lunes, 18 de abril de 2011

Riña de gatos, de Eduardo Mendoza


RIÑA DE GATOS
(PREMIO PLANETA 2010)
Nº páginas: 432 pags
Lengua: CASTELLANO
Encuadernación
: Tapa dura
ISBN
: 9788408097259
Nº Edición:1ª
Año de edición
:2010
Plaza edición
: BARCELONA
Reseña de Jose María Ariño Colás


Cualquier lector que vea el título y contemple la ilustración de la portada de la última novela de Eduardo Mendoza, Riña de gatos, Madrid 1936 (Premio Planeta 2010) pensará que es una novela más sobre el tópico de la guerra civil española. Nada más lejos de la realidad. La última novela del escritor barcelonés nos acerca a un Madrid convulso en los primeros días de marzo de 1936, tras el reciente triunfo en las elecciones del Frente Popular y en medio de continuas algaradas, conspiraciones e intrigas.

La novela comienza con una carta fechada el 4 de marzo de 1936. La escribe Anthony Whitelands, protagonista de la novela. Este experto en datación y autentificación de obras de arte - curador - se traslada a Madrid para comprobar de cerca un cuadro de Velázquez de gran valor, guardado en uno de los sótanos de la casa del duque de la Igualada, amigo personal de José Antonio Primo de Rivera. A partir de ese momento, el experto inglés deja atrás su vida anterior e inicia un recorrido fatal por un Madrid laberíntico, suburbial y casi fantasmal.

Eduardo Mendoza vuelve a ser con esta novela el gran narrador de sus primeras obras - especialmente La verdad sobre el caso Savolta y La ciudad de los prodigios. Eso sí, cambia de época y de ciudad. De su Barcelona natal se traslada al Madrid republicano. Y da muestras de nuevo de sus excelentes dotes de narrador, de su arte para describir sin excesivo detallismo y, sobre todo, de su acierto en la plasmación de unos diálogos vivos y realistas. Además, nos deja el fruto de una gran labor documental - acercándonos a políticos relevantes de la época como Manuel Azaña o José Antonio Primo de Rivera - y nos regala el fruto de su admiración por Velázquez y por la época que le tocó vivir.

El viaje con el que comienza la novela, al ritmo monótono del traquetreo del tren por la yerma meseta castellana, culmina con otro viaje que se convierte en una nueva huida. Una huida muy distinta a la anterior. Una huida urgente de la España convulsa de la primavera del 36, una huida de los azares del destino, una huida agridulce que deja al lector con la incertidumbre de un final truncado y tan real como la vida misma.

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