miércoles, 6 de marzo de 2013

Reseña Asesina, por Ana Coluto.

Reseña Asesina, por Ana Coluto.

La marca del meridiano- Lorenzo Silva.

Voy a comenzar por justificar brevemente, aunque no tendría por qué hacerlo, el atrevimiento de poner verde a un libro del que confieso que solo he leído un capítulo. Sí, solo uno, y ha sido suficiente.

Una amiga mía dice que si vas a un restaurante, pides pollo asado, y nada más empezar a comer los primeros bocados está malísimo, frío, soso, pasado, duro, o incluso podrido… no te comes el plato entero solo para "poder opinar". Está malo, y punto. No admites como excusa que el pollo de este antro se prepare así, ni que a todo el mundo le guste tal cual está. Y cuánto más bruta se pone la gente esgrimiendo excusas absurdas, más te vas encabronando.

A cada uno nos gustan unas determinadas comidas preparadas de algunas maneras concretas: a unos les gustará más el pollo asado y a otros guisado con patatas, pero todos sabemos reconocer con una cierta uniformidad de criterio cuándo "esta basura no hay quien se la trague". Bien, este pollo se lo va a comer la madre del cocinero, porque lo que es la que suscribe, si se pudiera, ya estaría pidiendo el libro de reclamaciones.

Primero, por la concesión del premio Planeta. Todos más o menos intuimos o sospechamos (mucho se ha escrito y hablado sobre esto) que como todos los grandes premios, está concedido de antemano. El colmo de la pantomima es que bajo plica y pseudónimo se lleve el premio una novela de Bevilacqua y Chamorro, que a día de hoy nadie sabe que son los personajes de una "saga de novelitas" de éxito traducidas a ocho idiomas, llevadas al cine y que "solo" va por su séptima entrega. Venga, hombre…

Pero dejando este espinoso tema de lado… ¿qué he encontrado en estas primeras páginas que tanto espanto me ha causado como para lanzarme al teclado echando espumarajos por la boca? A ver por dónde empiezo…

Empezaré por el principio: Ese pedazo de monólogo digno de Mujeres, hombres y viceversa, sobre el comportamiento femenino versus el masculino. No sé si pretendía ser profundo. Es ese caso creo que hubiera funcionado mejor tirar el libro a un pozo. A uno bien profundo, ¿eh? Por profundidad que no quede.

Seguimos: Diálogos. Aquí hay un poco de todo, que aglutinaré en tres tipos. Tipo A: esos diálogos planos, construidos a base de tuntún aleatorio de frases hechas, previsibles y vulgares: "yo no me chupo el dedo"; "te conozco como si te hubiera parido"; Tipo B: Esos diálogos mal acotados, sin referencia a la composición de la escena concreta, sin que se sepa apenas quién habla ni a quién se dirige, porque de hecho, casi ni sabemos quiénes componen la escena. La palma en esta categoría se la lleva un diálogo que se abre respondiendo a nadie, puesto que nadie antes había abierto la boca. Tipo C: esos diálogos de besugos en los que un personaje dice una frasecita de nada que sirve de detonante para una parrafada explicativa de otro personaje, que aprovecha la inefable oportunidad para largar a sus anchas un pedazo de discurso de media página. Entre estas explicaciones de detalles anodinos, sin embargo, no encontramos nada sobre esa legendaria banda de asesinos habituales de subtenientes de reserva. Ya sabéis, delincuencia común, drogas, asaltos, reyertas, y asesinato de subtenientes, lo normal, nada que precise explicación a mayores. ¿En vuestras ciudades no hay un comando de asesinos habituales de subtenientes de la reserva?

Venga, que ya queda menos: Narrativa y sintaxis: con menos comas también se escribe. El truco es colocar los sintagmas en su sitio y no como le gustan los combinados a James Bond: "mezclados, no agitados". Quieras que no, un mínimo de pulcritud aligera la inserción de incisos y además consigue que los pronombres y sus referentes estén cercanos y se entienda de quién carajos hablan.

Personajes: Yo supongo que en la séptima entrega de una saga no hay que hacer muchas presentaciones. Además, Bevilacqua narra en primera persona. Pero que la carta de presentación de Chamorro para los lectores que no sigan la saga sea una referencia a "la tía más maciza de toda la unidad", y que el pensamiento profundo de Chamorro sobre el tema sea que "ninguna mujer de cuarenta años entra en una talla 36 sin someterse a torturas innombrables", me parece escaso, absurdo y superficial. Amorticemos el uso del pozo.

Hay un secundario (Arnau) tan mal esbozado que durante todo el capítulo, no he atinado a adivinar si era hombre o mujer. La duda estaba en que Arnau podía ser nombre de pila o primer apellido, y solo se disipa cuando ya finalizando el capítulo, Chamorro lo llama "Juan". A lo mejor es que no he prestado suficiente atención a si su comportamiento seguía las pautas indicadas en el tratado sobre mujeres y hombres con el que se abre el libro.

Ahora le toca el turno a la voz narrativa: La narración en primera persona además nos acerca a deliciosas reflexiones del personaje sobre lo mucho que se merece su compañera formar una familia antes de que se le pase el arroz, planes que no sé si cuadran con los de su compañera conocido poco después el dato de que ella ni siquiera tiene pareja. Pelín retrógrado todo, juntándolo con el discursito inicial: ese tictac de reloj biológico que se supone que todas las mujeres llevamos en el coño… Es que cuando Bevilacqua se pone tierno, es decir, cuando le muestras un cadáver ahorcado, "intenta en vano escapar de la negrura que se le traga de un bocado el corazón" (cito textualmente). El chico tiene sentimientos.

De todos modos, la voz en primera persona es bastante adecuada para atribuir a la ignorancia asna del personaje brillantes acotaciones como esa de "ir a la otra punta del país" para referirse a Logroño, trayecto en el cual invierten tres horas de coche. ¿En qué país tan pequeño se halla Logroño, país del cual, además, Logroño es la otra punta? ¿Y en Logroño no hay Guardia Civil, ni inspectores de homicidios? A lo mejor con tanto viñedo y tanta bodega no les quedaba sitio.

Y aquí es cuando me levanté a la cocina a por una copita para enjuagarme la boca, respiré hondo varias veces, cerré cuidadosamente la tapa del lector y busqué la factura del mismo como infalible inhibidor de mi pensamiento inicial de pegarle un martillazo.

Y no, no es que no pueda leer más, es que no quiero. Es que me niego en redondo. ¿Qué me puede hacer pensar después de un primer plato tan rancio y mal cocinado que el segundo, que sale de la misma cocina y de manos del mismo cocinero, vaya a estar riquísimo? ¿Un tío que no ha tenido a bien preparar ni unos buenos entrantes, va a sorprenderme con carnaza de primera (¡mi majar favorito!) como plato principal? Me permito dudarlo seriamente.

Y además… ¡Será por restaurantes! En este a mí, ya me han visto el pelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario