martes, 17 de enero de 2012

La vuelta al mundo en 80 días, Julio Verne

La Vuelta al Mundo en 80 Días
Autor: Julio Verne

Reseña escrita por Fernando Pineda

Para muchos, Julio Verne es tan solo el padre de la ciencia ficción y solo eso, o en el mejor e los casos un idealista que predijo grandes inventos de la humanidad, muchos olvidan su idoneidad literaria, tal vez su mejor mérito(escribía novelas de aventuras …-no de ciencia ficción-- y recurría adecuadamente a conocimientos científicos que ya existían en su época,

Así logro convertirse en el verdadero pionero en el género de la ciencia ficción. Dos son los personajes emblemáticos que sustentan la historia, y como la lógica cervantina lo demuestra, ambos son como “el agua y el aceite”, marcan un contraste absoluto, intencionalmente perseguido por el autor. Phileas Fogg, , es un gentleman que reside en la Londres de fines del siglo XIX y se caracteriza por ser un hombre metódico en sus actos, estricto hasta en el mas mínimo detalle , silencioso y rigurosamente puntual, imperturbable y distante, de vida rutinaria y monótona, pero mas allá de todo, un hombre con un gran n corazón solidario y generoso que muchas veces a mucho les costaba descubrir.

Su ladero y criado Passpartout asoma como el personaje hilarante que con asiduidad se distinguen en las novelas de aventuras. Con un pasado marcado por la multiplicidad de quehaceres (cantor ambulante, artista de circo, profesor de gimnasia y sargento de bomberos), este francés es un auténtico trotamundos de carácter simpático, sociable afectuoso y cortés, auténtico candoroso siempre dispuesto a ser útil. Ya en su búsqueda de tranquilidad y sosiego, luego de una vida tan excitada, resuelve prestar servicios al señor Fogg, quién había echado a su anterior asistente a por haberse equivocado por una diferencia de dos grados en la temperatura del agua para afeitar, lo que paraPhileas constituía un delito de lesa humanidad sin duda alguna.

La historia es escueta: Fogg consuma una apuesta con algunos de los valiosos y delicados miembros del Reform-Club: él mantiene sin vacilar que está capacitado para cruzar el mundo entero en apenas ochenta días, lapso de tiempo que para aquellos tiempos constituía una travesía excepcional. Los asistentes del club, ¿ni lentos, ni perezosos?, aceptan agradablemente la propuesta del ¿alocado y nada realista ? Phileas Fogg, y así empieza el itinerario alrededor del globo terráqueo. Es imprescindible subrayar que el apostador ponía en juego la mitad de su patrimonio, dado que pensaba gastar el restante cincuenta por ciento en las aventuras del para toda la sociedad londinense “irrealizable plan”.Los viajeros realizan un peregrinaje perturbador y por demás riguroso, que incluye dejar su huella nada menos que por cuatro continentes, y es así que van dejando su huella por lugares tan disímiles y fascinantes como Suez, Bombay, Calcuta, la isla de Singapur, Hong-Kong, Yokohama, San Francisco y Nueva York.

Y los conocimientos que Verne va sumando a propósito de los hábitos y tradiciones de cada una de estas culturas, sobre la flora y la fauna que definen a tales sitios, son tan atrayentes, que la novela bien podría ser utilizada también pedagógicamente como una rápida y esencial lección de geografía universal. A lo largo del itinerario se suceden, una tras otra, aventuras de toda índole. Y es durante parte del viaje que Phileas, soltero y sin hijos, se enamora de una joven india de belleza singular, a la cuál salva junto aPasspartout, de morir calcinada en un anacrónico rito hindú, y que recompuesta del mal trance se convierte en la compañía femenina cuando Philippsdecide marchar hacia Londres. El desenlace de La Vuelta al Mundo en Ochenta Días, tal vez, la parte de la obra más prodigiosa.

El mérito de Vernees lograr que el lector se involucre tanto como tomar como propio el objetivo final de Phileas y su grupo, así terminará sintiéndose momentáneamente desencantado al enterarse que el noble caballero ha perdido la apuesta por llegar cinco minutos demorado. Fogg partió de Londres el 2 de octubre de 1872 a las 8:45 PM.,e imaginó regresar el 21 de diciembre a las 8:50 PM., El cálculo que resulta de toda esta explicación no es complicado: la circunferencia de la Tierra multiplicada por cuatro, da como resultado mil cuatrocientos cuarenta minutos, lo que equivalía a veinticuatro horas. Es decir que el gentleman llegó a Londres con un día de antelación, y así, luego del desengaño inicial y gracias a la información del periódico, pudo alzarse con la apuesta, tal como siempre lo había pensado Phileas Fogg irrumpe de las profundidades de su confortable mansión londinense como un indudable ejemplo de persuasión y convencimiento en las capacidades objetivas de uno mismo, más allá de las reacciones ajenas.

Constancia que se transforma en eje imprescindible a la hora de poder cumplir y concretar cualquier ideal que uno tenga, por más irracional y quimérico que pueda parecer en un primer momento . Si uno mismo no está auto persuadido de lo que va a llevar a cabo, de lo que va a ejecutar, ¿quién puede estarlo entonces? Y el personaje de Verne no se la vio nada cómodo en su trayecto, debió superar los más diversos y complicados obstáculos –léase la naturaleza, el inspector Figg que le seguía el rastro, los medios de transporte, y su enemigo principal, el tiempo -, que en definitiva, son las mismas murallas (para algunos insalvables) que cierran el camino de todos los que proyectan proyectar un sueño. Sueño, que en este caso, felizmente pudo alzarse y convertirse en realidad para tormento de los miembros del Reform-Club.



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