lunes, 5 de marzo de 2012

Red Final, de Amando Lacueva

La amenaza de los grises

Título: Red Final

Editorial: Quadrivium
Encuadernación: Rústica cosida (220x145).
Páginas: 503.
ISBN: 978-84-92604-62-3
Publicación: 2012
Precio: 18€.

Reseña de José Lozano
Cuatro partos y un lector

Por fin hice hueco a este el cuarto parto de Amando Lacueva, un manchego procedente de la capital de la Hispania Citerior, donde lleva mas de 30 años ejerciendo de dominatrix en la agencia tributaria (¡un poco de respeto!). Y digo por fin porque después del buen regusto que me dejó en el paladar la ingesta (que asquerosamente antropófago suena esto) de su primer parto (El Triángulo Vikingo, Mundos Épicos, 2008) tenía ganas de echarle el diente a otro para comprobar si nuestro amor era flor de un solo día.


Por el camino he dejado a sus otros dos retoños: El Sexto Sol (Hera, 2009), una novela que habla de las profecías mayas y que probablemente vaya más en la línea de las dos novelas mencionadas, y La Guerra del Francés (Citerior, 2011) que es necesariamente su novela más famosa (contextualicemos: estamos hablando de un escritor no demasiado popular e injustamente poco reconocido). Esta última es más accesible, deja el subgénero de la sci-fi que domina el resto de su producción literaria y se adentra en el escabroso mundo de la novela histórica, donde te pueden caer hostias como panes a la mínima que te desvíes un poquito de lo que marcan los gurús, historiadores o frikis varios, o pongas un punto y seguido donde debería ir un punto y final.

La transición

Y claro, haber pasado del primer crío de Lacueva al último me capacita para hablar de su salto cualitativo como autor en un sentido global (otra cosa es que mi opinión tenga la misma validez que un cagarro de oveja churra, pero departamos este nimio punto en otro momento, por favor), aunque haya perdido los detalles intermedios.

Habrán pasado más de cuatro años entre un libro y otro. En ese tiempo ¿le habrá dado al autor tiempo a evolucionar? ¿Y forjar su identidad propia? He de decir, tajantemente, que en ambos de los casos, la respuesta es afirmativa.

En cuanto a la evolución, Amando ha logrado pulir ciertos aspectos de su primera novela que no quedaron del todo rematados. Aquí me debería centrar en los personajes, pero hablaré de ellos más adelante.

En cuanto al estilo, he de reconocer que Lacueva tiene un toque propio, cuando lees un libro u otro notas ciertas similitudes que hacen que puedas asegurar que, efectivamente, ambos han sido escritos por el mismo tío, y que no tiene negros escribiéndole las novelas como todo escritor serio que se precie (¿quiere decir esto que Amando no es serio? Mmm... Debería rescribir esta parte...).

Presénteme a esta preciosidad

Pero pasemos a la edición. Quadrivium presenta un libro en rústica con un buen tamaño de letra que, en combinación con un gramaje perfecto, hace que el resultado sea comodísimo de leer. Y aunque en líneas generales el resultado es correcto debo apuntar varias cosas que podrían mejorarse. Para comenzar, la portada. Por más que la miro, no logro imaginarme qué es, es un cúmulo de algo amorfo, nebuloso y extraño. Sería perfecto para la feria ARCO, pero como portada de una novela no me convence en absoluto. Por no hablar de la combinación de rojo y azul (no seáis suspicaces, el editor es del Girona), donde el nombre del autor pasa incómodamente desapercibido en un paisaje hostil.

Por otro lado, la maquetación no es todo lo fina que yo esperaría. Dos detalles sin importancia afean la edición. El primero es la ausencia absoluta de índice. De hecho, te enteras que la novela tiene tres partes al llegar... a la tercera. El segundo es que los capítulos no empiezan en página impar, como debería ser, si no que aparecen allí donde al editor le parece bien (sí, hazme caso, acude a cualquier libro y comprobarás que todos los inicios de capitulo están en páginas impares).

También echo en falta un corrector. No es que Amando cometa muchos errores, pero me he encontrado por el camino un par de errores ortográficos, algún que otro error tipográfico y varios errores de división de palabras en los saltos de línea. En todo caso comprendo que los correctores son un lujo a la altura de editoriales con grandes tiradas.

El internet más avanzado

Pasemos a la novela. La Red Final no se trata de una evolución de los internets más allá de las Ipv6, si no de una novela que, en palabras del autor, se define como una ciencia ficción política. No tengo claro de donde sale esa definición y no voy a cuestionar su validez pero si me preguntasen a mí yo diría que se trata de una peli de marcianos, y punto.

