¿Así que, trastorno de personalidad disociativo, y para eso le pago cien euros por visita? Está claro que no volveré a pisar la consulta de ese imbécil —maldigo mientras surjo de la consulta del psiquiatra con Gloria, mi pareja—. Arranco el coche todavía encolerizado por el diagnóstico de mi psiquiatra y nos dirigimos a la estación de Tarragona. Gloria llegó ayer por la noche de un viaje de negocios y dejó en consigna un maletín que debemos recoger y entregar a su jefe. Ella nunca me cuenta nada de su trabajo y yo no suelo preguntarle.
Perdonad, pero no os he presentado a mi novia. Gloria es mi pareja, trabaja en un local de copas de Salou como striper animando a la concurrencia, aunque en ocasiones, debido a la confianza que le tiene su jefe se encarga de transportar la recaudación de todas las salas que posee para guardarlo en una caja de seguridad de una entidad financiera que nos os revelaré porque ignoro, solo ella conoce el lugar.
Nos dirigimos hacia la estación sin perder de vista un impresionante cuatro por cuatro negro con llantas de aluminio. Nos hacemos con el maletín en la consigna y embocamos el vehículo hacia el Vendrell. Nos dirigimos a las oficinas desde donde su jefe domina su pequeño imperio de salas de fiestas para hacerle entrega de la valija.
Circulo por la Vía Augusta y en la rotonda tomo la circunvalación con dirección a Barcelona. El todoterreno de las llantas de aluminio con dos tipos en el interior nos está siguiendo desde que salimos de la consulta. Antes de que pueda ponerme nervioso por los tipos del cuatro por cuatro Gloria me señala con el mentón un edificio a la derecha de la carretera, es nuestro destino.
Mi novia se encuentra cansada, reclina el asiento y me pide que sea yo quien entregue el maletín, cuando voy a cerrar la puerta de mi coche me dice que permanezca atento al móvil. Me encojo de hombros sin saber bien a qué se refiere y me introduzco en el interior del establecimiento. Los dos tipos del todo terreno surgen por mi espalda, ahora sí que me pongo nervioso, pero parece ser que son trabajadores del local pues me acompañan amablemente hasta el despacho del jefe de Gloria.
Un tipo bajito y rechoncho con cara seria y de pocos amigos me mira desde detrás de una densa cortina de humo que emana de un enorme puro. Yo permanezco de pie mientras uno de los tipos me arrebata el maletín de un zarpazo y lo deposita sobre la mesa del jefe. Intenta abrirlo pero le resulta imposible.
—La combinación —Me espeta con voz grave.
Yo arqueo las cejas, ¿Cómo voy a saber yo la combinación, la sabrá él que es suyo? Intento disculparme y le explico que Gloria me espera en el coche, quizás ella esté al tanto de la combinación.
Uno de los tipos me impide salir del despacho y me arrea un sopapo. La nariz me sangra y creo que me ha roto un diente.
—Este imbécil ha venido solo. —Le larga al jefe, que empieza a irritarse de veras— Lo hemos seguido desde que salió de la consulta del loquero y no ha hablado con nadie en todo el trayecto.
Yo lo miro con asombro, de qué leches habla, ¿es que no ha visto a Gloria en el asiento del copiloto o cree que me lo invento?
Abro lo ojos como platos, el tipo ha sacado un cuchillo de Rambo que me intimida, pero al instante respiro aliviado, con la punta destroza el cierre del maletín y logra abrirlo. La cara del jefe y su mirada provoca que me orine en los pantalones. Grita como un energúmeno exigiéndome su dinero mientras me agarra por las solapas y me atrae hacia él, lo cierto es que ignoro de qué me está hablando. El tipo me mira y ordena a sus hombres que me lleven “abajo” para interrogarme. En ese instante suena mi móvil. Antes de que me aferren con sus zarpas logro leer el mensaje, Gloria me dice que me lance bajo la mesa de su jefe y eso hago, dejando pasmados al del puro y a sus dos sayones por mi rápida y violenta reacción. Acabo de hacerlo cuando el despacho salta por los aires.
Salgo afuera tambaleando, con el cabello chamuscado y sintiendo un eterno pitido en mis oídos, me planto ante mi vehículo y saco a Gloria con furia de su interior.
—Estoy harto de tus maravillosos planes, nunca me explicas nada y por poco me vuelas las pelotas con tu maletín cargado de explosivos. —la increpo furioso.
A mi espalda escucho la voz de un individuo que dirigiéndose a otro dice:
—Ese tío se ha vuelto loco con la explosión ¿Con quién diablos está hablando?
Autor Amando Lacueva
© Obra registrada 2011
Reservados todos los derechos.
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