miércoles, 2 de noviembre de 2011

Abierto toda la noche, de David Trueba

Titulo:  Abierto toda la noche  
Editorial:  Anagrama
Autor: David Trueba
ISBN: 978-84-339-6660-5
Número de páginas: 1995
Año de edición: 236

Reseña de Beatriz Trixi


Bajo por las escaleras mecánicas,  subo en el carro del metro, acecho asiento y abro el libro. Al  sentarme allí, apretada como higos secos, me contengo para no reírme a carcajadas. Al salir, con un nudo en la garganta, intento no lloriquear. Me encanta leer. Me encanta entregarme al encanto de las palabras alineadas en órdenes manipuladas y  me gusta que el orden tenga inmensos variantes. Igual  me pongo de nervios, o flipo por creaturas dragon-fénix y otros prodigios, o me río, y me río como una necia en el carro del tramvia, del metro, en los buses , teleféricos, funiculares. Cuanto me gusta reír! Me hace olvidar a pensar. Me hace sentir que soy una hoja boba que deja que le haga bailar el viento ordinario. Ojala riese siempre: “sin ton ni son: sin motivo, ocasión, o causa, o fuera de orden y medida.” En general, en vez de gimotear.
Como con el Abierto toda la noche. Aunque es mentira, también casi me lloro. Igual que el boton para reír, otro tengo para perdesre en las lágrimas como en cortinas de lluvia cuando uno no puede ni respirar. Entre risa y llanto pegajoso balanceo; entre “gritos y cantos”, entre plalabras y pausas de puntos, entre  jijiji  y brujajaja , entre Sí y No, entre bailar y chocar.

Al leer el libro la segunda vez los parientes de la família Belitre me parecían como si fueran mis tíos, vecinos, sobrinos, padrinos. Yo por mi parte siempre me hubiera gustado ser parte de una familia “loca”.  De una familia en que son muchos, quiénes están en todos los partes.  Los que dejan que fluye la risa y se desaparrame el llanto.Cuyo hogar es un paradero para los transeúntes, refugio para los asustados, y para aquellos que pierden el rumbo. No es que estén más felízes: según como dice Dios al abuleo Abelardo “Habrá tanto dolor como placer, tanta soledad como compañía, tantas bofetadas como besos”.
Él que más me hizo reír es Abelardo. Abuleo Abelardo quién fabricando poemas exquisitas conversa con Dios con regularidad, combate contra el tabacco con sus aliados testigos de Jehova.  Quién cree ostinadamente en apariciones incluso si sean desnudas.

A la que yo adoraba más,  la abuela, Alma, que escribe cartas a Ernestina, a su amiga que no suele responder por razones comprensibles, y quién sabe bien que pensar de los litararios consagrados: “pero bueno, que cojones os mandan a leer en la escuela?” Con quien no puedo resistir de estar de acuerdo.
Luego, la que casi no se ve, la madre, la madre, quién procura seguir los consejos de la enciclopedia “Ser madre hoy” de punto a pie,  día tras día, tratandolo como el hallazgo valuroso que muestra por dónde se queda el norte.   

Luego, los que más pena me daban: el padre Félix que anhela ser persona otra vez en su vida para poder olvidar de ser padre y Basilio el feo  y no os revelo más. Habrán más hijos: Nacho el mujeriego donjuan, Gaspar escribiendo sobre el amor,  Lucas con su bozal, Matias, el dictador frágil, Felisín y su francesa topless,  y los que siempre están: el psicólogo particular en la tienda del jardín, una belleza dolorosamenre irresistible, una “mariposa” desnuda y desgraciada que se cae del cielo, un taxista, los de Jehova, dos albariñes, y los peces.

Y si lo leen, que lo lean preparados, como Dios habia dicho, les repito: “Habrá tanto dolor como placer, tanta soledad como compañía, tantas bofetadas como besos”.

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