Mis conocimientos al respecto son relativamente escasos. Tampoco es un tema por el que muestre especial interés, pero mis pinitos hice en su día con juegos de rol como Delta Green o Invasión, o el mítico juego para PC  X-Com, de modo que términos como Grises, Hangar 18 o los Foo Fighters (pero los buenos, los de The Colour and the Shape, no los de ahora) no me son del todo desconocidos. Y aunque aquí por tierras bárbaras no le damos demasiado juego a los extraterrestres (el único que nos parece realmente simpático es E.T.) en yankilandia existe un verdadero culto a esto de la ufología.

La novela toma como punto de partida a unos extraterrestres en relaciones con el gobierno norteamericano, donde se intercambia tecnología por el derecho a experimentar con seres humanos. Los EBEs (seres biológicos extraterrestres) son el centro neurálgico de una confrontación a tres niveles. El primero entre los partidarios del acuerdo de intercambio tecnológico y los que no lo son. El segundo entre los grupos que defienden a la humanidad de las maquinaciones extraterrestres y los propios seres. El tercero entre los gobiernos yanki y ruso, que creen que aquel que quede fuera del pacto quedará así mismo fuera de la carrera armamentística y tecnológica.  Este último aspecto tiene poco (o más bien nulo) peso en la trama y, de hecho, no sale un solo soviético. Es una pena.

En este inmejorable marco para el desarrollo de la trama nos pintan a la resistencia (¡Donovan, acude al rescate!) como la única esperanza de la humanidad ante unos malvadísimos Ets (no confundir con las ETT, esas sí que representan el mal elemental) que pretenden experimentar con tu tía Marcela (lo cual, por otro lado, tampoco te parece una idea descabellada ya que de ese cerebro dios sabe que asombrosas teorías podrían extraer los científicos).

Así vivimos las aventurillas de un carismático personaje llamado Benji (como el de Captain Tsubasa, o Campeones aquí en el reino), japo para más señas, con un pasado un tanto misterioso y con súper poderes psicotrónicos molones.

¿Qué coño es todo este lío?

En el camino pasamos por las diferentes facciones que pueblan la novela y se nos presentan diferentes situaciones con mayor o menor interés.

Amando ha acertado de pleno al ir cambiando de foco de atención de capítulo en capítulo. Este detalle tan básico hace que aumente la tensión porque  al acabar el capítulo de tu personaje favorito tienes que esperar al menos un capítulo más para saber qué le pasa. Por otro lado nos da una enriquecedora diversidad; conocemos a los buenos, pero también a los malos y unas motivaciones que hasta podemos llegar a comprender. Quizá faltaría algún capitulillo que se centrase en los grises, pero creo que esto sería demasiado difícil, ¿quién sabe como piensa un extraterrestre? O quizá algo relacionado con la KGB, pero yo creo que la complejidad de la novela es de por sí suficiente.

La primera parte de la novela es, con diferencia, la más lenta. Tarda en arrancar. Yo diría que sobre todo porque la terminología nos es bastante ajena, hay demasiadas facciones distintas y las diferencias entre ellas son sutiles (NSA, FBI, CIA, MJ12, Cabal, USAF). A esto no ayuda el que en el primer capítulo Amando intenta explicarlo todo del tirón en dos páginas. No es necesario decir que sólo logra crear confusión, de modo que al acabar este capítulo te dan ganas de cerrar el libro y ponerte a leer algo entretenido. Yo que sé, la Biblia, por ejemplo.

Por otro lado el inicio de Amando es algo dubitativo. La presentación es entretenida y atrayente y llegas a un punto en el que pides más. Sin embargo, acto seguido no ocurre nada demasiado interesante y los personajes se limitan a vagar por USA de un lado para otro, sin que quede demasiado claro a dónde se dirige la novela.

No obstante en cuanto pasamos este impasse y cuando parece que empezamos a coger carrerilla, Amando nos mete en una subtrama que aparentemente no tiene nada que ver con todo lo que hemos leído anteriormente. De hecho rompe tanto con la primera parte que llegas a pensar que Amando está metiendo páginas de relleno. Es la segunda parte del libro y te entran unas ganas insanas de torturar lentamente a Lacueva. Pero este instinto homicida pasa pronto, a medida que esta subtrama toma interés (incluso más que la trama principal) de modo que en dos capítulos ya te has olvidado de tu personaje favorito y estás absolutamente volcado con los nuevos. Es entonces cuando llega el punto de encuentro, y entiendes el porqué de todo aquello.

