Reseña de Pedro García Cueto
Ediciones Monema
Granada, España.
(2013)
ISBN: 978-84-942151-0-0
208 pp.
La voz, que ha de morir un día, expresa la búsqueda de certezas ante la vida en este poemario, editado con suma elegancia por la editorial Monema en el año 2013. Su autor, el poeta granadino Emilio Ballesteros, tiene una larga trayectoria donde anidan libros como Ojos de corazón y fuego, La luz en las flores o Trilogía del silencio, es también director de la prestigiosa revista internacional de teatro y literatura Alhucema.
Con estos mimbres, el poeta teje un poemario hermoso, como muy pocos, en el que prevalece la palabra, su fulgor y su destello, en la idea cenital del viaje de la vida, como un descubrimiento, donde el temor a la muerte convive con el asombro a la vida y un estremecimiento por perder este hálito vital, donde podemos ser plenos y felices o desgraciados, según corra el río de la vida sobre nuestra piel.
Estructurado en varios capítulos: Desiderata , Pórtico, La infinidad concreta, Paisaje interior, Diwan de al-musafir, Guía de viaje, Cantos para el camino, Himnos en el espejo, Coplas a la vida de mis hijos, Coplas flamencas, Juegos para el camino, La pala Bra labra la pa o Labra la pala para Alb y Conjunto de Mandelbrot, todos ellos espacios donde el poema va germinando una voz auténtica, un mapa de sensaciones, donde se cuestiona la vida, su proceso, como si fuese un viaje prendado de luz y niebla, un mágico tránsito donde somos felices pero también nos invade la sombra, por nuestra caducidad como seres condenados a la muerte.
Si Desiderata es una reflexión en prosa sobre la vida en forma de pregunta: “Nacemos. El viaje empieza. Un día hemos de morir. Después quién sabe. ¿O sí hay Alguien que lo sabe?”, en Pórtico podemos sentir la arquitectura del edificio que quiere construir el poeta, en una imagen muy bien conseguida por la editorial, en forma de pórtico, donde escuchamos la sabia de la vida que el poeta granadino nos transmite: “Éramos, no sé ni dónde ni cómo / en realidad ni cuándo. / Éramos. Sólo éramos. / Y el estar en el ser nos hacía / inmortales en un algo / que es nada desde / nuestro estar de hoy”.
La duda prevalece, está presente, vive como un latido dentro del poema, en el corazón del ser que sabe de la fatalidad de la vida, de la pregunta incesante que nos hacemos ante nuestra existencia, como una llama entre sombras, un tapiz que se hace y se deshace continuamente.
El libro entra en los poemas que me han parecido de gran calidad, donde el lirismo del poeta, su vena andaluza penetra en las palabras y las hace música, que va cayendo sobre nosotros, como si fuese una cadencia de nuestro pensamiento, directamente al corazón.
El poema de amor que late en “¿Cómo decirte”: “¿Cómo decirte que es lluvia, / lluvia sobre ríos de lava / tu boca sobre mi pecho, / y un gemido como de aire / silbando por mis adentros? / ¿Cómo decirte que es fuego, / fuego sobre lenguas de algas / tus ojos sobre mis labios, / y un cascabel de silencios /que se adentra en mis osarios?”.
Poema que desvela el amor apasionado, que está en lo hondo del ser, porque el amor lo es todo, conjunción de besos, tapiz bien hecho de la vida, donde la muerte no llega, sin que arrase nuestra profundo apego al otro, alguien a quien hacemos nuestra carne y nuestra piel en cada instante.
El poeta sabe la importancia de las estaciones, como si la Naturaleza nos acunase en un sentimiento único de amor, así dedica a su amada “Otoño en tus ojos”, bello poema donde el lirismo impagable de Emilio Ballesteros nos asombra y nos seduce:
“Al despertar, la luz por la ventana entraba sigilosa. / Había un resplandor de ocres apagados / como si el sol quisiera vestirse con un manto de tierra / y de humedad”.
El resplandor es el amor que vive en cada instante vivido, en los colores ocres del otoño, en la tierra de dónde venimos, en el sol que estalla frente a la amada, como un arcoíris de belleza, el poeta granadino conoce la importancia de conjugar la Naturaleza con el amor, bella sinfonía de una tradición de siglos, que nos llega, porque anida en la mejor poesía española. Me vienen ecos de la poesía garcilasiana, pero también de nuestro gran García Lorca, retazos de amor en los versos de este poeta andaluz, poeta mayor por la verdad que hay en su verso.
La idea de la vida como viaje está presente, si Manrique nos hizo ver que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir, Emilio Ballesteros busca en ele viaje ese río, proceso por el cual nos adentramos en otros paisajes, otras miradas, que nos devuelven siempre al destellos de nuestra propia luz, en el ensimismamiento del ser que busca en el agua el eterno fluir y, por ende, el tránsito feliz ante la vida.
Destaco del capítulo “Guía de viaje” este poema titulado “Oír”: “Viajero, / a veces el silencio te cuenta unas historias / tan bellas que parecen a veces salidas de un ensueño. / ¿No oíste la del náufrago perdido que encontró / en la sala solitaria el centro de la vida?”.
El viaje, el náufrago que sabe que perdido puede encontrar la razón de la existencia, el viaje en soledad, en la búsqueda incesante de uno mismo. Tiene todo el libro la sensación de hallar una armonía entre lo que el ser quiere, a solas, con la conjunción con la amada, para hacer el tejido de la vida algo que se va completando, lleno de incertidumbres, pero con destellos de lucidez, como si en el amor todo cobrase sentido y significado.
Concluyo citando de este bello libro que es, por encima de todo, una reflexión en voz alta sobre nuestra existencia, un canto amoroso a la vida, al viaje como búsqueda de la verdad y al amor como el nexo que nos salva de la angustia existencial, un poema titulado “Nada que perder” que nos habla, de nuevo, de la vida como un espacio de luz y sombra, como si fuese un lienzo donde vemos los claroscuros que son trampas para caer en el vacío y la luz que hay afuera, en la ventana, para librarnos de la oscuridad interior que nos quema, en esa plenitud de nuestro San Juan de la Cruz, cuando el alma busca a Dios en la noche oscura:
“Vivir la existencia a plena / luz y plena sombra, / sin temor a que el mañana / pueda no ser promisorio. / ¡Vivir siempre es promisorio! / Te regala hasta el morir. / Todo está por alcanzarse / y no hay nada que perder”.
Buena conclusión al libro, porque la vida es luz y sombra, también una promesa de todo, pero también de la muerte, donde nos igualamos y dejamos el ser, para irnos a la nada, por tanto, el poeta granadino, pleno de lucidez ante el misterio que centra nuestra vida, nos dice que no hay nada que perder.
Tiene razón, probablemente, pero su libro nos deja heridos con la armonía de sus versos, con el amor que desprenden ante la vida, con esa angustia vital que nos resume en realidad, pero que el poeta quiere hacer más leve, a través del amor hacia la persona amada y con el viaje como búsqueda de una razón de ser, donde, quizá, podemos ser eternos.
Aunque la eternidad, en la contradicción que fundamenta nuestras vidas, nos sea negada en realidad. Un gran libro, sin duda alguna, de gran lirismo y hermosa poesía donde las interrogaciones y las exclamaciones hacen al poeta más cerca de nosotros y nos llega, con su luz y su sombra, a nuestros corazones.
es como que fuera un viaje que nunca va a terminar es muy interesante porque convierte en un viaje de aprendizaje de cosas buenas y idiomas de otros paises
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