miércoles, 14 de diciembre de 2011

Relato corto, Los pendientes.

LOS PENDIENTES

En el instante menos esperado, se cercena toda tu vida. Todo tu futuro arrojado a la inmundicia por un atroz crimen.
Laura y yo acabábamos de regresar de nuestro viaje de novios. Andrés, mi amigo de la infancia se ocupo de llevarnos hasta el aeropuerto de Reus en nuestro viaje de ida. Permanecimos diez días inolvidables en la Costa Azul, disfrutando del sol, la buena gastronomía, los casinos y salas de fiestas, rodeados de todo el lujo que una pareja de recién casados de nuestra posición podía consentirse.
Recuerdo que nada más llegar al hotel ella se detuvo en la joyería. No perdía ojo a unos pendientes con dos rubís engarzados en oro blanco. Debo reconocer que eran preciosos y que tras probárselos, los dos nos enamoramos de ellos. El rojo de las piedras combinaba perfectamente con su blusa roja y sus pantalones blancos y resaltaba su tez bronceada bajo el color dorado de sus cabellos. Estaba radiante y en realidad tampoco resultaron ser tan caros.
Regresamos con un día de retraso así que sin perder tiempo, deje a Laura en nuestra casa y yo surgí sin dilación alguna hacia la oficina. El trabajo me aguardaba y todo apuntaba que a mi jefe no le sentó nada bien que retornara con veinticuatro horas de dilación.
Después del viaje y un agotador día en la oficina me dirigí hacia nuestro hogar en Tarragona 2, un precioso chalet adosado con jardín comunitario y una piscina en la que deseaba zambullirme de cabeza y donde Laura me esperaba con los brazos abiertos.
La sorpresa fue hallar mi casa atestada de policías y a mi querida Laura, desnuda en la cama con la cabeza abierta. Estaba bañada en sangre, una sangre oscura que en nada se parecía al rubí de sus pendientes.
Un inspector bajito y con el cráneo rapado tuvo la decencia de cubrir su cuerpo con un embozo tan pronto se enteró de que yo era su marido.
El inspector Lloberas apenas me permitió verla. Yo no podía asimilar lo que mis ojos acababan de ver. Sentí un enorme desfallecimiento, mis piernas me fallaban y la casa daba vueltas a mí alrededor. El inspector me tomo por el antebrazo y me llevó al comedor mientras procuró que bebiera un sorbo de brandy. Ni siquiera el abrasador licor me hizo reaccionar. Laura acababa de ser asesinada.
Mientras yo permanecía en trance sentado como un monigote en el sofá del comedor, con la mente perdida en la imagen de ella y diciéndome que pronto despertaría de esa pesadilla, sonó el teléfono. No pude reaccionar, no me daba cuenta de que el estridente pitido de llamada no cejaba. El tono ceso un instante para al momento reiniciar su estruendo con su hiriente melodía. Recuerdo que pensé en cambiar el tono. No entiendo como en circunstancias como esa te viene a la mente cosas tan anodinas y absurdas. El inspector Lloberas me trajo al presente aferrándome por el hombro, me señalo con el mentón el aparato telefónico y me pidió con un leve gesto que lo descolgara.
Todavía tardé unos segundos en reaccionar y agarrar el aparato. Al otro lado del auricular se encontraba Andrés. Quería vernos a los dos, a Laura y a mí para cenar juntos. Se excusaba por no haber podido ir a recogernos, según decía, nos esperaba ayer y hoy había tenido que viajar hasta Barcelona por motivos de trabajo y recién acababa de llegar a Tarragona.
No recuerdo el tiempo que permanecí mudo con el aparato pegado a la oreja, hasta que pude darle la noticia. Hablé con voz apagada, ni yo mismo reconocía mi voz.
El siguió hablando pero yo apenas le escuchaba, tenía la mirada fija en un punto indeterminado del suelo y no atendía la voz de mi amigo que intentaba consolarme. Hablaba de Laura como si fuera una diosa. Me contaba lo buena pareja que hacíamos, lo hermosa que estaba con aquellos pendientes de rubís, cuando nos llevó a Reus y se despidió de nosotros.
Tragué saliva con dificultad mientras me daba un vuelco el corazón. Colgué el teléfono aterrado, sabiendo que acababa de hablar con el asesino de mi mujer.

Autor Amando Lacuev
             © Obra registrada 2011

             Reservados todos los derechos.

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