Ese nexo, ese punto de unión, está magníficamente conseguido y es poco previsible. Es ahí cuando tienes exactamente la composición de lugar que llevas deseando desde el principio de la novela. Conoces a los unos y a los otros, sus motivaciones y sabes a dónde quieres llegar, y ese es el momento más interesante y edificante de la lectura y es lo que ya te ancla de manera definitiva a la novela. Ahí comienza la tercera parte del libro que no eres capaz de dejar hasta terminar.

Por el camino nos dejamos un dechado de imaginación tecnológica extraterrestre y de física-ficción, de la cual la novela esta absolutamente repleta con descripciones detalladas de lo que pasa y por qué. Y es que Amando no aparca esa obsesión compulsiva por los detalles que ya observamos en su primera obra. En esta vuelve a ser sumamente puntilloso en cosas aparentemente irrelevantes (y no tan aparentemente, ciertamente no me interesa en absoluto conocer el rango de alcance de un AK-47 ni el peso exacto de su munición). También he notado que a veces cambia la narración en pasado a la narración en presente. Alguien retorcido como yo podría pensar que es un copia&pega de algún otro documento donde tiene almacenados los detalles técnicos.

Además Amando juega con teorías muy interesantes como los viajes temporales (las cuerdas) o la teoría de las vibraciones, una constante en toda la novela. Ambas cosas alimentan la curiosidad del lector y le hacen reflexionar.

La idea de los híbridos también me gustó, aunque da poco juego. Es una pena porque Walter Murray podría tener más peso, pero lo cierto es que Amando hubiese necesitado otras 500 páginas para desarrollar todas las ideas que plantea.

Por último la idea de los “otros” extraterrestres, humanos en un estado superior de evolución, incapaces de comprender el libre albedrío, también es un tema que aunque ha sido ampliamente usando en la sci-fi, encaja perfectamente en el entramado de la novela.
Mi nombre es legión porque somos muchos

Y hablando de los protas es probablemente el aspecto donde yo haya percibido con mayor intensidad la evolución de Amando.

Ya conocía de su primera novela la pulida técnica del autor y el uso de un lenguaje rico (aunque a veces la tome con algún término; en 35 años no he visto retreparse a nadie en su silla y de repente en unos días todo el mundo se divierte retrepándose en sus asientos) sin demasiadas complicaciones.

En su primera novela me quejaba de unos personajes demasiado planos y poco carismáticos. En esta novela este defecto queda subsanado.

El prota absoluto, Bruce Benjiro, es carismático, simpático y empático. Sin llegar al amor, le tomas cariño. También son carismáticos los científicos, Won y Andy, o Connie Elliot. E incluso los malos, Walter Murray, que es una pena que desaparezca tanto tiempo en la novela, o Hamilton, el militar implacable.

Y no solo los personajes en sí, si no su trasfondo, el cual era inexistente en la primera novela. Ahora Amando se esfuerza por dar detalles de cada uno de ellos que los forja dentro del entramado de la novela. En este sentido se nota el esfuerzo de Amando de aprender de errores pasados y rectificar.

Sin embargo, existe un  punto en el que no ha cambiado y me parece negativo. Se trata del mal uso que hace de las mujeres. En mi análisis de El Triángulo Vikingo me quejé del trato que dispensaba a  las féminas, y en este no puedo por más que ratificarlo.

He llegado a pensar que las mujeres son perfiladas usando únicamente el cerebro que tenemos los hombres debajo del ombligo. Tanto Pam como Estrella son dos bombas sexuales alrededor de las cuales el resto de personajes masculinos zumban en un ritual de apareamiento. De largo ellas dos son los personajes menos perfilados y con menos trasfondo.

Y es una pena, porque en la tercera parte de la novela Pam toma un protagonismo que, en mi opinión, debería haber sido explotado con mayor énfasis.

Mi impresión es que en cuanto nos metemos en harina (a partir de la segunda parte) este defecto se atenúa hasta casi desaparecer, exactamente como ocurre en El Triángulo Vikingo; ¿casualidad? El caso es que puedo estar sugestionado por mi primer reseña (¿puede uno estar influido por sí mismo? ¿Es esto sano, mentalmente hablando?)

