Autor: Martin Amis
Editorial Anagrama
Colección Compactos
Año 1984
399 Páginas
Reseña de Damián Montes
El trasfondo de esta soberbia novela de Martin Amis no es otro que la representación de nuestra sociedad actual capitalista —y al decir nuestra, me refiero a la sociedad occidental, claro está—.
El protagonista se hace llamar John Self —aunque puede también aparecer con otros nombres, como Juan Yo, Juan el Mismo, etc.—, nombre que supone una muestra del egocentrismo que ostenta: Un desfasado que solamente se deja llevar por sus instintos, sin contenerse, que tiene que ser contenido por las demás personas, a la fuerza y en situaciones determinadas, que es adicto a la pornografía y al alcohol, sobre todo a la pornografía, entre tantos de sus muchos vicios. No se le puede pedir que sea racional pues, de entrada, su parte racional, la del trabajo y el orden, se ve mezclada con la instintiva, la violencia y el deseo, ya que resulta que el trabajo de John Self es el de director de cine porno.
Su oficio le hace tener billetes a punta pala, por ello no reprime sus impulsos, como forma de desahogarse, de alcanzar la felicidad. Y es que se puede permitir hacer lo que quiere, vivir la buena vida, saciando sus necesidades de placer chic con tías «buenorras» de esas que usan ropa interior cara. Es un personaje que se deja llevar por la violencia, por los impulsos sexuales, etc., como forma de consuelo —aunque luego siempre le sepa a poco—, exteriorizándolos sin remordimientos.
Se trata, a mi entender, de ese buscar vías de escape como alternativa al acallamiento de los instintos primarios que ha conseguido suprimir la «civilización» del ser humano en las sociedades modernas: Esa necesidad de agresividad en un «mundo horrible», tal como lo llega a definir Lorne Guyland en el comentario que le hace a John Self en una conversación telefónica: «Comprendo que he dado rienda suelta al animal que vive dentro de mí, porque, John, tú lo sabes, ya sabes cómo es el mundo en el que vivimos, es un mundo loco, John, horrible...»
Y no es que yo esté despreciando la vida con esta referencia, no. Si a ti te parece un mundo maravilloso es porque no eres capaz o no quieres oler ni tu propia inmundicia; y para ello seguro deberás usar vías de escape emocional, pues no debe ser tarea fácil… porque incluso desde aquí te la huelo. Como ya apuntó Sigmund Freud en El malestar de la sociedad sobre los lenitivos que el hombre moderno utiliza contra esa carga pesada de decepciones, sufrimientos, etc.: «Los hay quizás de tres especies: distracciones poderosas que nos hacen parecer pequeña nuestra miseria; satisfacciones sustitutivas que la reducen; narcóticos que nos tornan insensibles a ella». En Dinero podemos considerar estas tres especies: El personaje, John Self, busca esas distracciones en el sexo; toma narcóticos para intentar calmar su insatisfacción; y el propio autor, Martin Amis, utiliza la novela para reducir la suya —si se quiere entender así—, pues incluso él mismo aparece como un personaje más en la novela: «Me han dicho que ese escritor se llama Martin Amis. Jamás había oído hablar de él. ¿Conoce alguno de ustedes lo que escribe ese tipo?...». A veces incluso a modo de autocrítica: «Fielding, por supuesto, dijo que ya había oído hablar de Martin Amis: no había leído nada suyo, pero recientemente se habían producido casos de plagio, robos textuales, que habían llegado a los diarios y revistas. Vaya, pensé. Así que el pequeño Martin se ha pillado los dedos. Un delincuente verbal. Un detalle que no había que olvidar.» ¿Quizás intentando redimirse así de algo que realmente ha hecho?
