Páginas:432
Publicación:03/06/2009
Género:Novela
ISBN:9788420423326
EAN:9788420423326
Reseña de Jose Luis Fernández Gancedo
Cuando lo más duro es separar lo justo de lo injusto
11/09/10
El 11 de Septiembre de 2.008, ese viaje inolvidable, increíble e irrepetible que fue el SPROVNA EUROPEAN TOUR me llevo hasta Berlín, una de las ciudades más impresionantes de la Vieja Europa; dos años después ha querido el destino que tocase a su fin la lectura de “Los demonios de Berlín”, novela gracias a la cual he vuelto a deambular por la mencionada ciudad en la siempre grata compañía de Arturo Andrade y los demonios personales que habitan en él, demonios no tan diferentes de aquellos que recientemente me llevaron "A través del bosque" hasta Cluj Napoca, y quedaron sepultados bajo los miles de decibelios con los que IRON MAIDEN consiguió que se estremeciera el cielo sobre Transilvania.
Ignacio del Valle, en “Los demonios de Berlín”, retoma el personaje de Arturo Andrade, el teniente perteneciente a la Sección de Información del Alto Estado Mayor que en “El arte de matar dragones” – como si se tratase de un caballero andante – se adentraba en ese reino de dragones que fue la España franquista, y en “El tiempo de los emperadores extraños”, en calidad de soldado de la División Azul, se sumergió de lleno en las fauces del horror que a raíz de la II Guerra Mundial se desato en la estepa rusa, un Infierno en la tierra a cuarenta grados bajo cero.
Arturo Andrade, un hombre para el cual la guerra se ha convertido en su estado de conciencia, un estado primitivo e hipnótico que le mantiene atado a una sensación de misterio, peligro y belleza, en su nueva aventura, por orden del embajador español en Alemania, se verá obligado a investigar las circunstancias que rodean al asesinato de Ewald von Kleist, un científico alemán, colaborador del programa militar que buscaba hacer realidad Die Wunderwaffen (las armas maravillosas) la última esperanza en la victoria de ese loco que fue Hitler, el cual pretendía con ellas destrozar a los ejércitos aliados y lograr sus siniestros objetivos, hacer realidad el III Reich, lo que era para él un sueño y para el resto del mundo fue una autentica pesadilla.
A lo largo de las 417 páginas de la novela, gracias a un magnifico trabajo de documentación y una prosa electrizante, nos vemos inmersos en una investigación en la que convergen entre otros: comandos aliados, agentes de la temible Gestapo, fanáticos y sanguinarios miembros de las SS, la misteriosa Sociedad Thule.
Al margen de la trama principal – la cual hará las delicias de los amantes de las novelas de intriga y espionaje – hay una segunda, aún casi mas interesante que la primera, que le sirve a Ignacio del Valle para explorar la condición humana y exponer como, mientras el mundo se derrumba, aun hay algunos que, dejando de la lado el nihilismo, prefieren permanecer lastrados a la moral, y embarcarse en ese duro ejercicio que es separar lo justo y lo injusto, a sabiendas de que solo eso podrá evitar que acaben descendiendo al escalón de las bestias.
En medio de un universo que se derrumba a pasos agigantados - mientras las Furias, perchadas en la Cancilleria, chillan y a baten sus alas de cuero, alimentándose de la hirviente ira de la guerra – Andrade encontrará en Silke, una viuda de guerra alemana, algo mas que un cuerpo de mujer al que entregarse cuando cae la noche, pues gracias e ella hallara un ideal al que aferrarse con todas sus fuerzas, un concepto mas amable del mundo.
A parte de lo anteriormente mencionado el autor refleja como durante la II Guerra Mundial, una contiendan que muchos tildan de “justa”, el pueblo alemán, una victima mas de la locura de Hitler, fue castigado sin piedad por los aliados.
Si atroces fueron las violaciones cometidas por Los Ivanes (los rusos) más aún lo fueron los ataques aéreos sobre las ciudades alemanes, ciudades como Berlín que, como capital del III Reich, con destructivas intenciones y con objeto de que sus restos puedan colarse por el encordado tensado de una raqueta de tenis, era bombardeada por el día por Der Amis – aviones norteamericanos – y por las noches por Der Tommys – aviones británicos.
Y es que sin duda alguna, - tal como apuntaba Ignacio del Valle en una reciente entrevista - “Durante la II Guerra Mundial se cometió el mayor de los crímenes: la extirpación de la inocencia, el conocimiento directo de la muerte por los niños fuera de los sueños o la intuición”
Dado que en demasiadas ocasiones me veo acechado por esos demonios que llegan a mí acompañados de esa melodía wagneriana carente de piedad que es Götterdämmerung (Ocaso de los dioses), “Los demonios de Berlín”, a parte de ser un entretenimiento de primer orden, ha hecho que, a través del alma atormentada de Arturo Andrade, comprenda que hay que sufrir para crecer, para perder la inocencia y convertirse en seres razonablemente perversos, en hombres.
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