Por último, debo mencionar el tratamiento de los androides (no hablo de ningún móvil de última generación). Amando comenta en la introducción que es un tema que le dio muchos dolores de cabeza. Lo cierto es que el inicio es  alentador. La presentación de PAT-5 es sublime, con un par de detalles interesantes. En una conversación normal y corriente, PAT-5 retrasa su “reacción” durante unos segundos en los que da respuestas mecánicas y asépticas a las preguntas que le formulan. En esos segundos, casi logro oír  el ruido del disco duro almacenando información, volcándose a la RAM o resolviendo trillones de ecuaciones para emular aquello que llamamos la emoción humana. Al final, el robot logra dar una respuesta al “problema de socialización” que le han planteado hace unos segundos, pero lo hace tarde, cuando los humanos han pasado a otro tema. En ese momento la estupefacción rompe la conversación y se crea ese silencio tenso que está causado por las implicaciones que puede causar el que una máquina sea capaz de comportarse como un humano. Ese efecto “maquina” intentando socializar es altamente interesante.

Sin embargo, ese efecto no dura mucho, porque pronto los androides comienzan a mostrar una conducta demasiado humana para mi gusto y por lo tanto, rompen rápidamente ese momento mágico.

¿Vuelve E.T. a casa?

Y tras todo este maremágnum de facciones, buenos y malos, ¿como logra Amando resolver elembolao?

Aunque el contexto es intrincado, la trama en sí tiene una complejidad media y el final está a la altura. El lector queda plenamente satisfecho con el resultado. No asombra demasiado, pero con el trasfondo que tenemos entre manos está claro que no podemos esperar un final cerrado (¿el fin de los extraterrestres?). Así que dentro del contexto la opción que nos plantea Amando es la mejor y el giro argumental producido por el fracaso de Benjiro al intentar volver de su misión es una buenísima idea para cambiar un futuro que se presentaba negro.

Sin embargo, Amando no se ha resistido a meter en la página final esa coletilla que aparece en las pelis de Viernes 13, en las que cuando todo parece que ha concluido, ves aparecer una mano ensangrentada surgiendo del lago que ha sido testigo de la matanza de la noche anterior. Amando lo hace con Ralf y, bueno, diré que no me parece acertado.

La teoría, recurrente en numerosas novelas, en la que una mente maestra prevé por adelantado cual vulgar Rappel una serie de acontecimientos en los que la aleatoriedad juega un papel vital, no es para mí (será que la probabilidad es mi campo artístico).

Yo lo que he hecho es coger el libro, arrancar las últimas dos páginas y arrojarlas a la chimenea para evitar el mal trago a mi compi, mi amandóloga de cabecera y que tiene que leer la novela en cuanto encuentre sitio en su apretada agenda lecturil.

¿Me gasto la pasta?

En conclusión, tenemos una obra entretenidísima de marcianos, con buenos personajes en un trasfondo sumamente rico y complejo, donde la trama toma un protagonismo justo y nos depara algunas sorpresas interesantes con seres extraños y gadgets tecnológicos, amén de plantear algunas teorías sumamente interesantes e imaginativas.

Si lo comparo con El Triángulo Vikingo, me quedo con la trama de ETV  y los personajes de RF.  La primera me parece más compleja, la temática me gusta bastante más y resuelve jodidamente bien. La segunda tiene mejores personajes, más carismáticos, con más trasfondo y muchísimo mas detallados. Como quiera que no descuida ni la trama ni el final, debo reconocer, aunque me duela hacer de menos a ETV, que RF es una obra más completa.

Ponga un Amando en su vida

Tras leer mi segundo Amando, debo plasmar en papel mis reflexiones finales sobre  este autor.

Para empezar, los temas que trata no son extremadamente atractivos para mí. Exceptuando la fantasía vikinga de su primera novela, ni las profecías mayas ni los fenómenos ovnis ni la guerra de la independencia me atraen demasiado. Por lo tanto, reconocer que me atraen sus novelas es algo que debo tomar de forma muy positiva. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.

Amando es, básicamente, un autor de ciencia ficción, con permiso de la histórica. Tiene ciertos toques de aventuras, thriller y fantasía lo cual le hace versátil y le faculta para alcanzar, hipotéticamente, a un amplio público.

Es indudable que Amando tiene un don para la escritura, ese mundillo donde las listas de libros más vendidos están poblados por la mediocridad (¡Uy, lo que ha dicho!). Es más, no me cabe la menor duda de que lo mejor de Amando está aún por llegar. Si viene de la fantasía, de la ciencia ficción o de la histórica es algo que solo Amando puede atisbar.

Pero hay algo que tengo claro, y es que mi idilio con este autor va a continuar y no voy a perderlo de vista (además el muy jodío resulta ser un tipo encantador).

Si en algún momento surge la ocasión, dadle una oportunidad a Amando Lacueva, lo merece y seguro que no os defraudará.

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