lunes, 21 de marzo de 2011

La soledad de Charles Dickens, de Dan Simmons


Nº páginas: 880 pags

Lengua: CASTELLANO

Encuadernación: Tapa dura

ISBN: 9788492429905

Nº Edición:1ª

Año de edición:2009

Plaza edición: BARCELONA

Reseña de José Luis Fernández Gancedo


Los fantasmas atacan a Dickens

A pesar de que esa versátil “belleza nórdica” oriunda de Elorrio llamada Anne Igartiburu hace que sea un placer para la vista recibir al Año Nuevo a través de LaPrimera, cierto sentimiento de añoranza le invade a uno al recordar aquellas Nocheviejas en las que la pareja formada por “Ramón García y su capa española” era la encargada de advertirnos de que antes de las campanadas oiríamos el “ding – ding – ding” del carrillón.

La campanada que supuso la primera aparición del periodista bilbaíno con tan peculiar atuendo hizo que se convirtiera en un “clásico navideño” con permiso de los especiales de Raphael y “Los fantasmas atacan al jefe” (“Scrooged”), película esta que durante años le soluciono a Telecinco las tardes de Navidad y que es un claro ejemplo de la influencia que aún tiene en nuestros días la obra de Charles Dickens.

Los últimos años del autor de clásicos de la literatura universal como “Oliver Twist” e “Historia de dos ciudades” son abordados por Dan Simmons en “La soledad de Charles Dickens”.

El 9 de Junio de 1865, el “tren de la marea” entre Folkstone y Londres, en el que iban Charles Dickens y su amante Ellen Ternan, sufrió un grave accidente a su paso por el puente de Staplehurst, puente que se derrumbo provocando la caída de siete de los ocho vagones al lecho del río que pasaba por debajo.

Aquel siniestro, en el cual murieron 10 personas y otras 40 sufrieron horribles mutilaciones, supuso un antes y después en la vida de Charles Dickens, el cual no sufrió daños fisicos pero si en su mente merced a su inquietante encuentro con un siniestro ser llamado Edwin Drood, “la representación de La Muerte”, según palabras del hombre cuya imaginación dio forma a tantos personajes malvados de la literatura.

Tan traumático suceso hizo que Dickens se obsesionase con La Muerte y con todo lo relacionado con “lo oculto”, circunstancia esta que le llevo a realizar incursiones nocturnas en los peores tugurios de Londres acompañado por William Wilkie Collins

Es Collins el que, a lo largo de las 860 páginas de la novela, a parte de relatar el proceso de transformación de su “buen amigo / rival literario”, hace un minucioso retrato de los entresijos del ambiente literario londinense y de todo lo que acontecía en Londres, una ciudad cuyas pequeñas miserias plasmo Dickens tan bien en sus obras.

Londres, la que hoy en día es una ciudad “cool” y megaguay merced a lo cual pocos son los que aún no han tenido su particular “etapa londinense”, en aquellos tiempos era un lugar donde convivían lujosas mansiones victorianas con lugares donde la vida no valía nada, lugares como los fumaderos de opio donde los inmigrantes chinos gracias a las horas durante las que cabalgaban a lomos del Dragón olvidaban que al amanecer volverían a una misera existencia llena de sufrimiento por cortesía de los civilizados europeos que los trataban como si fueran animales.

Gracias a Collins descubrimos también que los hoy tan famosos “derechos de autor” tuvieron su primer defensor en Charles Dickens, el cual dedico buena parte de sus energías a luchar contra la piratería, piratería que hacía que su famosa novela “Un cuento de Navidad” – publicada por entregas en Inglaterra a un precio de 2,5 dólares a través de la revista “All the Year Round” – fuera vendida en Nueva York por solo 6 centavos. Quizás sea esto un síntoma de que Occidente se hunde, en aquellos días los “artistas antipiratería” eran liderados por un tipo por cuya mente corrían cientos y cientos de paginas de ficción y hoy lo son por un caballero por cuyas venas, mujer, corren litros y litros de alcohol.

Llevado por sus “celos profesionales” Collins tampoco ahorra detalles a la hora de tratar los aspectos menos edificantes del respetado Dickens. “El Inimitable” – apodo dado con cierta inquina – aunque cara a la opinión pública se mostraba como un cariñoso padre siempre preocupado por el bienestar de sus diez hijos, de puertas para dentro dejaba de disfrutar de la compañía de los mismos a medida que crecían y empezaban a pensar y actuar por si mismos.

El profeta ingles de la felicidad domestica tampoco perdía la ocasión de cortejar con “las hierbas doncellas” que representaban sus obras de teatro, “hierbas doncellas” cuya compañía prefería a la de su “querida” Catherine, un ejemplo de esposa abnegada que a pesar de que estuvo siempre atenta a sus caprichos y necesidades recibió de su esposo calificativos tan “cariñosos” como “mas bovina que fascinante, mas pesada que femenina”.

En resumen una extraordinaria novela que ha hecho que se tornen en deliciosas mis “Solitarias noches”, esas “Solitarias noches” a las que canto la banda británica que debe su nombre a un peculiar personaje de la novela dickensniana' “David Copperfield”.

2 comentarios:

  1. Asco de reseña, se nota que solo leiste la contraportada, se ve que te gusta pretender que leiste el libro entero, y de haberlo hecho tu capacidad de analisis es nula.
    Tu comprension del texto no abandona lo literal

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  2. Hola anónimo. El autor de la reseña no espera que estés de acuerdo con su trabajo, por lo tanto cualquier reseña es criticable siempre que sea una opinión constructiva y dentro de los límites que imponen la educación y la cortesía.

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