jueves, 12 de enero de 2012

LA LUZ SEPULTADA, de IRENE VALLEJO


LA LUZ SEPULTADA, de IRENE VALLEJO

PARÉNTESIS EDITORIAL

ISBN: 9788499191980

Referencia: PAR0106

Páginas: 264

Fecha edición: junio 2011

PVP: 14€

Reseña de José María Ariño Colás

http://josemarco.blogia.com/2011/121301-la-luz-sepultada.php


Desde 2009, Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) colabora como columnista en Heraldo de Aragón. Es una escritora de lujo, que rezuma cultura y nos contagia de su conocimiento de los clásicos y de su sabiduría intemporal. Esta doctora en Filología Clásica por las universidades de Zaragoza y Florencia publicó en 2010 un recopilatorio de sus columnas semanales, titulado El pasado que te espera. Y cada lunes nos sigue regalando a los lectores unas líneas que se convierten en trampolín privilegiado para reflexionar sobre la actualidad.

El último regalo de Irene ha sido la escritura y publicación de su primera novela, La luz sepultada, que presentó el pasado mes en su ciudad natal. Es un relato denso, profundo, con un estilo conciso, penetrante. La prosa envolvente de Irene nos seduce desde las primeras líneas. La novela, que se sitúa en los días de verano anteriores al alzamiento militar contra la República, el 18 de julio de 1936, nos sumerge en un clima de incertidumbre, miedo y frustración. La intrahistoria de los Valbuena, una familia zaragozana de clase media compuesta por Eduardo, funcionario de correos de ideas izquierdistas; Aurora, su esposa soñadora y ensimismada y su hija, Valentina, una adolescente inquieta que sufre en primera persona los trágicos acontecimientos de los primeros meses de la guerra civil en una ciudad de provincias tomada de inmediato por los rebeldes.

La lectura de esta ópera prima de Irene Vallejo nos acerca a la vida cotidiana de una familia que ve cómo, casi de repente, desaparecen sus ilusiones, son sepultados sus sueños y la luz del mediodía se torna fúnebre y crepuscular. Es importante en el relato el entramado de personajes, la presencia del abuelo Vicente, militar retirado; las voces de los vecinos, el clima de sospecha. Y los silencios. Esos silencios de las noches estivales, rotos bruscamente por un disparo, una explosión o por el motor de un avión sobrevolando los tejados. Cada palabra, cada frase, cada reflexión de los personajes - especialmente de la joven Valentina - se clavan como cuchillos en el corazón del lector. Los días avanzan lentamente al principio y los acontecimientos se precipitan al final, dejando un inmenso vacío en esta familia, que representa a tantas familias con alguno de sus miembros encarcelado, represaliado o fusilado en la madrugada.

Me ha encantado la novela. No sólo por su estilo y calidad literaria. Sino también por su excelente documentación, por el detallismo descriptivo, por la viveza de los diálogos, por las descripciones en prosa poética y, sobre todo, porque nos ayuda a ver el inicio de la contienda del 36 desde un punto de vista más humano, más sensible, más trágico y al margen de los tópicos. Esa luz que está omnipresente en todas las páginas simboliza, entre otras cosas, la esperanza frustrada, la libertad secuestrada y la crueldad de los comportamientos en tiempos de odios y venganzas. Es la luz que queda sepultada como esos trenes que llegaban a la antigua estación zaragozana del Sepulcro en esa España en blanco y negro, bajo el humo de la chimenea y la lucha cotidiana por sobrevivir.

Eduardo representa una tercera España. Ni la de los vencedores ni la de los vencidos. Pero no puede evitar el final menos deseado. Su esposa, Aurora, y su hija, Valentina, intentarán rehacer su vida en ese octubre del 36, cuando lo peor todavía estaba por llegar. Plasmo la última secuencia de la novela, que nos sumerge en las reflexiones de Valentina. Un regalo para los amantes de la buena literatura.

El goteo del miedo. Cerró los ojos con fuerza. Detrás de sus párpados, las imágenes se apagaron y le alcanzó la oscuridad. Dentro estaba, protegido por su cuerpo, el mundo que ella reconocía y, fuera, un espacio desfigurado, acechado por los fantasmas de una larga pesadilla. Pensó que a uno y otro lado de sus ojos, la realidad y el sueño habían intercambiado su lugar.

(FOTOGRAFÍA: Irene Vallejo en FNAC de Zaragoza)

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