Por otro lado, cabría recalcar las siguientes palabras de Freud: «[…] el hombre no es una criatura tierna y necesitada de amor… sino un ser entre cuyas disposiciones instintivas también debe incluirse una buena porción de agresividad. Por consiguiente, el prójimo representa también un motivo de tentación para satisfacer en él su agresividad», es decir: la pérdida de la naturalidad, de la espontaneidad, causada por los logros de la cultura, y el ejemplo del «amor» como intento de la literatura de los siglos XII-XIII…, para John Self no es el «amor», sino el Dinero el que realmente da la felicidad: El amor es, sin embargo, una forma más de querer «racionalizar» el acto sexual entre personas. Así lo comprobamos en las siguientes declaraciones:
«Sé que la gente está mirándome, y ustedes no son inocentes ni están libres de culpa, me parece, pero ahora hay otro ojo que me mira. El de una mujer. Maldita sea. Martina Twain. La tengo metida en la cabeza. ¿Cómo ha conseguido colarse? La tengo metida en la cabeza, junto con las crepitaciones y el tránsito de todos los días. Me mira. Ahí está su cara, justo ahí, mirándome. El mirón mirado, el mirador mirado, y esto sólo complica las cosas: yo estoy siendo mirado por ella, pero ella me mira sin saberlo. ¿Le gusta lo que está viendo? ¡Bah! Tengo que pelearme contra esto, debo resistirme, sea lo que sea. No estoy en condiciones de dejarme controlar por la policía del amor. Dinero, tengo que rodearme de dinero, de más dinero, y pronto. Necesito sentirme seguro.»
«Selina y yo nos entendemos de maravilla. Lo bueno de Selina es que es comprensiva. Conoce bien el siglo XX. Ha estado colgada en mil ciudades... Cuando nos vamos juntos a la cama, a veces la conversación pasa a... Mientras hacemos el amor, es frecuente que hablemos de dinero. A mí me gusta. Me gusta hablar de esas guarradas.»
Seguro que alguna persona que lea esto estará ya pensando que el protagonista de Dinero es un guarro, un ser repulsivo, sin sentimientos. Sin embargo, no lo es mucho más que las personas que lo rodean. Y es que no es esta una novela guarra, porno ni erótica, no. Es el Dinero el verdadero erotismo, el culpable del rumbo que toman los personajes en esta obra, así como lo es en la realidad, en este turbo-capitalismo en el que cada vez estamos más imbuidos, y de cuyo círculo vicioso no podemos o no queremos salir, justo lo que le pasa también a John Self: Dinero, dinero, y más dinero; lo típico de una sociedad materialista, eso es lo que importa: el Dinero…, el fastuoso y puto dinero.
Así pues, el protagonista se encuentra en esa búsqueda continua e imposible de la felicidad a través de lo que se la produce: el Dinero. Sin embargo, por mucho que la busca, por mucho que la encuentra, esa felicidad —cuyo nombre para John Self es Dinero— no le satisface, no la aprecia, no es como él esperaba. Llega de este modo a negarla…, lo cual le hace pensar en varias ocasiones en el suicidio —tomando pastillas y demás—: «Durante diez minutos estuve vomitando detenidamente, con convulsiones parecidas a las de una maza mecánica, unas convulsiones que realmente sentí incapaz de resistir o frenar. Luego, durante el doble de tiempo, me quedé sentado en la ducha, con el grifo plateado abierto al máximo de presión y de calor, aunque apenas sirvió para limpiarme la mugre. Debo de ser muy infeliz. Sólo así puedo explicarme mi comportamiento. Amigos, qué depresión llevo encima. Seguro que soy un jodido suicida. Y me gustaría saber por qué.
»Fíjense en mi vida. Ya sé lo que están pensando. Están pensando: ¡pero si es una vida fantástica! ¡Magnífica! Están pensando: ¡hay tíos con suerte! Bueno, supongo que parece fantástico con tantos vuelos y tantos restaurantes, y taxis y estrellas de cine, y Selina, y el Fiasco, y el dinero. Pero mi vida también es mi cultura particular: eso es lo que estoy mostrándoles al fin y al cabo, ése es el lugar a donde les estoy conduciendo, dejando entrar: mi cultura particular. Y quiero que miren mi cultura personal. Que vean en qué estado se encuentra. No es un lugar bonito. Y por eso me muero de ganas de salir disparado del mundo del dinero para irme... ¿Adónde? Díganmelo ustedes, por favor.»
http://lecturas-aparte.blogspot.com/2011/09/dinero-martin-amis.html
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