viernes, 21 de enero de 2011

La segunda mujer, de Luisa Castro Legazpi


Título: La segunda mujer
Autor: Luisa Castro Legazpi
Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788432212178
Nº Edición:1ª
Año de edición:2006
Plaza edición: BARCELONA
Editorial: Seix-Barral, Barcelona, 2006.

Reseña de: José Manuel Prado Antúnez

La segunda mujer es el último título publicado por esa hormiguita de la literatura que es nuestra querida hada Luisa Castro. Una novela que desde el mismo título engancha al proveído lector aviado, porque, como se ha establecido en otras criticas, es una novela sobre segundas nupcias y su significación patibularia, escrita desde la óptica prometiente de una mujer.
Hemos leído lectivamente muchas novelas tortuosas, jocosas, ambidiestras, sobre el tema de la segunda mujer, escritas desde la poltrona masculina, “musculina” y de machito; incluso algunas descritas en la misma poltrona pero escritas por mujeres.Será quizá la primera vez que el tema de la segunda mujer se describa y novele desde una óptica femenina (que no feminista “castrante”, y obviamos aquí al castor y a su segundo nombre, Simone)

Descoloca un tanto abrir el libro y encontrar una cita del Génesis que compete a la primera vez que el hombre busca mujer, no a la segunda. En la segunda tanda de citas, la desgracia coetzetiana, porque la noche primera del día en que el la invita a quedarse a dormir, comienza el periplo de esta mujer predestinada a ser Ariadna para ese Teseo, que es, a la vez, el Minotauro. La segunda cita, de James, nos habla de la inocencia de una persona joven y feliz; y la tercera, cínica y divertida, jocosa e irreverente, fusilando el pasado, “hágase en mí según tu voluntad”, pero al amaneramiento de Marsé, el cuerpo dejándose ir a la catalana.
La novela es simple: Julia, jovencísima escritora gallega triunfante en Madrid, descubre en Sicilia a un intelectual catalán de la mala conciencia, pero aún ella no lo sabe. Mientras que para él Julia es un redescubrimiento de los sentidos que le impele pasionalmente a desbrozar con ella descendencia; Julia lo asume con el tío habúnculus que ha de mostrarle el imperio de la pasión en el rojo de los sentidos. Van acercándose pasión y sentido, se cercan, se unen como escamosos peces, se aman con valentía y trasgresión intelectual, se condensan en una sola gota de amor, en un matrimonio.
Pero ella es la segunda mujer.
El término, la segunda mujer, se mostraba como una expresión tabú, que se convertía de inmediato en expresión con segunda intención. Un circunloquio en realidad, que se refería a la otra, la mantenida, la amante, la que no debía hacer ninguna labor, sólo presta para el sexo a toda hora…
En gallego, sin embargo, se refiere a esta segunda mujer como a minha outra muller, dándole un carácter de posesión que no tiene la primera, a nosa muller. En gallego, la primera mujer es algo que es público, de todos; la segunda, un ser para uso y disfrute del ego.

Esto lo encontramos en esta novela: la primera mujer sólo aparece en público y siempre como alguien a quién Gaspar le ha dado más de lo que debía. Ella, Julia, debía quedarse quizá en la lejanía gallega, pero quiere ponerla Gaspar en el lugar de a nosa siendo a minha, y comienza a romperse todo…
Sin embargo, todo ello, seguimos sin entender porqué alguien joven se enamora y se casa con alguien decadente…a no ser…
De repente comparece en la trama un personaje que campa a sus anchas, sin protocolo, sin pedir permiso ni convenir en horas. Es el primer hijo de Gaspar, que comparece en la acción como el dragón devastador y contrariado que exige la vida de la princesa con su boca de fresa.
O si hemos convenido en dar a Gaspar el arquetipo de un viejo y caduco Minotaruro, el hijo de Gaspar, Frederic, es la sombra del Minotauro, el actor central al que Julia ha de enfrentarse.
Primero lo teme, luego, se alegra porque se aleja, pero lo vuelve a temer y mucho, cuando retorna espoleado por su destronamiento, y, al que, finalmente, vence alejándose del padre, de Teseo, del viejo Minotauro. El último lance entre ellos es una extemporánea llamarada del dragón, inútil, basta y lánguida, que consigue la sonrisa cínica y calmada de Julia, capaz de sentirse vencedora porque es ya ella misma
La novela es entonces una aventura de conquista de la propia identidad por parte de la protagonista, inmadura psicológicamente, que sabe que sólo la puede conseguir a través de lo otro extraño y distinto y, fundamentalmente, de la sombra de esto otro. La identidad desde la sombra
.
La conquista no ha de ser a través del enfrentamiento directo y heroico, que la encamina a la derrota en la que se lamerá las heridas ante la risa de los extraños. La conquista debe producirse mientras uno reconoce los vestidos del enemigo, de lo extraño, jugando a vestirse sus ropajes, a dominarlo con sus propios nombres, en su terreno, sin heroicidad pero sin abandono de la lucha, sabiendo templar y enfrentar, atacar y replegarse.
Será en este instante cuando nazca la propia identidad a la protagonista y al propio lector. Es en este instante cuando se hace perfecta la comprensión de las razones que impelen a Julia a buscar ese hombre de cincuenta y siete años. En realidad, no le busca a él, busca su sombra, su identidad cierta, su representatividad. Todo un acierto esta novela, premio, además, biblioteca breve.


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