martes, 9 de marzo de 2010

Los Héroes Malditos II: El Sacrificio de las Almas Gemelas, de Alfonso Cea


Título: Los héros malditos Volúmen II
Subtítulo: El sacrificio de las almas gemelas
Autor: Alfonso Cea
Colección: Serie Épica
Editorial: Mundos Épicos
Páginas: 440
ISB: 978-84-936919-8-1
Reseña de Irene Hernández
Alfonso Cea hace una década que salió de la adolescencia, pero sin embargo, sigue creciendo. Es un lujo comprobar cómo un autor comienza el primero de sus libros y cómo termina el final de su obra. En este caso, en plena trayectoria literaria del autor que nos ocupa, el lujo es máximo cuando se aprecia una clara evolución a varios niveles, desarrollando el estilo narrativo, aportando relieve y profundidad a sus personajes… Se aprecia asimismo un tirón de riendas por parte de Cea, que dirige nuestra opinión hacia los protagonistas como le viene en gana, utilizando sin duda su extenso conocimiento del género fantástico y sus habilidades adquiridas como Master de rol.
Al igual que Cervantes empleaba a Cide Hamete Benengeli como recurso literario, Cea responsabiliza a los dioses de las vivencias y del destino de los Héroes Malditos, siendo él en realidad el último responsable –más bien culpable– de su sino. Toda una trama de leyendas, profecías y fatídicos designios rodea a los protagonistas de su obra persiguiéndolos sin descanso. Es ésta una obra coral, en la que ninguno de los héroes lleva el protagonismo, sino que todos ellos empujan la rueda de molino argumental cual jovencito Jorge Sanz.
En Los Héroes Malditos II: El Sacrificio de las Almas Gemelas retomamos la historia en el punto exacto en el que terminó Los Héroes Malditos I: El Despertar de las Almas Errantes. Los caminos de los Héroes se separaron hace tiempo y los Malditos tuvieron que seguir las migas de pan de vuelta a su destino. Desde hace siglos cada uno de ellos carga un pesado fardo a sus espaldas: su oscuro pasado. En el primer volumen de la trilogía se nos presentó un grupo de indeseables que vagaban sin descanso para cumplir los designios de los dioses. Poco se nos desveló de su pasado en aquella ocasión, dejándonos siempre con la miel en los labios y con la insana curiosidad, que caracteriza al ser humano, totalmente insatisfecha. La espera del segundo volumen se hizo eterna, las ansias de conocer el desenlace de sus aventuras se hicieron insoportables. Sin duda mereció la pena. Nuestros odiosos protagonistas prosiguen su penosa marcha hacia el epicentro del mal y, durante su agonía, nos permiten asomarnos al negro pozo de sus almas, descubriendo en el fondo unas aguas agitadas, sucias e infectas. Lejos del maniqueísmo que suele imperar en la mayoría de los relatos comunes, la historia de estos antihéroes se escribe en escala de grises sobre hojas desgastadas y manidas, plagadas de borrones y exentas de cuentas nuevas. Del amor al odio, del odio a la admiración, de la admiración al asco, pero nunca a la indiferencia.
El trayecto emocional es largo, llegando a producirnos sensaciones y sentimientos encontrados mientras las batallas se suceden, los giros argumentales se multiplican y los personajes avanzan por el tablero de su maldición. En esta nueva entrega, la trama se complica incorporando nuevos protagonistas que enriquecen el relato y aportan una frescura considerable, al desplegar los arcos planteados inicialmente. Una bocanada de aire invade nuestros pulmones lectores al conocer nuevos nombres, nuevas vidas que se unen a las de nuestros héroes y que en determinados casos los complementan, permitiéndonos conocer facetas de los personajes iniciales hasta ahora desconocidas.
La interacción entre los cada vez más numerosos protagonistas es un coro bien organizado, que promete acabar la función con un espectacular do de pecho. No nos engañemos, la oscura silueta que se erige de espaldas a nosotros sosteniendo una batuta no es otro que Alfonso Cea, dirigiendo la puesta en escena a su antojo. Leyendo las últimas páginas del libro, con el sonido de la batalla todavía resonando en mis oídos, soy consciente de que me aguarda otra larga espera… Lo único que me gustaría hacer mientras tanto es sentarme en un banco a beber cerveza, brindando por la fantasía de calidad y escuchando las leyendas de Jarvil, mi buen Jarvil.

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