarium» enmascarado en la gran Catedral de Inglaterra bajo su asfalto, por investiduras y sepulturas de grandes monarcas y personalidades.

Durante años, los traidores apóstatas hallaron fondos sin subordinación alguna a particulares sentencias del Parlamento, pues a expensas del poder de sus Reyes, estos no disponían de ejércitos regulares y sus ingresos eran limitados, considerando la interpretación de cualquier beneficio o intento de restablecer catolicismo como objeto de violenta respuesta.

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