jueves, 10 de febrero de 2011

El almohadón de plumas, de Horacio Quiroga

Lengua: CASTELLANO 

Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9789500394031 
Nº Edición:1ª 
Año de edición:2007
Plaza edición: BUENOS AIRES
El Almohadón de Plumas
De Horacio Quiroga

Reseña de Fernando Pineda

La luna de miel de Alicia y Jordan no fue todo lo que ella hubiese deseado; resultó ser un largo escalofrío.Se habían casado en abril y durante tres meses, vivieron una dicha especial. Mientras él la amaba profundamente pero siempre en silencio, de forma parca y austera, ella lo quería de una manera trémula y hasta impaciente, especialmente cuando regresaban a la casa, después del paseo de casi todas las noches, y percibía a Jordán demasiado callado, notándolo ausente.
Alicia pasaba todo el tiempo en la casa fría y eternamente otoñal, lo que ayudaba sobremanera a sumar incomodidades y desventuras a esa sensación de complaciente disgusto. Así pasaba sus largos días, habiendo echado por tierra sus inescrutables sueños de niña romántica , contentándose con sólo esperar a que su marido regresara.Algunas noches lo esperaba despierta, aunque casi siempre el sueño la vencía quedándose dormida acurrucada en uno de los sillones, en medio de esa casa que siempre le pareció hostil.“Alicia –apunta el autor-hubiese deseado menos severidad bajo ese cielo azul”; tanto rigor acabó por asfixiar a la pobre Alicia. 
Una incontenible sensación de desdicha fue apoderándose de la mujer. No resultó extraño que comenzara a adelgazar. Soportó un leve ataque de influenza que traicionero, se prolongó indefinidamente. Sólo los primeros días pudo mantenerse levantada hasta que una rápida debilidad la llevó a la cama para siempre, hasta el último día. Comenzó a sufrir alucinaciones y temblores, y a pesar de las visitas inútiles de los médicos, se desangraba irremediablemente sin explicación. Durante el día la enfermedad no progresaba, pero por las noches la vida se le escapaba a través de incontables oleadas de sangre. Desde el tercer día Alicia se desmoronó sin remedio. A duras penas, si conseguía mover la cabeza; no quería que le arreglaran la cama, muchísimo menos el almohadón de plumas .Sus terrores avanzaron en forma de engendros que subían hasta la cama y trepaban apuradamente por el cobertor . No pasó mucho tiempo hasta entrar en estado de sopor, del cual nunca se repuso. Los dos días finales desvarió sin parar balbuceando cosas inteligibles . Alicia murió finalmente. La sirvienta, entró después a deshacer la cama, y sola ya en el cuarto, miró un rato extrañada el almohadón.
 Decidió echarle un vistazo porque algo en él terminó llamándole la atención; encontró manchas de sangre que se asemejaban a picaduras.La mucama llamó a Jordán en voz baja. Este se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.Por pedido de Jordán la mucama levantó el almohadón a la luz pero de inmediato lo dejó caer,; pesaba asombrosamente . El hombre apesadumbrado, al levantarlo tuvo la misma sensaciónSobre la mesa del comedor, en mano Jordán rasgó cubierta y fondo del almohadón de una sola tajadura; una vez que las plumas volaron, sobre el fondo del cojín encontraron un animal atroz, una bola con vida y pegajosa , tan deformado que apenas si se le dejaba ver la bocaCada noche, todas las noches, la bestia había aplicado su hocico a las sienes de la mujer chupándole la sangre hasta dejarla exangüe. Cinco noches le bastaron a la bestia para acabar con la vida de Alicia, vaciándola por completo.
 La picadura era casi imperceptible. Con haber removido diariamente el almohadón hubiera impedido su desarrollo devastador, pero desde el momento que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco noches, había vaciado a Alicia por completo.<>.Pero cuando la enfermedad sorprendió a la desdichada mujer ,la encontró sin fuerzas y sin deseo de seguir viviendo, y terminó dándose por vencidaAlicia se obstinó a no permitir que le reacomodarán ni una sola vez el almohadón de plumas como si hubiera intuido vaya uno a saber de qué modo que esa incómoda situación terminaría llevándola irremediablemente a la muerte segura, y después de tantos sueños resquebrajados y realizaciones frustradas, eso fue lo que terminó eligiendo.


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