jueves, 28 de julio de 2011

Pan de rana, Inma Millás

 Obra: Pan de rana.

 Autora: Inma Millás.
 Editorial: LápizCero ediciones.
 Encuadernación: rústica con solapa.
 Páginas: 165.
 Año:2010  
 LápizCero ediciones 2010
  
  Con la muerte nos hemos dulcificado, inexorablemente

“Dejad a los “muertos” que entierren a sus muertos” decía Jesús, quizá conocedor  en los misterios del espíritu, de que “muertos” eran aquellos que desconocían el significado de un plan divino en el que, en apariencia, todo finalizaba con una tumba bajo tierra.

Inma Millás no sólo comulga con esa intuición, sino que también sabe que es inútil clavar la tapa del ataúd del cual habrá de salir a pasear un esqueleto, una vez pasado un prudencial tiempo de la descomposición orgánica; así quede todo bien rebañado. En este libro, la muerte es sólo un evento del que ha de surgir uno mayor y no definitivo.

La realidad en la literatura de Inma, es un bote de esencia prodigiosa que hay que agitar hasta los posos  antes de usar. La mixtura de sustancia irreal  se convierte en una pócima mágica que crea una suprarrealidad donde la imaginación  más inverosímil se nos hace tiernamente creíble.

Los elementos de atracción para recrear una dimensión racional, nada que ver con la coherencia de lo rutinario, devienen de una visión romántica de la existencia en la que se abarca la muerte con una trascendentalidad que nos convence de los muchos beneficios de experimentar las emociones de un cadáver.

Desaparecida la carne, los andares de Carola, la protagonista, pertenecen a los huesos que se trasladan con toda naturalidad ósea, buscando significado a las remembranzas de lo vivo, en tanto la mirada rectangular y en blanco y negro de la calavera da cuenta de los misterios existenciales observando el entorno,  traspasadas las barreras de lo mortal.

Los cadáveres conforman una variedad de pensamiento tan estrambótico como el de los vivos en una realidad donde todo es posible más allá de lo imaginariamente predecible.

Imaginación desbordada con un ingenio perspicaz de argumentación que parece inspirada  de los trasuntos metafísicos de una autora que  parece convenir con la fantasía, una expansiva sabiduría de lo imposible que crea un entorno ordenado y clarificador de una realidad de la que nos imbuimos en la sensación de un mundo que bien podría haber sido, como ella lo describe, de no ser evidente éste.
    De este modo es fácil imaginar la volátil disposición de la Autoestima a escapar, cuál díscola mariposa, de los individuos que la pierden o introducirse un escritor, en su libro a medio escribir, para sustituir a su indispuesto  personaje con el fin de acabar la obra... los tintes surrealistas son absoluta, demoledoramente ingeniosos.
     En “Pan de rana” de Inma Millás, todo es necesariamente posible, no obstante la Muerte representa un simbolismo de dulzura tragicómica en el que el entendimiento es tan versátil como ofuscador, durante otro periodo de aprendizaje al otro lado de lo existente… o lo evidente, porque bien  podría ser la etapa de la mortandad una transición costumbrista de la que aprender como esqueletos lo que el cerebro, ocupando la calavera, no logró desentrañar.
    Porque  la falta de entrañas, de vísceras funcionales, no implica que la protagonista esquelética, literal, sienta con los sentidos predispuestos sin órganos que expliquen su funcionalidad existencial. El giro final aun implicará más sorpresiva una narración gratamente pasmosa.

Inma Millás se descabalga de la realidad para enaltecer la consciencia de muerte y convertirla en un deleite poético, intelectual, romántico, sensible, muy sensible, humorístico y transcurrida en compañía de personajes con el mismo destino de divagación en busca de los misterios de lo infinito a través de los sentimientos despiertos. En esta asombrosa novela nada es lo que parece: ni los muertos parecen estarlo en el fondo, ni los vivos parecen ver y  escuchar mejor que los ojos o los oídos de los que no lo están. Nada es lo que puede parecer y todos terminaremos pareciendo en el Campo Santo de la incertidumbre que pondrá fin al capítulo de las paradojas que seguirán siendo paradójicas para quienes hayan de seguir pensando sobre ello hasta dar con los huesos en la tumba.

De la muerte nadie se libra pero tenemos la oportunidad de comprender su cometido que la autora descifra con armónicas conclusiones y sentires dulcificados.La ironía acrecienta la impronta de inteligencia sistemática que se desgrana durante las 165 páginas de sorprendentes aspiraciones conseguidas.

La Muerte que recrea Inma Millás es amable y virtuosa, una continuación de la epopeya  de las inquisitivas obligaciones que nos devuelve al destino de lo efímero para descubrir la belleza de lo perenne en las Artes de la música, los versos, la literatura y la inspiración de lo creativo, inmortal, pese a la temporalidad de los creadores.

Afirmaría que las imaginaciones de la autora columbran una intuición espiritual, ahondada en la sencillez de un alma que se desparrama virtuosa sobre el papel, con estilo de impecable letra cultivada, dando consistencia a la sospecha de algunos mortales que pensamos que nada acaba, sólo se transforma, como viene a consignar las investigaciones de la avanzada Física Cuántica que explica la existencia de múltiples dimensiones inadvertidas por los sentidos de lo humano… como la energía portentosa de “Pan de rana” que , en su convicción singular, nos brinda la oportunidad de emocionarnos y congraciarnos con la Parca que en las líneas de esta obra se nos transforma en amable conocida de ida, vuelta... e ida...

Sólo un alma evolucionada, podía escribir tanta maravilla y lleva el libro una rúbrica de realista dureza de la vida que con la fantasía de la muerte es pura dulzura y con la consistencia de un significado donde nada cae en saco roto, ni ataúd desencajado; ni siquiera el esqueleto de la protagonista que gusta darse largos paseos por una escuela llamada cementerio y de la que aprenderemos, aun respirando, mucho.

Desconcertante e imaginativa, viene a a dar la razón "Pan de rana" de que no hay peores vivos que los que no saben ver ni oír... con lo aguzados que están los sentidos de los muertos.

Ignacio Fernández Candela
Escritor-crítico literario


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