viernes, 28 de octubre de 2011

La isla inaudita, de Eduardo Mendoza

Titulo:  La isla inaudita
Editorial: Booket
Autor: Eduardo Mendoza
ISBN: 978-8432217838
Número de páginas: 352
Año de edición: 2008

-Reseña de Beatriz Trixi

-Sueñas que la vida se ha desviado,  sigue un curso sin sentido, y que ninguna casualidad rompe el curso de los hechos mecánicos y bien planeados. La vida sin prodigios y azar, la vida que proporciona un ambiente decente –palabras firmes, encuentros  sin colores y sólo el desasosiego vibrante te inquieta, en el fondo de tus ser, que algo debe pasar.  Sueñas, sueñas y de golpe abres lo ojos y suspiras: “Ay, ha sido un sueño..”

O al revés. La realidad sin soñar, la realidad de quebranto.

Yo siempre tenía la sensación de que cambiar realidades causa fiebre. Dejar un país e ir a vivir en otro. Huir del pueblo de recuerdos absurdos y absolutos de la infancia donde nada parece moverse. El cerezo del vecino me observa cada día y en cada estación a traves de los vidrios de mi ventana y me asombra hasta temblar que mi vida NO se mueve. Huyendo desde allí y llegando a otra parte, donde las luces pintan colores en las paredes, donde una catedral de broma o unas torres de fabulas se erigen. Donde un día me congela el miedo y en otro me deshace la esperanza.  Donde no me cononocen, soy transparente. Y  como en un sueño,( escenas surgidas de la nada, unas shots que primero no son lógicos pero sí, sabemos  que son hilos que producimos nosotros mismos como arañas,)voy a la deriva, dejando que me lleven. Echo una mirada en rededor y mi fiebre sube.

Fábregas, protagonista, deja Barcelona. “Siempre he sido un soñador” y con eso se va.
Llega a Venecia. Vaga por la calles sin rumbo.
Llega La Chica, y le muestra esculturas deterioradas que como monstruos protegen sus historias. 
Empieza a llover.
Luego la niebla.

Fábregas persigue los pasos de La Chica y los encuentros del azar en un estado febril, entre la masa de turistas, ladrones, canales podridos sin sombras de luzes, escuchando de cualquier personaje que ve los hechos de los Santos.  Y Fábregas, cada vez más perplejo, insiste siendo “un adulto en pleno uso de razón” (...):“Y usted cree de verás todas estas animaladas?”
Encerrándose en su cuadro, aislado el la isla inaudita, empieza a mirar Detrás y Dentro.Buscar en el pozo de sus verdades algo que le libere, para que se despierte, para poder soñar.
Yo sigo leyendo.  Sobre San Marcos, que soñó con un ángel. Sobre San Francisco y sus pajaros de siempre, sobre San Mamas, sobre una risotada saliendo de la cabeza cortada de  San Hilarión, mientras Fábregas, arrastrado por demonios y sacudido por ángeles  en  su trayecto confuso hacia su interior llega a sus conclusiones: “He vivido mi vida como un imbécil.”
Así lo dice, mientras las leyendas de santos y cortesanas están ya tejiendo su destino él entra a un palacio veneciano y se olvida entre necios y fantasmas torpes e ignorantes.
Le acompañan consejos: “Como sacerdote que soy, le recomiendo que no deje de creer que existe un Dios”; “No sea estupido:siempre se piede avanzar en la contemplación de la belleza..” ; ”No pierda tiempo: viva su vida y reflexione y si después de eso aún le queda tiempo libre, lea.”, pero al fin y al cabo, no se comforme con ninguno, porque un soñador no se conforma con los sueños de los otros, digo yo.
Y sí, pues es el final. La Chica vuelve. Fábregas reflexiona. Fábregas crea una realidad, un sueño nuevo. Y a mí, que he leido esta, y muchas otras leyendas, al despertarse y soñar me queda creer en mis propios fantasmas, a que no?  Sea lo que sea la escena, lejos de la realidad de cualquier otro, incluso si en la fiebre me pierda la vista, porque que hago yo con los sueños de los demás?

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