jueves, 22 de septiembre de 2011

Relato: El Diario

EL DIARIO

Después del trabajo he quedado para tomar unas copas con los de la pandilla, he llamado a Isabel por si quería venir, pero dice que está leyendo una novela muy interesante y que ya nos veremos cuando llegue a casa.

Aparco en el parking de la Rambla y me dirijo directamente al Moto Club donde me esperan mis dos colegas sentados en una mesa de la terraza. Se acerca el otoño y refresca, así que después de la segunda birra, y harto de hablar del Barça decido irme a casa. Isabel ha hecho bien en no venir, empieza a llover.

Cuando entro en mi vehículo abro la guantera para coger un CD, y entonces me doy cuenta de que no está mi diario. Mi diario es mi vida, allí apunto todos los pormenores de mi trabajo, sin él estoy perdido. Vuelvo a la cafetería bajo una fina cortina de agua, mis colegas todavía están en la terraza bajo el toldo. Continúan discutiendo sobre quién va a ganar la liga este año, si el Barça o el Madrid. Les pregunto si han visto mi diario, pero niegan con la cabeza. Empiezo a sudar, quizás lo haya dejado en el cajón de la mesa de mi despacho, aunque no lo recuerdo.

Subo a mi automóvil y me dirijo hacia el polígono de Constantí, todavía hay luz en las oficinas. Entro en mi despacho y lo busco por todos los cajones, pero no está por ningún lado. Le pregunto a Diana, que es la secretaria del jefe, pero igualmente me niega haberlo visto. Le mantengo la mirada, no pestañea ni la desvía, no miente.

No sé donde buscarlo, solo queda una posibilidad, que me lo haya dejado en casa. Me resulta difícil de creer porque nunca me separo de él, pero es posible que haya sucedido así. Antes de salir esta mañana recibí un telefonazo del señor Perelló mi jefe, sí ahora empiezo a recordar. Lo saqué de mi cajita de seguridad, lo deje encima de la colcha y salí zumbando. Respiro algo más aliviado, creo que cuando llegue a casa lo encontraré encima de la cama, de lo contrario estoy perdido.

Salgo del polígono, cruzo Tarragona y me emboco hacia Cala Romana, llego en apenas quince minutos. La lluvia ha limpiado de coches las calles de la ciudad y aunque parezca increíble apenas hay tráfico en la carretera de Barcelona. Acciono el mando a distancia del parking e introduzco mi coche en el interior. Subo las escaleras de dos en dos y me dirijo directamente a mi habitación sin saludar siquiera a Isabel, mi mujer. Pero mi diario no se encuentra donde debía estar.

Bajo lentamente por las escaleras sin perder el control. Isabel está sentada en mi sillón favorito, leyendo una absurda novela, de espaldas a mí. Cuando nota mi presencia alza la cabeza, se levanta del sillón y se cuelga de mi cuello, me da un beso de bienvenida y sonríe risueña.

—Es, es,… eres,… —pero no concluye ninguna frase. Evidentemente se encuentra excitada por algo que desconozco.

 

Se gira y de la mesita toma la novela que está leyendo, imagino que es el motivo por el que ha perdido el habla. Cuando la veo en sus manos me entra un sudor frío. Creo que no tengo alternativa.

—Es genial. Increíble. —Grita casi histérica— No tenía ni idea que escribías a escondidas. Tanto realismo y menuda imaginación —sonríe con la novela entre sus manos— Aunque eres algo sádico y macabro. Todo son crímenes y asesinatos espeluznantes, me ha cogido hasta miedo —continua hablando sin cesar— Tenemos que llevarlo a una editorial, seguro que te la publican.

Se la cojo de las manos y la guardo en el bolsillo de mi americana, intento sonreírle ante su gesto de extrañeza por mi acción. Luego, con disimulo, escondo la navaja que oculta mi mano derecha y me la vuelvo a guardar en el bolsillo de mi pantalón. Mi mujer no sabe distinguir una novela negra de mi diario, eso es lo que le ha salvado la vida.

Autor Amando Lacueva
© Obra registrada 2011

Reservados todos los derechos.




2 comentarios:

  1. Muy buen relato, Amando. Cortito pero que te mantiene en vilo hasta el final. Uno cree que es un diario cualquiera, tal como se va desarrollando la trama y resulta que el "prota" tiene una doble personalidad. Por algo buscaba con tanta ansiedad su diario. Escondía quién realmente era. !Y la simple de la mujer creyéndose de que estaba escribiendo una novela negra¡

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  2. Muy agradecido Paco por tus comentarios y tu tiempo. Un abrazo.

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