Autor: Víctor Hugo
Reseña de Fernando Pineda.
Nuestra
Señora de Notre Dame es tal vez la mejores novela de Victor Hugo, y un
clásico de la literatura del romanticismo, por antonomasia. La novela
nos propone adentrarnos en la historia de Esmeralda, una gitana
desventurada, y Quasimodo, un jorobado sordo, no menos desdichado.
El
escenario elegido por el genial escritor es el lúgubre París del siglo
XV. Fue publicada en 1831, y escrita en tan solo seis meses de
extenuante labor creativa. El resultado no fue otro que una ficción
fuertemente arrolladora, donde la marginalidad es una protagonista
primordial. Aquel cuadro de lascivia y desengaño sería el paradigma
inexcusable a seguir por los escritores románticos que aparecieron
después.
Quasimodo, siervo del archidiácono, es
forzado por este a raptar a la hermosa Esmeralda. Algo sale mal, la
misión de tomar por la fuerza a la gitana fracasa, y el jorobado termina
apresado y llevado a la plaza para ser flagelado, mediante innumerables
azotes. Allí soporta estoicamente toda clase de humillaciones, del odio
de un pueblo (superlativamente descrito por Victor Hugo) que lo detesta
por su fealdad. Casi al borde del desfallecimiento, Quasimodo suplica
por un poco de agua. La multitud inmisericordiosa se burla, se ofende,
exige otra vuelta de nuevos castigos. Fue allí cuando vagamente, nuestro
sordo jorobado vislumbra que una muchacha se aproximaba hacia él. No
era otra que la gitana que había intentado raptar la noche anterior; el
desventurado Quasimodo creía que estaba sufriendo aquel castigo, por
haber privado de la libertad a la muchacha; sin embargo, no era cierto
ni mucho menos, tan solo se le estaba juzgando por la desgracia de ser
sordo y por haber sido considerado por un sordo.
El
pobre Quasimodo estaba convencido que ella estaba allí para
vengarse...Ella, sin pronunciar palabra alguna, se aproximó al reo, que
se arqueaba en vano para librarse de ella, y dejando suelta una calabaza
que a modo de recipiente tenía atada a la cintura, la arrimó muy
lentamente a los labios resecos del desdichado... Entonces, de aquel ojo
tan huraño y sin vida hasta entonces, se vio desprenderse una lágrima
que fue lentamente deslizándose por aquel rostro deforme y contraído
hacía ya mucho por la desesperación.
A partir de allí
sobrevendrá luego un asesinato, una imputación injusta, una contrición
engañosa, en donde un inocente cargòcon un hecho infame; y la salvación
final de la mano de la Dama de París, Nuestra Señora de París, donde
todos los desconsolados tarde o temprano hallan consuelo. Pocas
historias culminan de un modo más sorprendente. La imagen final de
Nuestra Señora de París nos acompaña eternamente como lectores. Su
desarrollo, aquel en el que un sordo es juzgado por otros sordos, cuyos
defectos no son naturales sino elegibles; exalta aún más la tragedia
final del pobre Quasimodo: ese abrazo final, decisivo, al exánime
cadáver de su amada. Nuestra Señora de Paris no es otra que la por todos
conocida catedral de Notre-Dame, situada en el distrito cuarto de la
capital francesa. Cada día recibe la visita de numerosos turistas e
interesados en el estilo gótico.
Pero, además de como
monumento artístico inconfundible e inspiración para múltiples
artistas, Notre Dame es también celebérrima por ser el hogar imaginario
de uno de los personajes de ficción más afamados del mundo: el jorobado
elaborado por la pluma del francés Víctor Hugo. El popular escritor,
empobrecido, insolvente y recién divorciado, recibe el encargo de
escribir sobre la relación entre Quasimodo, un jorobado sordo y
Esmeralda, una extravagante y agraciada gitana. La escritura del
manuscrito le llevaría unos meses en los que Víctor Hugo derrocharía
incluso la salud, llegándose a abrumar con su obra según cuenta la
leyenda, hasta convertirse en la mas alucinante de las obsesiones Sin
embargo, el éxito del libro no tuvo parangón alguno, convirtiéndose la
relación entre Esmeralda y Quasimodoen otro de los ejemplos de uno de
los arquetipos modernos más identificables y que será refrendado hasta
el hartazgo: la historia de amor entre una bestia y una mujer bella.
Quasimodo era
un feo y deforme ser que vive oculto en la Catedral y que su única
misión era encargarse de hacer tañar las campanas. El
archidiácono Claude Frollo es el garante de su tutela que, demostrando
toda su maldad y su maltrato para con la condición humana, exige a su
discípulo que rapte a Esmeralda, una gitana por la que siente una
afinidad impropia en un hombre de su condición. Nuestra señora de París
es un buen ejemplo de lo que conjeturó para la literatura francesa la
corriente conocida como el Romanticismo.
Las pasiones
se relevan en menoscabo de la razón. Así, los personajes marginales como
puedan ser Quasimodo y Esmeralda son aquellos seres íntimamente buenos y
de sentimientos nobles. Por el contrario, aquellos que exhiben el poder
desde la razón institucionalizada son origen de perversión y
sentimientos esquivos, como es el caso de Frollo; o caen en la
injusticia o el equívoco, como hace el “justiciero” Fedo. Además de unos
personajes que se colocan al borde de lo socialmente aceptado por la
norma, la novela se sostiene con otros elementos interesantes y
estrictamente románticos: una historia de desesperanza y amores
imposibles, un final conmovedor… y una fuerte entorno medieval donde
prevalecen las descripciones detalladas de la época y que resultan uno
de los mayores logros del texto de Víctor Hugo.
Un clasicazo!!!
ResponderEliminarMe gustaría releerlo, que este lo caté en el instituto, hace mil =)
Besotes